miércoles, 26 de diciembre de 2012

¿ES CRISTO? O ¡EL ANTICRISTO!


La más completa representación del Anticristo se ha encontrado en la bestia que sale del mar, que san Juan exhibe en su capítulo trece.
Según se deduce de la Biblia, en los últimos tiempos aparecerá un Anticristo que superará a los anteriores en poder y maldad. Es al que san Pablo llama el “Hombre del Pecado”. Muchos lo adorarán y serán extraviados por sus obras grandiosas y su manera grandilocuente de hablar.
Obrará con astucia, proclamando una falsa religión sin dogmas, sin sacrificio, sin cruz, centrada en un falso ecumenismo, en donde se adorará a la naturaleza y no a Dios, el Creador de la misma; una paz irenista, basada en el hombre mesiánico y autoproclamado todopoderoso
San Juan, por anticipado, nos asegura que Jesús viene para vencer definitivamente los poderes que obstaculizan el reinado de Dios.

Un manto de sombras, una penosa nube de falsedades y engaños invaden al hombre, sin distinción de corrientes religiosas.
Ese ámbito, inseparable de la vida toda del hombre – el espiritual – es el que ha recibido los mayores embates hacia el vuelo tedioso, infructuoso, que arribará irremediablemente al abismo.
Algunos pensadores católicos, imbuidos y conocedores de la gravedad del momento, profundizan su esclarecedor vuelo teológico en la búsqueda de algún resquicio que permita recuperar el tiempo pérfido para lograr imponer nuevamente la verdad sobre el engaño tenebroso de banalidades, desencantos, abdicaciones y adoraciones fragmentadas que instalan al Dios de lo superficial  - el Anticristo – desterrando al Cristo del heroísmo, de la sencillez y sobre todo de la verdad inmutable.
Como implora Mihura Seeber ¿no es imprescindible conocer y desentrañar al Anticristo para poder desenmascararlo?
Descifrando el Anticristo, veremos el recrudecimiento del Mal, como augurio de la venida definitiva de Cristo.
Dos armas letales acompañan su tránsito hacia la consecución de sus perversos objetivos.
Por un lado el eficacísimo poder de seducción por las ofertas del mundo democrático-hedonístico, y por otro, el mantenimiento de estructuras de poder autoritarias y belicosas. 
Entonces los ingredientes están dados, para cocinar el guiso que producirá el Anticristo personal, poder de seducción ligh, y poder de coacción violenta, hard.
Desde los centros del poder mundial se quiere identificar a occidente –el Anticristo - con el Cristianismo de siempre.
Y en el entre tanto la turba deambula y naufraga sin brújula, sin poder distinguir a Cristo de su impostor.
En este vacío, en esta soledad dogmática, el hombre incondicional a la fe, va mechando inconcientemente facetas de ambos extremos irreconciliables.
El hombre siempre ha tenido conciencia de que proviene de una naturaleza enferma. Esta afirmación no es excluyente de la Iglesia Católica. Por ende, si existe conciencia de esa falta cometida (Pecado), el hombre accede a un estado de insatisfacción tal que siente la necesidad espiritual de resarcir la falta cometida.
Mihura discurre en dos desarreglos de la naturaleza humana que necesitan de salvación: La Culpa y la Pena. La primacía dada por el hombre a la reparación por la Culpa, deviene en la satisfacción de la Divinidad por la Ofensa. Por ende, el hombre logra la liberación de la Pena, la que constituye el remedio que la Culpa ha ocasionado al hombre. La Culpa es el pecado mismo, la ofensa a Dios, la Pena el efecto fatal de la culpa sobre la naturaleza: el dolor, la enfermedad y la muerte.
Sintetizando, - siempre con Mihura - el sacrificio de Cristo salva al hombre del mal mayor de la Culpa, hace desaparecer la Culpa, la borra, porque Dios se satisface con la inmolación de su Unigénito. Pero, además, salva de las Penas.
Sería demasiado extenso embestir las innumerables facetas en las cuales el Anticristo se hace fuerte y consigue adeptos incondicionales. Pero sólo nos ocuparemos de algunas cuestiones esenciales como la tecnología y la Verdad.
Así como Cristo de la reparación de las Culpas, mitiga las Penas, el Anticristo, al contrario, asume la culpa y propone un mundo terrenal sin penas ni dolores, sin odios y sin guerras.    
Entonces uno de los prodigios de ese mundo paradisíaco propuesto sin embates, es la ciencia-tecnología.
Es así, porque la tecnología actual, y sólo la actual, ha transpuesto los umbrales inimaginables hasta hace algunas décadas y procura en su itinerario cumplir los fines del Anticristo a que nos referíamos anteriormente.
La tecnología posmoderna, adherida plenamente al positivismo científico tiene la insolencia de penetrar en la naturaleza para transmutarla. Ejemplo de ello son la física con la fisión nuclear, la biología, la genética, loa clonación, etc.
El positivismo no creía en las esencias, la tecnología actual va mucho más lejos, las transforma. Esto, ayudado por el malicioso accionar de los medios de comunicación, hace creer que esta tecnología tiene capacidad creadora y puede osadamente suplantar a Dios.   
Es tal el desatino puesto en evidencia, que lo que propone y se lleva a cabo ya, es modificar el Orden Natural
Esta entelequia es mucho más grave, porque ya no se engendra un desorden en lo accidental, como es el pecado, sino que ya modifica y deprava las esencias.
La naturaleza ya no es más esa belleza que Dios nos proveyó para que nos sirviéramos de ella, pero también para contemplarla, para dejarla emerger y retoñar por si sola.
¿Puede Cristo suscitar tamaña felonía?
Como reflexiona Mihura Seeber se hace fe a la tecnología, se hace fe al hombre, se hace fe al Anticristo.
La Verdad es otro de los dilemas del hombre de nuestro tiempo 
Todo hombre debe interrogarse acerca del principio de unidad que reúne todas las cosas que existen.
Y es el logos, precisamente, quien tiene la misión de recoger o reunir. Es el logos el que da el sentido a todo lo que existe. 
La falta de logos nos lleva a vivir en el desasosiego por el desconocimiento de la verdad, es una forma sutil de vivir en la esclavitud y el servilismo. La falta de logos es la diversidad, el caos.   
Si el hombre no accede a la unidad, en la actividad de la que se ocupa, solo apreciará su dimensión utilitaria, sirve para, y pierde sentido todo, hasta el hombre mismo.  
Como la verdad se revela ante el hombre, nuestra misión originaria no es su búsqueda, sino su manifestación. Por ello debemos sacarla a luz.
El segundo paso, es el pensar la verdad, lo que se expresa por la contemplación.
Pero, a su vez, ese saber originario – la verdad – es esencialmente comunitario.  De ahí deviene el quehacer académico (la teoría) que es contemplativa y es la Filosofía.
Por todo ello de la Filosofía proviene todo saber, aunque sea sobre un aspecto parcial de la realidad, debe ser instrumento de la Verdad, la Unidad.
Pero, la Verdad, la Unidad por su riqueza infinita se manifiesta y se oculta al mismo tiempo. Esto es lo que conduce a la tarea noble de la Universidad: la investigación.
La investigación debe seguir la huella, es decir la Verdad.
La Universidad debe enseñar. Ahora bien, para ello es imprescindible poseer el saber,
Todo ésto está en total dicotomía con la ciencia moderna y su técnica procedente; independizadas, desintegradas alejadas de su deber natural: la Unidad.
En la Unidad, sí, sólo en la Unidad, todo tiene lógica, sentido común.
Por todo ello es extremadamente pernicioso el accionar de la dictadura de la ciencia y la técnica, apartadas de los fundamentos de la Verdad. De esta manera surge en el hombre el ansia de lo insaciable,  creciendo - siguiendo a Sáenz – extensivamente pero no intensivamente. Crece hacia adelante, pero no hacia arriba. Crece en lo superficial pero no en profundidad.
En síntesis, todo diálogo, toda búsqueda de consenso será efímero, si la huella que todo lo motiva, que todo lo mueve, no es la Verdad.
Este mundo posmoderno pluralista y tolerante ha sabido desacreditar el dogmatismo propio de la Iglesia Católica – por ello el mundo occidental no tiene nada que lo relacione con esa Iglesia – y su relativismo ataca tenazmente la verdad. ¡La verdad no existe! Nadie puede afirmar que la posee. Ello sería una osadía imperdonable.
En tiempos en que el ecumenismo adquiere una dimensión excluyente, la prudencia debe imperar para que, en la Iglesia no se haga carne el pluralismo de la verdad.
Para el Cardenal Giacomo Biffi - siguiendo a Soloviev - en los ejercicios espirituales que predicó en el 2007 a la Curia Romana con la presencia del Papa afirma que el Anticristo será pacifista, ecologista y ecumenista.
Pacifista porque prometió la paz y les será dada; ecologista porque el nuevo amo del mundo será ante todo un filántropo, amigo de los hombres y de los animales; y ecumenista porque buscará el consenso a través de concesiones..., demostrando a todos el mismo amor.

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