miércoles, 18 de diciembre de 2019

El catolicismo se desploma en Argentina


 | 

El número de católicos en Argentina ha pasado en poco más de una década del 76,5% al 62,9%, una tendencia desastrosa que, de no revertirse, llevaría a la extinción de la fe en el país del Plata en medio siglo.

Es como si Argentina hubiera esperado a tener a uno de los suyos en el Solio Pontificio para perder la fe en masa. Según la última investigación nacional sobre creencias y actitudes religiosas del instituto Ceil/Cinicet, en poco más de una década la cantidad de argentinos que se confiesan católicos ha sufrido un espectacular descenso, del 76,5% al 62,9%. Una década que viene a coincidir más o menos con el tiempo que lleva el argentino Francisco al frente de la Iglesia.
Además, en comparación con los protestantes, los católicos practican menos su fe. Solo el 1,7% va a misa a diario y, aún más alarmante, solo un 11,2% dice asistir a misa los domingos.
En cuanto a la popularidad del Papa entre sus paisanos, la indiferencia ante lo que haga o diga es la nota dominante. El resto se divide casi a partes iguales (27%) entre quienes tienen una opinión positiva y quienes la tienen negativa.
Aunque el caso argentino es especialmente significativo, tanto por lo acusado de la tendencia como por el hecho de que coincida con el reinado del primer Papa argentino de la Historia, va en consonancia con la línea general de apostasía generalizada y creciente en Occidente iniciada en el postconcilio y acelerada en los últimos años. Pero, al mismo tiempo, y como hemos podido leer hoy especialmente en los ditirambos dirigidos al Papa con motivo de su cumpleaños, debemos creer que vivimos una ‘primavera eclesial’ y que nunca hemos estado mejor que ahora.
El ‘truco’, si se me permite el término, parece estar en que deseamos una ‘Iglesia en salida’ que busque la oveja perdida y evangelice sin atender a su autopreservación. Pero las ovejas perdidas no acaban de entrar en el redil, y las 99 que se descuidan, como vemos en todos los estudios estadísticos, empiezan a buscarse otros pastos.
Desde luego, la Iglesia de Cristo no es ni una empresa ni un partido político, aunque solo sea porque ni en la una ni en el otro ‘colaría’ lo de llamar ‘primavera’ a semejante debacle. La idea viene a ser que somos menos pero mejores, más ‘comprometidos’, pero tampoco esto parece demasiado evidente, por no hablar que detrás de esos fríos números de nuevos apóstatas hay almas, personas con la enorme responsabilidad personal de haberle dicho “no” a Cristo en su Iglesia. Eso debería ser causa de honda preocupación, no de las palmaditas en la espalda que parecen ser de rigor estos días.
Pero, ya digo, presumir que los que quedamos somo un grupo más selecto, más cercano al corazón de Cristo, no hay mucho que lo avale. Lejos de influir en el mundo como esa sal que, pequeña en cantidad, presta su propio sabor a todo el plato, la Iglesia de hoy parece convertir en eje de sus nuevos mensajes lo que el mundo, por su cuenta y riesgo y a menudo en contraposición a la fe, ha decidido ser el nuevo ‘summum bonum’. Y muy especialmente los más poderosos de esa opinión mundana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJENOS SU COMENTARIO, ¡ALABADO SEA JESUCRISTO!