| 11 enero, 2020

Hoy, una vez más.
No se puede decir más alto ni más claro. Ni con más riesgo, eclesial, político y social, dentro del que hoy cabe en España que, de momento, no es todavía grave.
Lo que me deja verdaderamente perplejo es que haya quien ante esa claridad, esa valentía y ese asumir el riesgo que puede llegarle por su fidelidad a Cristo, haya «perfectos», que jamás dieron un palo agua, que no han hecho por la causa de Dios nada que se conozca y que hasta se ocultan bajo un Nick que se permiten ponerle peros porque su cretinismo cree que el cura no da suficientemente la talla. Y lo dicen desde una talla absolutamente cero. No son nadie, no hacen nada, si desaparecen nadie se entera y nada se pierde.
Pues yo, con nombre y apellido, desde el riesgo que me pueda corresponder, que seguro que es bastante más que el nulo que asumen ellos, mi admiración a todos los que en estos días recios, hombres y mujeres, tienen el valor más que acreditado y una hoja de servicio repleta de méritos.
Ante intervenciones como esta sólo cabe la adhesión, el aplauso y la oración por él y por todos los que están en la trinchera frente a los enemigos de Dios. Jugándosela.
Y que los que jamás se han jugado nada se atrevan a ponerles estúpidos reparos es como para mandarles sin más a ese sitio maloliente.
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