viernes, 30 de abril de 2021

El trabajador, su día y , , ¿El fin del trabajo?


La contradicción más grande que padece el hombre en los albores de un nuevo milenio, es que por un lado el trabajo es una condición indispensable para perfeccionarse como ser humano y por otro lado es muy dificultoso lograrlo, y mucho más difícil aún, es realizarlo en condiciones aceptables para por lo menos, subsistir dignamente.

El trabajo, es necesario decirlo, es universal pues alcanza a todos y cada uno de los hombres, porque reside en la dignidad misma del ser humano.

Por esa misma dignidad es imprescindible que el mismo sea asegurado en todo momento, y es inaceptable desde un punto de vista natural y ético pensar que cualquier factor de producción, como el capital, sustituya al hombre en la mecánica del proceso productivo.

Esto se palpa en la actividad económica originaria, el campo, la que ya no reúne la esencia propia de todos los tiempos: la espera. Ahora todo se mide en tiempos de eficiencia y el apuro. La ruptura del orden natural tiene sus funestas consecuencias.

De 1983 a 2021 la población rural de Gualeguaychú cayó un 57,9 %.

Estos pobres excluidos, ignorados, pasaron a engrosar e incrementar los barrios precarios periféricos. De su destino – planes - hablaré en otra oportunidad

La nueva cara del capitalismo – globalización y cuarta revolución industrial - muestra que éste ya no sólo es capaz de explotar al hombre a través de su trabajo, sino que llega más lejos, también es capaz de excluirlo.

El hombre sin trabajo no sólo no logra satisfacer sus necesidades materiales básicas, sino que es excluido del sistema de mercado, y es abandonado definitivamente para que alguna entidad de beneficencia – quedan pocas - le pueda paliar su carencia material y le facilite la realización de alguna actividad, aunque más no sea recreativa, que le permita reconocer que al menos para algunos hermanos, sigue siendo aún esa persona irrepetible que Dios creó y le asignó un lugar de privilegio en la creación.

Cualquier tiempo de desempleo, por más breve que sea, constituye una imperfección del sistema económico, y si el mismo se prolonga denuncia problemas patológicos del mismo sistema.

Las largas jornadas laborales a que son sometidos muchos trabajadores para conseguir su sustento necesario, atentan contra la necesidad de descanso y fundamentalmente no le permiten cultivar otras dimensiones de la vida humana.

Si sólo se tiene en cuenta al hombre por su actividad económica se lo transforma en hombre económico; y la familia es alienada por el trabajo.  

La tecnología, uno de los pocos dogmatismos aceptados y permitidos en estos tiempos, debe ser un complemento para permitir al hombre aliviar el peso del trabajo, pero jamás puede avanzar hasta hacer desaparecer el trabajo humano.       

La innovación tecnológica de la que tanto se habla, si no es encauzada correctamente genera por un lado exclusión social, por otro lado un ritmo laboral insoportable para los que lo poseen  y por último una inequitativa e injusta distribución del ingreso.

Esta es la triste realidad – la que cuenta -, pero no te preocupes, pues con esta pandemia y el proyectado reseteo de la economía tienen resuelto el problema para ti y para todos.

Como lo maquinan Biden, Klaus Schwab, Francisco y tantos otros, ya no necesitarás trabajar. Para tu consuelo y alivio la economía estará en manos de las multinacionales - es decir los bancos, laboratorios . . -, ya no gozarás ni necesitarás tu pequeña empresa,  tu artesanía, tu oficio para vivir con dignidad.

¡Ah, pero subsistirás con la dignidad que te imponen los amos del mundo!

Para ti tienen proyectado un futuro venturoso, no trabajarás más, pero tendrás una renta básica universal. No tendrás nada, todo será de los amos, pero si te portas bien serás feliz.

No es una pesadilla luego de una noche tragos, es el futuro inmediato que te acosa, te hostiga, te asedia para hacerse presente de una vez por todas, mientras sigas aletargado ocupándote de las minucias de este mundo.

                                                                                                            Roberto E. Franco

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