La lucha de los liberales contra el mensaje y los pedidos de la Virgen
En distintos comentarios hemos hecho referencia a Fátima y su importancia para entender los tiempos actuales. Una opinión que, vamos constatando, es común entre muchos escritores, historiadores y estudiosos autorizados. En otro aspecto, los actos de la jerarquía de la Iglesia, por acción u omisión, muestran la importancia dramática de estas apariciones a lo largo del siglo XX y lo que va de este. En la actualidad de un modo más inminente.
El trabajo conocido (1) más amplio y profundo sobre Fátima es la obra del Hermano Michel de la Sainte Trinitè, (Toda la Verdad sobre Fátima) discípulo y miembro del instituto fundado por el padre de Nantes (2). La obra consta de cuatro tomos enjundiosos. No se ha editado en lengua española, aunque hay, sí, ya al menos una traducción realizada.
La amplitud temática de la obra es enorme, y por razones cronológicas no trata sobre el texto del llamado “tercer secreto” ya revelado (en realidad, la tercera parte del secreto), sino antes de la difusión oficial por la Santa Sede en el año 2000.
Parece oportuno ir dando cuenta de las razones por las que, siguiendo al autor antes mencionado, así como meditando sobre las diversas vicisitudes que ha tenido la revelación del “tercer secreto”, resulta de interés llamar la atención sobre la lucha de los neomodernistas para demostrar la inautenticidad de Fátima.
Un repaso
Primero recordemos que el secreto final de la aparición (tercer secreto) debía hacerse público en 1960 por pedido de la Hermana Lucía, la vidente que sobrevivió muchos años a las apariciones y que tuvo el mandato de ir dándolas a conocer según indicaciones “del Cielo”, como ella gusta decir en sus escritos.
Naturalmente, como en todas la apariciones de la Virgen, reales o falsas, la Iglesia guarda un prudente silencio inmediato que, de ser necesario por su trascendencia, da origen a un proceso canónico diocesano para determinar si es lícito darles credibilidad, autorizar el culto y eventualmente invitar a cumplir los pedidos que el Cielo hace conocer por medio de tales revelaciones.
Casi siempre la Iglesia toma cartas en el asunto, vela por el futuro del o los videntes, con frecuencia consagrados a la vida religiosa. Según su importancia y trascendencia suele dedicar alguna fiesta litúrgica y erigir un santuario en el lugar con el paso del tiempo.
Las apariciones verdaderas del siglo XIX y XX han tenido siempre –además de la prudente desconfianza clerical- la oposición de los gobiernos liberales masónicos de los países en los que ocurrieron. Fátima transcurrió bajo una república profundamente anticlerical, perseguidora de la Iglesia. De hecho, el primer obispo de Leiría (luego Leiría–Fátima), sede restaurada en 1918 y provista en 1920 -porque se había suprimido en 1881- había estado preso y sido cruelmente atormentado por los esbirros del gobierno de Lisboa.
Mons. José Alves Correira da Silva, de él se trata, fue castigado por su fidelidad a la Iglesia con maltratos que incluían largas horas de inmersión en agua helada. Don José sufrió una secuela permanente que le hacía muy doloroso caminar. En busca de cura viajó a Lourdes varias veces sin obtenerla, pero recibió en cambio la gracia de dedicar su vida a fomentar la devoción mariana. Su designación en Leiría fue el modo providencial de cumplir esta misión.
Obviando hechos que escapan al propósito de este comentario, digamos que este santo obispo tuvo la misión de dirigir la investigación y ser responsable del proceso canónico. Se hizo cargo de su diócesis cuando ya dos de los videntes habían muerto. Tuvo pues que encaminar el destino de Lucía, quien a sus instancias, con el permiso y el alivio de su madre, María Rosa, fue a estudiar a un colegio de hermanas doroteas (3) con una identidad encubierta.
Allí estuvo desde los 14 a los 19 años, o sea, su ciclo escolar más un año de prepostulantado en la orden. Aunque Lucía deseaba ser recibida en el Carmelo, su superiora le sugirió permanecer bajo una regla menos estricta y ella, por obediencia, aceptó. Fue a lo largo de este período de comienzos de su vida religiosa con las hermanas doroteas que Lucía recibió no solo asistencia espiritual de distintos confesores y directores, sino también revelaciones ya anticipadas de sus apariciones en Fátima. (“Para impedir eso vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados”. Tercera aparición, 13 de julio de 1917)(4).
Es de interés mayor la de los Cinco Primeros Sábados (cuyos detalles referimos en la nota cuatro) tan poco conocida hoy. La publicación de este y otros pedidos del cielo quedó siempre bajo la tutela de sus confesores, de sus correspondientes obispos, del propio Patriarca de Lisboa y naturalmente, del papa. Ella enviaba los mensajes y la jerarquía decidía su publicación acorde al criterio de las autoridades pertinentes.
Al comienzo de este período se instruyó el proceso canónico, que incluyó testimonios de cientos de personas. En 1930, Don José Alves, su obispo, reticente y desconfiado al comienzo, tuvo la alegría de poder fundamentar la veracidad de las apariciones y autorizar el culto diocesano. Luego, para el público en general, hubo un gran silencio hasta la aparición de las cuatro memorias de la Hermana Lucía (redactadas definitivamente a partir de 1935 aunque esbozadas en diversos textos antes) y finalmente la redacción trabajosa del gran secreto, que el obispo no mandaba poner en papel, aunque lo sugería, y por lo tanto Lucía abrigaba escrúpulos sobre la oportunidad de hacerlo, hasta que Nuestro Señor mismo se le apareció y le dio a conocer Su deseo de que se escribiese. Es el secreto “revelado” en 2000, pero cuya fecha límite era 1960 o la muerte de la vidente si se producía antes.
Muchos recuerdan la ansiedad que producía en los años posteriores al Concilio el saber qué decía esta parte del mensaje. Circularon versiones completamente disparatadas. Sin embargo en los años previos a la fecha de 1960 el mundo católico estaba en una ansiosa expectativa de esta revelación. Su postergación causó un gran desencanto e incluso hizo enfriar la devoción y descuidar en muchos los pedidos ya conocidos de la Virgen, como el rezo diario de una corona del rosario y la práctica de los primeros sábados.
La negativa de Juan XIII obedecía a su reconocido optimismo sobre la marcha del mundo y las buenas relaciones que se proponía cultivar con quienes hasta el momento habían sido considerados enemigos de la Iglesia, en particular masones y comunistas. Un hecho providencial movió a Juan Pablo II a presionar su revelación y a ensayar dos consagraciones que no se realizaron según los pedidos de la Virgen. El choque de fuerzas pro y anti Fátima llegó a su punto más tenso en el año 2000, cuando se dio a la luz la visión, y continúa hasta la fecha. Hoy ningún experto en Fátima se atreve a asegurar que la Consagración se haya realizado según lo mandado por la Virgen y aún se sospecha, con creciente fundamento, que falta un texto por revelar, que forma parte del “tercer secreto” y fue omitido.
¿Por qué tanto conflicto, tanta reticencia, tanto deseo de parte de los sectores más liberales del clero de reservar y luego interpretar de un modo a todas luces inadecuado el sentido de la visión?
Aquí hay que remitirse a la historia de la crítica de Fátima, cuyos actores principales formaron dos bandos bien divididos. Los tradicionales, que constituyen la masa de los trabajos, lograron demostrar la sobrenaturalidad de los hechos, la certeza de las profecías y la santidad de los videntes. Los incrédulos, alineados muchas veces a disgusto con los agnósticos, masones y anticlericales en esta opinión, aún siendo sacerdotes y religiosos, que argumentaron de muy diversa manera para demostrar la falsedad de las apariciones.
Sus tesis han muy variadas, pero centrados en el eje del “fraude”. Primero se argumentó la poca coherencia y certeza de los mensajes, luego ciertas poco definidas patologías psiquiátricas de los videntes o sencillamente su confabulación para inventar todo el asunto.
La historia y los detalles son muy complejos para resumirlos extensamente aquí. Nos debemos limitar a algunos ejemplos de la calidad de su argumentación.
+ La muerte prematura de los pastorcitos menores se atribuyó, en su momento, a maltratos o insinuaciones del clero para ayunar en exceso y así sacarse de encima testigos molestos. Esto dijeron ciertos panfletos y diarios masónicos, y quedó como insinuado por varios autores católicos, algunos sacerdotes, uno de ellos luego cardenal.
+ La “bella señora del cielo” que vieron los pastores fue, según otra tesis, una dama, esposa de un coronel, que visitó los lugares acompañando a su marido quien estuvo en la región cumpliendo tareas tareas para el ejército… un año antes de las apariciones. Otra versión habla de una muñeca colocada sobre la carrasca, el arbolito de las apariciones, iluminada con los reflejos del sol con un espejo. La voz era de una falsaria que dio origen a todo. Nadie identificado con nombre o testimonios. Finalmente ambas tesis se fusionaron en una: la “señora”, esposa del coronel que vestía de blanco siempre, indujo a creer el fraude de la muñeca manipulada…
+ Los niños fueron víctimas de alucinaciones colectivas (¿?. También se afirmó que estaban entrenados por el clero del lugar para fingir la aparición y obtener recursos dinerarios para sus obras.
+ El milagro del sol fue un hecho cósmico natural (no registrado por ningún científico en ningún observatorio, no obstante) o sugestión de las masas. Unas 70.000 personas vieron lo mismo, además de otros a considerable distancia.
Y así, la fundamentación absurda y grotesca de las explicaciones y el descuido o minusvaloración de los testimonios de personas presentes, muchas de las cuales fueron en tren de burla y luego dieron su versión concordante, incluso aunque no se hubiesen convertido, como fue el caso de muchos. Entre ellos uno de los periodistas más reputados de Lisboa, que afirmó públicamente en su diario haber visto lo que todos vieron, aunque no creía que fuese sobrenatural ni podía explicarlo de un modo natural.
Pero el gran argumento para el desprestigio entre los católicos fue el aparente “aumento” del mensaje a lo largo del tiempo. Esta línea de argumentación es de origen católico, y nace principalmente de los trabajos de un sacerdote jesuita belga del que hablaremos más adelante en esta serie.
Se planteó la existencia de dos períodos en la historia de la aparición: Fátima I y Fátima II. El primero se separa del segundo por un silencio (aparente) de 25 años. Lo cual solo puede afirmarse si no se conocen los detalles bien documentados de la historia.
Lucía no agregó nada a las revelaciones, sino que las fue dando a conocer según se le indicaba desde el Cielo. Todos los textos escritos luego a medida que se fueron conociendo los secretos tienen claros antecedentes en las apariciones de 1917. Esto está testificado por personas que trataron a los videntes en forma directa, como la religiosa que asistió a Jacinta en sus últimos meses de vida, a quien ella le confió, por ejemplo, las apariciones del ángel, por muchos años no conocidas por el gran público.
Tres directores espirituales, que asistieron a Lucía en los años de silencio dan cuenta también de que ella les habló de las apariciones del ángel de Portugal en los años previos a 1917. Y sus primeras manifestaciones se remontan a 1915 y fueron vistas también por amigas de Lucía que lo atestiguaron, antes de que la vidente comenzara a apacentar sus rebaños con sus primitos.
Las profecías no fueron post-factum (como la de la Segunda Guerra y su aviso, la “aurora boeral” de 1938 bajo el reinado de Pío XI). El papa mismo recibió una carta de Lucía avisando que ese signo, que precedió en más de un año a la guerra, era la señal indicada por la Virgen.
En una segunda parte veremos cómo la confabulación de los neomodernistas en los años ‘40 y ‘50 buscó desprestigiar la Aparición. Ellos fueron los principales responsables de que no se diera a conocer el “tercer secreto” en 1960. A partir de allí la Iglesia entró en una pendiente vertiginosa que hoy parece llegar a su sima.
Notas
(1) No se ha publicado la gran obra del P. Joaquín Alonso, que fue el investigador asignado por la Iglesia al caso de Fátima. Se sabe que la obra alcanza más de una docena de volúmenes. No le fue permitido hacerla pública y luego de su muerte continúa inédita y resguardada.
(2) Luego cistersiense, orden en la cual llegó a ser Superior General.
(3) Hermanas Maestras de Santa Dorotea, congregación de origen italiano dedicado a la enseñanza.
(4) Estando en Pontevedra, el 10 de diciembre de 1925 se le apareció la Virgen a Lucía con el Niño Jesús a su lado, subida en una nube de luz. La Virgen puso su mano en el hombro de Lucía, mientras en la otra sostenía su Corazón rodeado de espinas. Al mismo tiempo, el Niño Jesús dijo: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Está cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas.”
Después dijo Nuestra Señora a Lucía:
“Mira, hija mía, mi corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que durante cinco meses en el primer sábado se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación.”
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