viernes, 14 de mayo de 2021

FRANCISCO Y EL HACER

 

Retomo el tema del ser y el tener, motivado por afirmaciones del Papa Francisco que merecen  ser analizadas no en sí mismas, sino en la totalidad de su magisterio.

Un hecho aislado podría pasar desapercibido, pero  va unido a un sinnúmero de hechos contrarios a los principios de la Tradición, y es indispensable sacarlos a la luz. 

La objeción parte de un  principio esencial:

¿Lo que no se cambió durante 2000 años se puede cambiar sin argumentos legítimos?

En su catequesis sobre la oración Francisco ha sostenido “Algunos maestros de espiritualidad del pasado han entendido la contemplación como opuesta a la acción, y han exaltado esas vocaciones que huyen del mundo y de sus problemas para dedicarse completamente a la oración”.

Esta afirmación es temeraria  pues es evidente que a los fines de la filiación del hombre hacia Dios son esenciales aquellos que dedican con exclusividad su vida a la oración pidiendo por todas las desviaciones que cometemos a diario los hombres.

Por supuesto, sus amigos de ruta, Joe Biden, Klaus Schwab y otros hacen gala de un activismo protervo. 

El acceso a la cultura le ha permitido al hombre crecer en el plano espiritual, pero le ha dado un afán notable por las cosas cotidianas.

Todos estos descubrimientos permanentes y el acceso a tantas veleidades han convencido al hombre de que “Dios ha muerto”.

Ese hombre otrora absorto en la contemplación de la cuál se derivaba toda su acción, se vuelve el hombre del hacer, luego económico y luego consumista.

Ese activismo creciente lleva a un grado de estallido que se vuelve irracional. 

Ese activismo deriva en el cambio, que lleva al hombre – movido por fuerzas “exteriores” – a adaptar todo a las nuevas tecnologías y todo aquello que antes era normal ahora es anticuado, cavernícola y obsoleto.

El fin del cambio es el exitismo y el triunfalismo. El hombre masa se convence que ese es el camino y como dice Alexis de Tocqueville “en la democracia los simples ciudadanos ven a un hombre salir de sus filas y alcanzar en pocos años riquezas y poder, suscita en ellos sorpresa y envidia, y tratan de averiguar como el que ayer era su igual hoy es revestido del derecho de mandarlos”.

Es temeroso e inicuo expresar esta confusa relación de la acción y la contemplación.

Como lo había fundado anteriormente, ambas se complementan pero todo parte del inexcusable principio de que la acción se subordina a la contemplación, sino caemos – entre otros - en el capitalismo, al cual por otro lado, Francisco agravia sin tapujos, pese a que sus amigos son los poderosos de ese monstruo. 

La contemplación atenta de las grandes verdades, especialmente la que nos hace captar el valor de cada persona, de alguna manera precede pero también acompaña a la acción. Por otro lado, para poder reflexionar y contemplar, necesitamos tener resueltas las necesidades de la vida, a las que se dedica la vida activa y tender de forma ordenada al bien. Ambas, pues, en nuestro estado actual, son requisito para alcanzar la felicidad, aunque sea imperfecta.

En cierta ocasión Santo Tomás le preguntó a San Buenaventura que de donde sacaba la sabiduría que expresaba y San Buenaventura lo llevó a su celda austera donde había un crucifijo y un reclinatorio y le dijo: de la contemplación de la cruz de Cristo es de donde saco todo lo que predico.

¡Qué lejos estamos de formidable afirmación!

La seducción, el servicio a los poderes ocultos, la adecuación a los tiempos modernos, parecen que imperan en la Iglesia, incitando  a ser indiferentes con aquellos que buscan la Verdad.

Roberto E. Franco

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