La contradicción más grande
que padece el hombre en los albores de un nuevo milenio, es que por un lado el
trabajo es una condición indispensable para perfeccionarse como ser humano y
por otro lado es muy dificultoso lograrlo, y mucho más difícil aún, es realizarlo
en condiciones aceptables para por lo menos, subsistir dignamente.
El trabajo, es necesario
decirlo, es universal pues alcanza a
todos y cada uno de los hombres, porque reside en la dignidad misma del ser
humano.
Por esa misma dignidad es
imprescindible que el mismo sea asegurado en todo momento, y es inaceptable
desde un punto de vista natural y ético pensar que cualquier factor de
producción, como el capital, sustituya al hombre en la mecánica del proceso
productivo.
Esto se palpa en la actividad
económica originaria, el campo, la que ya no reúne la esencia propia de todos
los tiempos: la espera. Ahora todo se mide en tiempos de eficiencia y el apuro.
La ruptura del orden natural tiene sus funestas consecuencias.
De 1983 a 2021 la población rural
de Gualeguaychú cayó un 57,9 %.
Estos pobres excluidos,
ignorados, pasaron a engrosar e incrementar los barrios precarios periféricos.
De su destino – planes - hablaré en otra oportunidad
La nueva cara del
capitalismo – globalización y cuarta revolución industrial - muestra que éste
ya no sólo es capaz de explotar al hombre a través de su trabajo, sino que
llega más lejos, también es capaz de excluirlo.
El hombre sin trabajo no
sólo no logra satisfacer sus necesidades materiales básicas, sino que es
excluido del sistema de mercado, y es abandonado definitivamente para que
alguna entidad de beneficencia – quedan pocas - le pueda paliar su carencia
material y le facilite la realización de alguna actividad, aunque más no sea
recreativa, que le permita reconocer que al menos para algunos hermanos, sigue
siendo aún esa persona irrepetible que Dios creó y le asignó un lugar de
privilegio en la creación.
Cualquier tiempo de
desempleo, por más breve que sea, constituye una imperfección del sistema
económico, y si el mismo se prolonga denuncia problemas patológicos del mismo
sistema.
Las largas jornadas
laborales a que son sometidos muchos trabajadores para conseguir su sustento
necesario, atentan contra la necesidad de descanso y fundamentalmente no le permiten cultivar otras dimensiones de
la vida humana.
Si sólo se tiene en cuenta
al hombre por su actividad económica se lo transforma en hombre económico; y la familia es alienada por el trabajo.
La tecnología, uno de los
pocos dogmatismos aceptados y permitidos en estos tiempos, debe ser un complemento
para permitir al hombre aliviar el peso del trabajo, pero jamás puede avanzar
hasta hacer desaparecer el trabajo humano.
La innovación tecnológica de
la que tanto se habla, si no es encauzada correctamente genera por un lado exclusión social, por otro lado un ritmo laboral insoportable para los que lo
poseen y por último una inequitativa e injusta distribución del
ingreso.
Esta es la triste realidad –
la que cuenta -, pero no te preocupes, pues con esta pandemia y el proyectado
reseteo de la economía tienen resuelto el problema para ti y para todos.
Como lo maquinan Biden, Klaus Schwab, Francisco y tantos otros, ya
no necesitarás trabajar. Para tu consuelo y alivio la economía estará en manos
de las multinacionales - es decir los bancos, laboratorios . . -, ya no gozarás
ni necesitarás tu pequeña empresa, tu
artesanía, tu oficio para vivir con dignidad.
¡Ah, pero subsistirás con la
dignidad que te imponen los amos del mundo!
Para ti tienen proyectado un
futuro venturoso, no trabajarás más, pero tendrás una renta básica universal.
No tendrás nada, todo será de los amos, pero si te portas bien serás feliz.
No es una pesadilla luego de una
noche tragos, es el futuro inmediato que te acosa, te hostiga, te asedia para
hacerse presente de una vez por todas, mientras sigas aletargado ocupándote de
las minucias de este mundo.
Roberto E. Franco
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