Colaboración: Prof. Juan Alberto Treglia
Ante la distribución indiscriminada y autoritaria de obras pseudoliterarias que exaltan una sexualidad desordenada y conductas violentas, es imprescindible una reflexión sobre ¿Qué es educar?
En primer lugar debemos subrayar que la
educación requiera una búsqueda y transmisión de la verdad, que debe ser hecha con amor hacia el
educando en un auténtico espíritu de servicio. El desprecio por la verdad lleva
inexorablemente a la ideologización de los educandos donde todo vale por igual.
En segundo lugar,
debemos tener presente que la educación implica la totalidad del hombre, caso
contrario se convierte en in-educación. La verdadera educación busca el
desarrollo del cuerpo y del espíritu, de todas las potencias del hombre y de la
memoria, la inteligencia y la voluntad, buscando adquirir y perfeccionar los
hábitos operativos buenos, es decir, las
virtudes, sin las cuales no existe un hombre educado.
La violencia, la
vulgaridad, la pornografía, la discriminación, el resentimiento y el anarquismo
que contienen varios de los libros que distribuye el Ministerio de
"Educación", ciertamente no contribuyen al desarrollo de hombres
virtuosos, es decir, educados. Todo lo contrario, fomentan una vida viciosa, lo
que lleva a la degradación del tejido social.
Profundizamos a
continuación sobre estos puntos.
1) Educar en la verdad,
en el amor y en el servicio
Educar en la Verdad , supone afirmar la existencia de la misma, y la capacidad del
hombre de alcanzarla. Sólo dentro de un marco de verdad puede darse un
verdadero proceso educativo. A esto se contrapone el llamado "pensamiento
débil" de la pos-modernidad en la que vivimos que se caracteriza por el
desprecio de la razón para poder conocer la verdad, por ello se confunde Verdad
con Opinión.
Desde un realismo
filosófico hemos de afirmar que la "Verdad es la Realidad ", lo que
las cosas son; y un conocimiento es verdadero cuando nuestro intelecto se
adecua a esa realidad, por ejemplo al afirmar 'la piedra es un ser irracional',
compruebo experimental y racionalmente que ello es así.
El hombre no sólo es
capaz de conocer los accidentes del 'ser' (tamaño, masa, composición química,
etc.) sino al 'ser' en sí mismo, puede conocer la esencia de las cosas y no tan sólo su
apariencia. Esto supone una inteligencia cuyo objeto es la Verdad , capaz de alcanzarla
y transmitirla, cualidad propia del ser humano que lo distingue del resto de
las criaturas terrestres.
Sin búsqueda y transmisión de la Verdad , no existe
educación, sólo a través de ella el ser humano se plenifica y alcanza su
desarrollo.
Educar en el amor, supone la vivencia plena de la vocación de ser 'maestros',
ya que ama quien busca el bien del tu, y el educar implica necesariamente el
anhelo de esculpir en el alma del alumno las virtudes y valores que plenifican
al ser humano.
Cómo no recordar aquí
las enseñanzas de Eduardo Spranger acerca del amor
pedagógico, ese amor propio de quien encarna la tarea de educar, y que
busca la elevación, el crecimiento en la virtud del educando, ese amor que se
vuelve corrección fraterna ante el error, y es expresión viva de la autoridad
del maestro que es participación de la ‘Autoritas’ de Dios, que ‘ama y sirve’
al hombre.
Amor que se reviste de
mansedumbre ante la tardanza en el aprendizaje de los alumnos, ante las
incomprensiones de una sociedad que ha abdicado del ejercicio de la autoridad y
cuestiona toda firmeza en la fijación de límites al comportamiento de niños,
adolescentes y jóvenes, que deben crecer en libertad
con responsabilidad.
Educar en el servicio, la auténtica educación
supone la entrega; la misma vocación de ser Maestros entraña esta donación; y
es, paradójicamente, en el desprendimiento de sí cuando la persona alcanza su
verdadera felicidad, es en este proceso de entrega mutua donde el hombre va
descubriendo el sentido de la vida; podemos aseverar que 'quien no educa para servir,
no sirve para educar'.
2) Educar a todo el
hombre
O la educación
desarrolla la totalidad o se convierte en in-educación y destrucción del
hombre. No habrá término medio.
Un desarrollo integral
del hombre será el desarrollo del cuerpo y del espíritu, de todas las potencias
del hombre y de la memoria, la inteligencia y la voluntad. Una sola de estas
potencias que tienda a desarrollarse sola excluyendo a las demás, generará una
suerte de monstruo que es lo contradictorio de la armónica totalidad del hombre.
Pero educar no será
solamente educir, poner en la luz, hacer explícito lo que ya ontológicamente es
el hombre sino hacerle crecer mediante algo nuevo, no como mera yuxtaposición,
sino como crecimiento total del hombre.
Y en este crecimiento
tendrá un papel central la adquisición y perfeccionamiento de los hábitos
operativos buenos, las
virtudes, sin las cuales no existe hombre educado. Por ello Su Santidad
Juan Pablo II, siguiendo a Santo Tomás, enumeraba una serie de virtudes que el
maestro debe encarnar ejemplarmente y procurar el desarrollo de las mismas en
quienes reciben educación, así nos dice:
Amar la verdad; habíamos afirmado que la Verdad es el objeto de
nuestra inteligencia, de la razón. El Papa nos invita a amar la verdad, a
desterrar de nuestra vida la mentira, como violencia hecha al prójimo.
Es lamentable comprobar
que cómo se somete a la sociedad al engaño y la falsedad: se miente en las
promesas electorales, se miente en los medios masivos de comunicación, se
miente en los textos escolares, … se miente,… Y
la mentira destruye el amor, la confianza y toda posibilidad de convivencia. Por eso, la sociedad se vuelve una
yuxtaposición de individuos, sin vínculos morales que los unan en la búsqueda
de un Fin Común.
Viviendo la sinceridad
volveremos a restaurar la unión y la solidaridad, pilares de toda sociedad.
Sinceridad que comienza en la vida familiar y se debe afianzar en toda tarea
educativa.
Sinceridad que se
manifiesta en la fidelidad a la palabra dada, en los compromisos, promesas o
juramentos, en los cuales no sólo contamos con el aval de nuestra dignidad
personal, sino también con el testimonio de Dios, a Él ponemos por Testigo de
nuestros juicios; a Él daremos cuenta de nuestras infidelidades.
Desde la más tierna
educación debemos revalorizar el
valor de la palabra empeñada, para que cuando exista la necesidad de
expresar un juramento, no lo hagamos con liviandad, sino con la firme
convicción de hacerlo en nombre de Dios, cuyo ejemplo hemos de imitar, Él nunca
defrauda a quienes en Él confían.
La lealtad es rasgo característico de una sociedad fundada en los
valores evangélicos, donde el hombre asume compromisos y es fiel a ellos
conforme a la responsabilidad que emana de su voluntad libre.
Lealtad a Dios, que es fidelidad a Su
Voluntad, en una continua y permanente entrega de sí a sus mandatos, garantía
de llevar una vida plena y feliz, según aquella expresión del Señor: “Si
quieres alcanzar la vida eterna, cumple los mandamientos”
Lealtad a la Patria que es vivir conforme a las exigencias del Bien Común
buscando su desarrollo y su progreso, asumiendo con alegría los deberes
ciudadanos y los valores cívicos.
Lealtad a la Familia que nos cobija desde el momento de nuestra concepción y en
la que todos sus miembros reciben su ‘primera’ educación, colocándose en ella
los cimientos de toda comunidad organizada. Lealtad que se comienza a modelar
desde el hogar y que en la escuela debe asumir una expresión integral.
Toda la comunidad
educativa, padres, maestros, directivos, alumnos, deben manifestar lealtad,
ante todo, al proyecto educativo institucional, siendo coherentes en la búsqueda de una formación
virtuosa para alcanzar el
perfil que se anhela en todo egresado de la educación formal.
Siendo conscientes que
debemos contrarrestar todos los anti-valores presentes en los medios masivos de
comunicación social, verdadera subcultura inhumana que aleja principalmente a
niños, adolescentes y jóvenes de una rectitud de vida, ante la ausencia en los
adultos de un sentido crítico y de la firmeza necesaria para evitar esta
auténtica avalancha de
mediocridad y sensualismo que apunta a exacerbar la concupiscencia desordenada
del ser humano, hoy fomentada desde el propio Ministerio de Educación de la Nación.
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