“Primero hay que producir lo suficiente
que responde a las
necesidades comunes a todos.
Luego instituir un sistema económico que asegure la
distribución universal
de esos bienes hechos para todos.
Si las
finanzas no pueden ajustarse a esa sencilla
proposición, la finanza ha fallado
y debe reemplazarse por otra”
Clifford
Hugh Douglas
Pensando y repensando la vida
cotidiana del hombre común, observamos antídotos eficientes y profundos que lo apartan de la realidad que le toca
vivir.
Así, se sumerge profundamente en
su mundo y se desentiende irremediablemente de lo que lo rodea. Solamente busca
consagrar su efímera vida a alguna consumación consumista, o a la adoración de
algún ídolo de los que le provee la farándula o el deporte, aunque a su mesa
sólo llegan las migajas de los despilfarros que éstos realizan.
Esto sucede porque ya no quedan
modelos – en el mundo - que promuevan una vida austera, heroica, atada a los
valores. La impronta de la modernidad, que con su impulso desenfrenado de
decadencia ha sometido hasta aquellos que deberían diseminar un hálito moral,
somete y somete. Resulta que es más deleitable ser halagado por el mundo, que
ser vituperado por éste, y ser fiel y consecuente con Dios.
La mayoría de esos hombres
sometidos a estos desatinos pertenecen a la incalculable muchedumbre de
trabajadores y excluidos que han llegado a catalizar que lo que hacen solo
alcanza para permanecer. Y transitan su destino entre el tiempo que se
esclavizan y el tiempo en que despilfarran las migajas de sus míseros
emolumentos.
Es evidente que con el
advenimiento del capitalismo, se ha producido un defasaje inocultable en la
integración de las diversas actividades económicas que tienen por finalidad
originaria producir en función de las legítimas necesidades humanas.
En sus comienzos, la actividad
primaria constituía el meollo básico de la integración social en lo que hace a
la vida económica.
El capitalismo, modificó esta
impronta básica de la vida económica. La actividad primaria fue perdiendo su
preponderancia originaria, para ser transformada en los últimos tiempos en un
símil de la actividad industrial que acelera los procesos y procura la mayor
rentabilidad.
La vida de campiña era
trascendente para toda la comunidad, pues era el paradigma que marcaba los
tiempos de trabajo y de descanso. El campesino dejaba fluir libremente los
tiempos de la naturaleza, y en el entretanto se daba el lujo de contemplar esa
transformación mágica y misteriosa que solo Dios conoce en sus esencias.
Como todo crecía al imperio del
campo, con sus procesos activos y sus esperas fecundas, la ciudad se amoldaba a
este arquetipo y el devenir era pausado y natural.
Pero el capitalismo, acarreó
entre sus transformaciones profundas el encumbrar, primero a la industria y luego a las finanzas como los nuevos
arquetipos, no ya de la activa vida comunitaria, sino como rectores del orden
económico global.
Es evidente que la abundancia
regodea al mundo desde el momento que el hombre ha logrado acrecentar las
fuerzas que le provee la naturaleza con su trabajo constante e innovador.
Pero la escena que fluye en el
mundo, - también en los países desarrollados
- es que la miseria más vergonzosa se extiende ante una abundancia que
se acumula sin pausa.
Si bien la gran industria es cómplice
de la pobreza, adhiriendo a una función de producción leonina que prioriza el
capital sobre el esfuerzo del hombre, se olvida aviesamente que ese capital ha
sido constituido por el empeño constante de generaciones de hombres a través de
los tiempos.
Las finanzas son el paradigma
actual de dominio sobre la producción, la distribución, el consumo, y en
síntesis, sobre el hombre.
Se clarifica este argumento
siguiendo la tesis magnifica de Louis Even diferenciando demanda real de
demanda eficaz.
La demanda real existe en
relación con las necesidades legítimas de los hombres, mientras hay seres
humanos que tienen hambre existe una demanda real por los alimentos requeridos.
En tanto que la demanda eficaz
existe solo cuando el dinero está unido con la necesidad.
En el régimen económico
financiero actual - vigente en el mundo – se observan muchas demandas reales
desprovistas del dinero suficiente para hacerlas eficaces.
Es un sistema al revés, por el
cuál el consumidor se vuelve el
instrumento que se explota en lugar del amo a quién se sirve.
La solución humana y racional
consiste en canalizar el dinero donde están las necesidades en lugar de originar
necesidades donde hay dinero
Los productos nacen con la
producción, desaparecen con el consumo.
El dinero también nace y
desaparece, a veces lo vemos abundante y a veces escaso.
Siguiendo a Even la producción es la que da valor al dinero.
Una montaña de dinero sin productos con que responder no permite vivir. Ahora
bien, los labradores, los industriales, los obreros, los profesionales, el país
organizado son los que hacen los productos, mercancías o servicios. Pero los
banqueros son los que hacen el dinero basándose en esos productos. Y ese
dinero, que obtiene su valor de los productos, se lo apropian y lo prestan a
los que hacen los productos. Es un robo legalizado.
Otro hecho esencial es comprender
que la ciencia que permite el aumento de la producción casi sin trabajo
constituye una perversidad, pues el trabajo es una herencia que se transmite
con las generaciones, y todos deben recrearse con los beneficios de esa
herencia milenaria.
Roberto E. Franco
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