
| 22 diciembre, 2019
Estamos en vísperas de la Navidad y seguimos entre los gozos y las sombras a que estos tiempos ya nos tienen acostumbrados. Desde el Vaticano no pasa un día sin dos o tres rarezas, inventos, que van más o menos en contra de la religión y el sentido común. El Papa Francisco prohíbe llamar a la conversión de los no cristianos, algo que aparece como central en los evangelios, salvo que ya no sepamos leer.
Pero no paramos ahí. En una reciente entrevista con Mancini, el entrenador dedicado a Medjugorje, ya no hace la señal de la Cruz cuando entra al campo «para no enojar al Papa». Parece que en un encuentro con él en audiencia le preguntó: ¿pero por qué haces la señal de la Cruz? Podemos ver el enlace y escucharlo con nuestros propios oídos. Alguien parece haber dicho: «Quien me reconozca ante los hombres, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo». Entonces, ¿por qué dejar de hacerlo?
Seguimos con el asombro al leer artículos que relacionan la renuncia de Sodano de Decano del Sacro Colegio Cardenalicio, ¡después de 14 años!, con la cobertura de Maciel. Durante dos años, Sodano, que tiene noventa y dos años y está muy mal en las piernas, le ha pedido al Papa la renuncia, siempre obteniendo la respuesta: quedarse un poco más. Pasar que este gesto es un castigo por encubrimiento cuando tenemos los casos mucho más recientes de McCarrick, Zanchetta, Pineda, etc…es ridículo.
En los ‘auguri’ de Navidad a la curia volvemos a tener otro enfado pontificio intentando ridiculizar e insultar a todo el que se opone mínimamente a las ocurrencias del momento. Citando a Martini nos dice que estamos llegando con doscientos años de retraso, dado que esta frase fue pronunciada hace 20, ya estamos en 220 años de retraso. Si sacamos las consecuencias entenderemos que la Iglesia Católica no ha realizado su revolución francesa con su Libertad, igualdad y fraternidad y esas cosas. Es increíble la manipulación de la historia que todo esto encierra. Quizás hay algunos que se están enterando con 200 años de retraso que ya no estamos en tiempos de las cruzadas, que la cristiandad no existe y que los cristianos han sufrido en el siglo XX las mayores persecuciones de su historia. Solo podemos dar la bienvenida al Papa Francisco a la realidad y esperemos que actúe en consecuencia. El Papa Francisco pretende influir en la política del momento como en los peores tiempos de la cristiandad, quitando y poniendo reyes, bailando con los poderosos del momento con la música de moda. Los chinos están encantado con Sorondo y sus aportaciones. El secretario de las Naciones Unidas canta duetos perfectamente ensayados con el Papa Francisco. El Italia se intentan retorcer los resultados electorales hasta límites nunca vistos. La inmigración y el calentamiento, con santa Greta al frente, son los nuevos evangelios que hay predicar a tiempo y a destiempo.
En este mundo de locura lo único que parece preocupar al Papa Francisco es la rigidez, que algún día explicará en qué consiste. Ya no se habla de clericalismo porque no se entendía nada y hemos pasado a la rigidez. Lo que por ahora entendemos es que rígido es todo aquel al que no le gusta lo que hace y dice el Papa Francisco y sigue con entusiasmo sus cambiantes opiniones. La consecuencia que estamos viendo es el alejamiento, la huida, de miles de fieles que abandonan la barca de Pedro ante el rumbo alocado que está tomando. Vemos cómo se empieza a desarrollar la idea de los barcos de salvamento en los que esperar a que la barca de Pedro vuelva o tomar un rumbo tranquilo. La tempestad que nos rodea es de una gran magnitud y nos pilla con un timonel que bromea con el peligro. Tenemos la confianza en que Dios no permitirá nunca que su iglesia termine como el Titanic, pero camino lleva.
La cristiandad y las cruzadas hace mucho tiempo que son historia en el mundo civilizado, no así en otros, y que coincide con las naciones de tradición cristiana. Los católicos de hoy han nacido en un mundo que no se rige por los principios de la fe y lo saben perfectamente. En la reciente visita a un colegio el Papa Francisco ha prohibido hablar de conversión con hebreos y musulmanes. Nos imaginamos la cara de estupor de unos alumnos que ya no son cristianos y que no se les pasan estas cosas por la cabeza. El problema que hoy tenemos es la indiferencia religiosa, que no es patrimonio único de los cristianos. La inmensa mayoría de adolescentes de hoy viven al margen de hecho religioso y una visita del Papa Francisco causa el lógico interés mediático, y poco más. No estamos ante un alumnado de fervientes católicos que persiguen a los que no profesan su fe sino ante una masa de indiferentes a los que no importa su fe ni la de los demás.
Estamos en vísperas de la Navidad y los católicos de a pie que estos días se acercarán a celebrar la fiesta asistiendo a la Misa se encontrarán con que son una minoría envejecida y además insultada por quien debería animarles al proselitismo en esta sociedad secularizada. Quizás le vendría bien al Papa Francisco darse una vuelta por las zonas comerciales de Roma para darse cuenta dónde están sus diocesanos y cuales son sus intereses. Sabemos que el Papa Francisco se acuesta muy pronto, pero cuando se levanta al alba todavía llega a tiempo de disfrutar de la noche romana y ver dónde están los jóvenes de su diócesis y lo poco que les preocupa la religión del que tienen al lado. Basta que pregunte a los empleados del Vaticano cuántos son católicos y, si las respuestas son sinceras, se llevará alguna que otra sorpresa. Mientras los seminarios y noviciados cierran continuamente y las iglesias se vacían seguimos con elucubraciones inútiles que a nada sirven.
«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. »
Buena lectura.
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