jueves, 11 de noviembre de 2021

Bergoglio toma groseramente el nombre de Dios en vano

 


"El tiempo se agota; esta ocasión no debe desperdiciarse, no sea que tengamos que enfrentarnos al juicio de Dios por nuestra incapacidad de ser fieles administradores del mundo que nos ha confiado", escribió Francisco en una carta del 9 de octubre a la conferencia sobre el clima COP26 de Glasgow. 

Bergoglio vuelve a denostar a Dios identificándolo con el capo del cambio climático, cuando en realidad Él dictó que el mundo estuviera al servicio del hombre, y no al revés. Dios no nos va a juzgar en referencia a si comemos demasiada carne, si contaminamos (lo cual es inevitable) o usamos mucho plástico o aire acondicionado, como ha propuesto en otras ocasiones el pseudopapa (a menos que esto esté relacionado con pecados de gula, egoísmo, o falta de espíritu de pobreza). De hecho me ha sorprendido recientemente que en el examen de conciencia para la Confesión de una institución religiosa aparezcan los pecados ecológicos. Y es que los errores bergoglianos crecen y se multiplican hasta en los lugares más inesperados. 

Jesús nos juzgará en base a si hemos tratado de conocer y amar al Dios verdadero, y a los hermanos por medio de las obras de misericordia, entre las cuales Cristo no incluyó el cuidado de la Tierra, -un ente no libre incapaz de amar o sufrir a pesar de que, según Francisco, grite y hasta coja pataletas-, falsa obra de misericordia que Bergoglio se sacó de la manga. (Aunque el juicio para los católicos tendrá mayor exigencia)

A la vez, al pseudopontífice le importa un comino la administración del mundo sobrenatural de más de mil millones de católicos que él supuestamente tiene entre manos. No le interesa la enfermedad o la perdición de la creación más sublime de Dios en esta tierra que Bergoglio tanto idolatra: las almas inmortales de la especie humana destinadas a vivir en el inefable reino de los Cielos. 

Al contrario, fue nombrado y trabaja sin descanso para llevar al máximo número de personas al pecado y a la perdición infernal con sus confusión estudiada con el fin de rebajar las exigencias que Jesucristo propuso para salvarse. Eso sí que es una catástrofe irreversible y sin precedentes de la que Dios, sí, le pedirá estrechísimas cuentas. 


María Ferraz

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