jueves, 3 de diciembre de 2020

El Vaticano la última monarquia, el Papa Francisco y la propiedad privada, 2020 años de NOM de Jesucristo.


Por SPECOLA | 02 diciembre, 2020

Hay días de muchas noticias, pero repetitivas y que no aportan demasiados datos, y otros, como hoy, que no son tantas, pero que aportan mucho. Empezamos con un discreto artículo que nos parece de gran importancia para entender muchos de los embrollos que organiza el Vaticano jugando con los tribunales y las fronteras. El Papa Francisco es el gran predicador contra los muros y, sin embargo, es la cabeza de la única monarquía absoluta que queda en el mundo como forma de gobierno, que marca continuamente y con precisión sus muros, pero pretende hacernos creer que no existen. Tenemos que aprender a separar el estado del Vaticano, realidad política, con la Iglesia Católica, realidad religiosa. El estado Vaticano necesita a la Iglesia para existir, no al contrario.


Las normas que rigen los juicios en el Vaticano no cumplen con los principios del Convenio Europeo de Derechos Humanos y, por tanto, dificultan mucho la colaboración con la autoridad judicial italiana y con el resto del mundo. Con motivo del último mega escándalo, centrado en Becciu, hemos visto movimientos judiciales con Italia que nos pretenden vender una normalidad inexistente. Las sombras del pasado, vinculadas a los continuos escándalos del banco del Vaticano, el IOR, en tiempos de Marcinkus y  Calvi, suicidado bajo un puente, casualmente, también en Londres, nos siguen persiguiendo.


Hace ya un mes de la  detención de la  presunta «espía», lady Becciu, la Marogna, revocada por la Corte de Apelaciones de Milán a la que los promotores de justicia del Vaticano habían solicitado la extradición, lo que resulta muy problemático. La noticia de hoy es que el Tribunal de Revisión de Roma ha cancelado por completo una incautación ordenada a un empleado de la Secretaría de Estado, solicitada por el fiscal del vaticano. La razón es que no existe  tratado o convenio específico de asistencia jurídica, no es posible la colaboración directa entre los dos fiscales y  la incautación con fines preventivos debe ser aprobada por un juez de acuerdo con las normas italianas.  El Estado del Papa no es un Estado de derecho y sus normas no cumplen con los principios del Convenio Europeo de Derechos Humanos.


El sitio web oficial del Estado de la Ciudad del Vaticano lo advierte con claridad: «la forma de gobierno es la monarquía absoluta. El jefe de estado es el Sumo Pontífice, que tiene plenos poderes legislativos, ejecutivos y judiciales.(…) El poder judicial lo ejercen, en nombre del Sumo Pontífice, los órganos como establecido según el sistema judicial del Estado». La legislación vaticana no se ajusta, ni de lejos, a la que en los estados democráticos garantiza el derecho mínimo del ciudadano a un juicio justo. En el Estado del Vaticano los promotores de justicia pueden arrestar directamente a los sospechosos sin acudir primero a un juez y los propios investigadores, sobre la base de una autorización explícita del Sumo Pontífice (el «rescripto» derivado del Imperio Romano) también pueden derogar las escasas garantías que los códigos del Vaticano otorgan a los investigados. Con Marcinkus, la justicia italiana pidió al Vaticano detenerlo, pero el Vaticano se negó, alegando la inmunidad de sus altos cargos, hoy, la jurisdicción italiana, por dos veces,  ha rechazado las iniciativas de los investigadores del Vaticano.


Se habla mucho de la necesidad y urgencia de una reforma de la Curia romana, sin embargo, no se siente la necesidad y urgencia de una reforma de las iglesias locales y de las órdenes religiosas que parecen destinadas a permanecer como son hoy, intocables, no reformables. Sorprende el gran número de abandonos de sacerdotes y religiosos en estos últimos años. Al hecho de la escasez de vocaciones hay que añadir el abandono que se produce en los más jóvenes. Los datos se maquillan y ocultan intentado mostrar una primavera inexistente. Al ver las razones de estas deserciones se analiza meticulosamente la falta de madurez de los jóvenes de hoy, las sociedades secularizadas, pero nunca, nunca, ni de lejos se piensa en que los actuales ‘superiores’ no están dando la talla y la gente se cansa. Si quitamos el amor al evangelio y a la iglesia es muy complicado mantener fidelidades por un miserable sueldo. Ni los obispos, en general, ni los superiores religiosos, en general, ayudan a crear entusiasmos y las posibilidades son demasiadas.


Para el Papa Francisco:  «Construimos la justicia social sobre la base de que la tradición cristiana nunca ha reconocido el derecho a la propiedad privada como absoluto e intocable», “el derecho a la propiedad es un derecho natural secundario derivado de los derechos que tienen todos, resultantes de los bienes creados. No hay justicia social capaz de abordar la iniquidad que presupone la concentración de la riqueza». Un enfoque mitad del socialismo real al estilo soviético y mitad del madurismo venezolano.


La Doctrina Social de la Iglesia siempre ha defendido el derecho natural a la propiedad privada, fruto del trabajo, garantía de la verdadera libertad, protección de la familia, motor de la economía porque, como decía León XIII, uno está más comprometido con lo suyo que con el de los demás. El derecho natural a la propiedad privada no entra en conflicto con el otro principio del destino universal de los bienes y no está sujeto ni condicionado por él, como parece argumentar el Papa Francisco. Están al mismo nivel o, se puede decir, son el mismo principio. De hecho, solo hay una manera de lograr el destino universal de los bienes de manera justa y natural: difundir la propiedad privada, que debe ser expandida y no reducida, exaltada y no vilipendiada, convenientemente potenciada por un contexto ético y cultural verdaderamente humano, pero no reducido a una cuestión marginal de una economía centralizada.


En el periódico de los refugiados armenios en Francia, Michel Onfray dice:»¡Si yo fuera cristiano, diría que Francisco es el Anticristo!», «Nunca antes un Papa había hecho tanto para acelerar la caída del cristianismo», «la izquierda islamista y el catolicismo ecuménico del Vaticano II viajan juntos».


Gotti Tedeschi ofrece una reflexión sobre el Adviento y los tiempos confusos, desordenados y difíciles que vivimos: «El verdadero Nuevo Orden Mundial no tiene 50 años, sucedió hace dos mil años con la venida de Cristo». «El viejo orden mundial antes de Cristo se basaba en propuestas de paz aparentes y muchas veces incluso injustas o perturbadoras, ya que ignoraban el pecado original, con el Nuevo Orden de Cristo, la paz se convierte ante todo en un orden interior, fruto de la lucha contra el pecado, compuesto por pasiones desordenadas.


«Siento compasión de la gente, …»

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