Una de las primeras biografías de Jorge Bergoglio que se escribió fue la de Omar Bello (El verdadero Francisco), quien había tenido con él una estrecha relación en sus épocas de arzobispo porteño. Curiosamente, el libro se agotó rápidamente, nunca fue reeditado y el autor murió poco tiempo después en un accidente (?) automovilístico. Pueden bajarlo de aquí. En la p. 36 narra la siguiente anécdota:
— ¡Hay que echarlo ya! —reclamó Bergoglio levantando la voz. Las paredes temblaron. —¡Ni un día más puede estar acá ese tipo! ¿Entendieron?
Se refería a un empleado de la Curia que, según se dice comúnmente, se le había metido entre ceja y ceja.
—Me lo echa enseguida. ¿Entendido?
—Pero va a querer hablar con usted… —replicó uno de los ecónomos.
—Dije que lo eche ya. ¿En qué idioma hablo?
—Está bien, monseñor… Lo echamos enseguida
[…]
Ya echado, el empleado en cuestión pidió una audiencia con el cardenal y se le concedió rápido, sin hacer preguntas.
—Pero yo no sabía nada, hijo. Me sorprendés… —aseguró el actual Papa cuando el “echado” le narró sus cuitas.
El hombre salió de las oficinas cardenalicias sin trabajo pero con un auto cero kilómetro de regalo, creyendo que Francisco era un santo empujado por circunstancias ajenas a su control, dominado por una caterva de asistentes maliciosos. La historia de este despido es repetida hasta por los encargados de seguridad de la Curia porteña.
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