domingo, 10 de octubre de 2021

NOS GOBIERNAN UNOS PELOTUDOS: La reunión 26º de Naciones Unidas por el Cambio Climático va a ser su última andanza


Cuando uno ve las escenas de los últimos días de las FFAA de EEUU en el aeropuerto de Kabul acumula evidencia de que estamos gobernados por idiotas. Pero, por supuesto, ya lo sabíamos. En todo el mundo desarrollado, los gobiernos y los políticos reciben un universal y bien ganado desprecio. Claramente, el sistema político actual es insostenible: las sociedades no pueden vivir para siempre bajo el imperio de gente en la cual uno desconfía y detesta.

Autor: Gerald Warner
Nota original en inglés al pie.
Traducción: @Hyspasia
Cuando uno ve las escenas de los últimos días de las FFAA de EEUU en el aeropuerto de Kabul acumula evidencia de que estamos gobernados por idiotas. Pero, por supuesto, ya lo sabíamos. En todo el mundo desarrollado, los gobiernos y los políticos reciben un universal y bien ganado desprecio. Claramente, el sistema político actual es insostenible: las sociedades no pueden vivir para siempre bajo el imperio de gente en la cual uno desconfía y detesta.
La debacle de Kabul ilustra al punto de la caricatura al incapacidad de los pseudodemocráticos gobiernos contemporáneos para lidiar con eventos de administraciones pasadas, lo que debería ser visto como tarea regular y de todos los días. Los habitués del pub Dog and Duck, en su discusión de cinco minutos sobre la evacuación de Afganistán, rápidamente hubieran podido identificar la necesidad de expatriar a los civiles antes que nada, asegurar las armas y remover sólo después del resto a las tropas.  No se necesita ser un científico nuclear.
Sin embargo, pareció ser demasiado para los poderes cognitivos e intelectuales del actual ocupante de la Oficina Oval (Casa Blanca, EEUU). Imaginen, por sólo un momento, la reacción de la prensa y de los políticos si esta catástrofe hubiera sido presidida por Donald Trump. ¿Pero, por qué estaríamos sorprendidos? La frontera sur de los EEUU, bajo Biden y esa señora que solía estar con él hasta que desapareció, es una gigantesca brecha en la soberanía del país, por la cual se filtran gansters latinoamericanos y terroristas yijadistas. El que supone ser el único superpoder es una burla, con su presidente recibiendo fechas límites por parte de terroristas talibanes.
Nuevamente, ¿de qué deberíamos sorprendernos? Esas son las mismas personas – de hecho el mismo partido político Demócrata – que rompió la economía del mundo en 2008-2009, luego de que la administración Clinton creara la crisis de las hipotecas sub-prime (de alto riesgo) al lanzar dinero a insolventes bajo regulaciones para las minorías: en un caso notorio le dieron U$D 500.000 a un desempleado beneficiario de la seguridad social. El Departamento de Justicia controló el mercado inmobiliario de viviendas por años, en cumplimiento de una agenda woke (progre) en búsqueda de votos, hasta su inevitable colapso que provocó un efecto dominó alrededor del mundo.
Europa no hace las cosas mejor. Para sorpresa de varios, quienes privilegiaban el interés nacional y el sentido común ganaron la guerra por el Brexit y durante ese largo proceso de desgaste, natural para los arrogantes, privilegiados, elitistas miembros de la camarilla cuya autoridad había sido desplazada; todo eso fue expuesto a la luz del día. No era una vista bella. Durante la pandemia de COVID la clase política recuperó a base de golpes bajos, y con esfuerzo, parte de sus poderes de control social, con una mayoría de la población aceptándolo en base a los protocolos de salud, pero eso no quiere decir que se hayan beneficiado en el largo plazo.  El evidente desorden en sus filas, divisiones y errores de la clase política socaban aún más su autoridad, aunque la efectiva vacuna de Boris Johson le dio a los conservadores una credibilidad temporaria.
Si monumentum requiris…”. El estado de la sociedad británica hoy es testimonio de lo que será el próximo fallecimiento del actual sistema político. El supuesto pilar principal del orden social es la policía. Hoy, la policía británica recorre las calles en patrulleros salidos de una historieta pintados con los colores del arco iris, cubiertos por los símbolos de un movimiento político, en búsqueda obsesiva de “non-crime hate incidents” (incidentes de odio no criminales). ¿Por qué persigue la policía a no criminales cuando el porcentaje de resolución de verdaderos crímenes en Inglaterra y Gales descendió a un vergonzoso 7%?
Gran Bretaña tenía mejor policía bajo el gobierno de Sir Robert Peel (n. de t.: PM 1834-1835) – y aún se puede argumentar que también estaba mejor cuando la policía eran los Bow Street Runners (n. de. t.: sistema protopolicial en Londres entre 1849 y 1938). Por generaciones, Gran Bretaña estaba orgullosa de la neutralidad política de las FFAA y de la policía; ahora pareciera que nuestras fuerzas de seguridad interna reportaran a líderes no electos de barrios marginales, más que al elegido Ministro del Interior. Es parte de una fenómeno más amplio de wokeness (progresismo) – marxismo cultural – que representa a una pequeña minoría; que ha colonizado universidades, la prensa, los directorios de las empresas, el gobierno nacional y los locales, sin el beneficio de haber recibido ni una sola boleta en elección alguna que lo apoyase.
Sin embargo, hace cinco años atrás, todavía había Pollyannas (progres) listos para negar la existencia del deep state (estado profundo) y tildarlo de una teoría conspirativa. El problema con esta infección ideológicaes que las urnas ya no determinan quien dirige nuestras vidas o la agenda política. No más. Veamos un caso evidente: Nigel Farage.  Su supuesto pequeño partido político ganó una victoria arrasadora en una elección de diputados en el Parlamento Europeo y entró en la historia como el hombre que, más que ningún otro individuo, rescató a Gran Bretaña de las fauces de la Unión Europea. Aún así él no pudo superar los obstáculos que lo excluyeron de la Cámara de los Comunes, parmanentemente custodiados por las maquinarias partidarias.
Ahora, sin embargo, nos aproximamos a un punto decisivo, el punto de inflexión en el cual podemos presenciar el desplazamiento de la Oligarquía y su sistema pseudo-democrático. Insuficientemente escarmentados por la experiencia del Brexit y complacientes en el incremento de un estado que interfiere en la vida de las personas gracias a la emergencia de la pandemia, las élites van a ensayar lo que sería su más audaz impostura a la fecha – una que, de persistir, como el precedente del Brexit fuertemente sugiere que harán, puede ser, de una vez por todas, el fin de su poder.
Net Zero” (n. de t.: cero neto) es el epitafio que será tallado en las tumbas de la clase política globalista en todo el mundo desarrollado. En todas su proyecciones de privilegios y sus agresiones previas contra la libertad, han sostenido una fe fanática – tan fanática como la de los talibanes – : su religión es el alarmismo del cambio climático.
Esta histeria verde no es un alerta científico normal, seguido de investigación, consultas gubernamentales y el desarrollo de una respuesta, como en una conformación convencional de políticas públicas. Más bien, ha sido un movimiento mesiánico. basado en la exageración, miedo, acusaciones extravagantes rápidamente desacreditadas, subordinación a una agenda sensacionalista, movilización de jóvenes impresionables y la diseminación sistemática del Grande Peur (Gran Miedo o Pavura, en francés) como método de manipulación política.
Todo aspecto de esta escalada del miedo por el cambio climático revela su verdadero carácter como una campaña política más que investigación científica.  Sus verdaderos intereses son traicionados por la concentración de autoridad buscada por una agenda de las Naciones Unidas absolutamente politizada, el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, ONU); la lluvia de favores, subsidios y becas en favor de científicos pro-alarmismo y la marginalización de aquellos que se niegan a respaldar el programa completo; la colocación de la etiqueta de “negacionista” a los escépticos del calentamiento global y la declaración temprana de que “la ciencia ya lo determinó” y la decisión de no discutir con sus oponentes por parte de los defensores de la existencia del calentamiento global. El IPCC ha dicho que el caso ha terminado.

Reveladoras, también, fueron las escenas, sin precedente desde la Cruzada de los Niños (n. de t.: 1212) de los líderes mundiales haciendo reverencias ante la escolar escandinava que se hace la rata desde hace tiempo, la desafortunada víctima de profesores sembradores de temor – ¿no es eso muestra suficiente de que algo lejos de lo racional y científico ocurre?. Greta Thunberg sabe nada de meteorología o climatología, más allá del adoctrinamiento recibido, más allá de lo que los modelos climático producirán aquello que fueron programados para dar. ¿Recuerdan “Hide the decline” (*)?

Por supuesto, existe el cambio climático; siempre lo hubo. El vino de Northumbrian fue en algún momento muy popular y el Támesis se congelaba los inviernos entre los siglos XVII y XVIII. Deberíamos alertar sobre los cambios climáticos que requerirán modificaciones y deberíamos responder en forma localizada y focalizada. El problema es que no podemos, porque las preocupaciones realistas han sido cubiertas por una avalancha de histeria políticamente fomentada diseñada para facilitar los impuestos punitivos y la regresión a niveles de vida pre industrialización, como lo desean los fanáticos de la Extinction Rebellion (XR, n. de t.: grupo que augura la extinción masiva de los humanos y de la vida).

 
La sorprendente realidad es que los líderes del mundo desarrollado se preparan para dilapidar miles de billones de libras en una crisis que no ha sido analizada con transparencia por investigadores calificados y neutrales, para determinar su naturaleza y dimensiones. Muchas preguntas sin respuesta sobre los gases de efecto invernadero causados por el CO2 han sido sujetos a la manipulación partisana. Algunos alarmistas sostienen que del total del CO2 existente en la atmósfera, tanto natural como antropogénico, es responsable del 72,3% del efecto invernadero; los escépticos apunta que ese cálculo excluye el vapor del agua, que es el responsable del 95% del efecto invernadero, y cuando se toma en cuenta esa causa, el efecto del CO2 cae al 3,6%.
Estas diferencias radicales de evaluación (la excusa de los alarmistas para desestimar el vapor de agua de sus cálculo es que es “habitual” excluirlo) exige un chequeo de la realidad en base a la verdad objetiva. Si el CO2 producido por el hombre es una porción desestimable del efecto que crea el cambio climático, entonces la destrucción de la economía global no lo va a evitar. Las estimaciones de la proporción del CO2 producido por el hombre van del 3% al 4%. Para un alarmista es del 29%.  ¿Vamos a apostar nuestro patrimonio sobre presupuestos tan incoherentes y controvertidos?
Como sombra tenebrosa tenemos por delante el evento de calentamiento global dentro de la campaña alarmista: COP26. Va a ser el momento del culto Triunfo de la Voluntad, un reunión en la cual los líderes del mundo compiten en configurar compromisos en nombre de sus súbditos, en particular en el caso de Boris [Johnson, PM de Gran Bretaña], con una agenda particular para aplacar a Su Señora (**). La contribución de Gran Bretaña al putativo cambio climático es diminuta, pero nuestras autoridades han decidido dejar en claro que intentan gastar fortunas, en los niveles de miles de billones, a este problema real o imaginario, con el fin de ganarse puntos frente a la élite global.
Pueden entrar en un juego que puede resultar en su final. Cuando la población traumatizada por la pandemia sea forzada a manejar únicamente autos eléctricos, vean sus cuentas de energía llevadas a niveles tan caros que condenarán a los jubilados a la hipotermia, sea compelida a reemplazar sus estufas a gas por desacreditados y caros sistemas A/C frío-calor, y sea sometida a impuestos extorsivos “verdes” (n. de t.: que desalienten el consumo de energía), todo esto aumentando el caldo del descontento, conformarán la última agresión en una larga sarta de imposiciones; existe el verdadero riesgo de que la clase política se exceda a sí misma y provoque que sean eyectados del poder. Si usted lo duda, mire de nuevo las escenas del aeropuerto de Kabul; ahí verá la impotencia desnuda del orden globalista – la Confederación de Pelotudos – desprovista de toda credibilidad y ya no más capaz de supervivencia.
* * *
 
 
(*)
Un conocido caso de manipulación de observaciones científicas que perjudicaban una teoría en boga en los ’60. https://www.urbandictionary.com/define.php?term=hide%20the%20decline
(**)
El primer ministro de Gran Bretaña se acaba de casar con una mujer joven y bella, parte del lobby ambientalista.

 


Nos gobiernan los tontos: la COP26 será su último rally

[Gerald Warner]Ver las escenas en el aeropuerto de Kabul proporciona el último tramo de evidencia acumulada de que estamos gobernados por tontos. Pero, por supuesto, eso ya lo sabíamos. En todo el mundo desarrollado, los gobiernos y los políticos son objeto de un desprecio universal y merecido. Claramente, el sistema político actual es insostenible: las sociedades no pueden vivir eternamente bajo el gobierno de personas de las que desconfían y desprecian. La debacle de Kabul ilustra hasta el punto de caricaturizar la incapacidad de los gobiernos pseudodemocráticos contemporáneos para lidiar con eventos que administraciones pasadas habrían considerado tareas cotidianas. Los habituales en el bar del Dog and Duck, en una discusión de cinco minutos sobre la evacuación de Afganistán, habrían identificado automáticamente la necesidad de que los civiles fueran exfiltrados primero. el armamento asegurado y las tropas retiradas en último lugar. No podría estar más lejos de la ciencia espacial. Sin embargo, resultó demasiado para los poderes cognitivos e intelectuales del actual titular de la Oficina Oval. Imagínense, por un momento, la reacción mediática y política si esta catástrofe hubiera sido presidida por Donald Trump. Pero, ¿por qué nos sorprendería? La frontera sur de Estados Unidos, bajo Biden y esa mujer que solía ser su adjunta antes de desaparecer, es una brecha abierta en la soberanía de Estados Unidos, a través de la cual están afluyendo gánsteres latinoamericanos y ahora terroristas yihadistas. La supuesta única superpotencia del mundo es un hazmerreír mundial, y su presidente tiene plazos dictados por los terroristas talibanes. De nuevo, ¿Por qué nos sorprendería? Estas son las mismas personas, incluso el mismo partido político demócrata, que hicieron estallar la economía mundial en 2008-2009, después de que la anterior administración Clinton creó la crisis de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos al obligar a los prestamistas a arrojar dinero a prestatarios no calificados de minorías modernas; en un caso notorio, se adelantó un préstamo de 500.000 dólares con la garantía de un cheque de prestaciones por desempleo. El Departamento de Justicia controló el mercado inmobiliario estadounidense durante años, siguiendo una agenda de proto-despertar, hasta que el inevitable colapso provocó un efecto dominó en todo el mundo. Europa no fue mejor. Sorprendentemente, los defensores del interés nacional y el sentido común ganaron la guerra del Brexit y durante ese largo proceso de desgaste, la naturaleza de los arrogantes, La camarilla elitista titulada cuya autoridad había sido derrocada fue expuesta a la luz del día. No era una vista bonita. Durante la pandemia de Covid, la clase política recuperó algunos de sus poderes de control social, y la mayoría del público accedió por motivos de salud, pero eso no significa que se haya beneficiado a largo plazo. El desorden de patentes, las divisiones y los errores de la clase política socavaron aún más su autoridad, aunque el eficaz despliegue de vacunas de Boris Johnson dio a los conservadores una credibilidad temporal."Si pides una lápida ..."El estado actual de la sociedad británica es testimonio de lo que seguramente será la inminente desaparición del sistema político actual. El supuesto pilar principal del orden social es la policía. Hoy en día, la policía británica circula en "coches arcoíris" de dibujos animados, pintados de forma llamativa, adornados con los símbolos de un movimiento político, buscando obsesivamente "incidentes de odio que no sean delitos". ¿Por qué la policía persigue delitos cuando la tasa de solución de delitos reales en Inglaterra y Gales se sitúa ahora en un vergonzoso siete por ciento? Gran Bretaña estuvo mejor vigilada bajo Sir Robert Peel, posiblemente incluso bajo los Bow Street Runners. Durante generaciones, Gran Bretaña se ha enorgullecido de la neutralidad política de sus fuerzas armadas y su policía; ahora parece que nuestras fuerzas policiales dependen del no electo Stonewall, en lugar del secretario del Interior electo. Es parte de un fenómeno más amplio de "despertar" - el marxismo cultural - representativo sólo de una pequeña minoría, colonizando nuestras universidades, medios de comunicación, salas de juntas, gobierno nacional y local, sin el beneficio de una sola papeleta emitida en su apoyo. Sin embargo, tan recientemente como hace cinco años, todavía había Pollyannas dispuestos a descartar la existencia del "estado profundo" como una teoría de la conspiración. El problema con esta plaga ideológica es que las urnas ya no determinan quién dirige nuestras vidas y en qué agenda política. Tomemos un ejemplo sorprendente: Nigel Farage. Su partido político aparentemente menor obtuvo una victoria aplastante en las elecciones europeas y ha entrado en la historia como el hombre que, más que cualquier otro individuo, sacó a Gran Bretaña de la Unión Europea. Sin embargo, ni siquiera él pudo superar los obstáculos que lo excluyeron de la Cámara de los Comunes, bajo la custodia permanente de las máquinas del partido. Ahora, sin embargo, nos acercamos al momento decisivo, al punto de inflexión que podría ver el derrocamiento total de la oligarquía y su sistema pseudodemocrático. Insuficientemente castigados por la experiencia del Brexit y tranquilizados por el aumento de la extralimitación del Estado intruso al amparo de la emergencia pandémica, las élites están a punto de ensayar su impostura más audaz hasta ahora, una que, si persisten, lo que sugiere fuertemente el precedente del Brexit. lo harán, finalmente podrían terminar con su poder. “Net Zero” es el epitafio que se grabará en la lápida de la clase política globalista en todo el mundo desarrollado. En todas sus proyecciones de derecho y sus anteriores agresiones contra la libertad, han sido sostenidos por una fe tan fanática como la de los talibanes: su religión es el alarmismo climático. Porque esta histeria verde no ha sido una alerta científica normal, seguida de una mayor investigación, consultas gubernamentales y el desarrollo de una respuesta, como en la formulación de políticas convencionales. Más bien, ha sido un movimiento mesiánico, basado en la exageración, el miedo, los reclamos extravagantes posteriormente desacreditados, el soborno de los medios hambrientos de sensaciones, la movilización de jóvenes impresionables y la diseminación sistemática de una Grande Peur como método de manipulación política. Cada aspecto de la escalada del miedo climático revela su verdadero carácter de campaña política más que de investigación científica. Esto es traicionado por la concentración de autoridad sobre el tema dentro de la agencia de la ONU totalmente politizada, el IPCC; la lluvia de favores sobre los científicos pro-alarmistas y la marginación de aquellos que se niegan a respaldar el programa completo; la aplicación de la emotiva etiqueta "negacionista" a los escépticos y la declaración inicial de que "la ciencia está resuelta" y los defensores del calentamiento global ya no debatirían con los oponentes.El IPCC ha dicho que el caso ha terminado.También fueron reveladoras las escenas, sin precedentes desde la Cruzada de los Niños, en las que los líderes mundiales se referían a una colegiala escandinava ausente, la desafortunada víctima de una inescrupulosa provocación de miedo por parte de sus maestros, si eso no indicaba que estaba ocurriendo algo lejos de lo racional o científico. ? Greta Thunberg no sabe nada sobre la ciencia del clima, más allá del adoctrinamiento que ha recibido, al igual que los "modelos" climáticos producirán lo que han sido programados para ofrecer. ¿Recuerda “Ocultar el declive”? Por supuesto, hay cambio climático; siempre ha existido. El vino de Northumbria fue una vez muy popular y el Támesis se congeló en invierno en los siglos XVII y XVIII. Debemos estar atentos a los cambios climáticos que requerirán algunas modificaciones y algunos gastos, y debemos responder de manera localizada y focalizada. El problema es que no podemos porque el núcleo de las preocupaciones realistas ha sido enterrado en una avalancha de histeria de inspiración política diseñada para facilitar impuestos punitivos y una regresión a los niveles de vida preindustriales, como lo deseaban los fanáticos de Extinction Rebellion. La asombrosa realidad es que los líderes del mundo desarrollado se están preparando para derrochar billones de libras en una crisis que no ha sido analizada de manera transparente por investigadores genuinamente neutrales y calificados, para evaluar su escala y naturaleza precisas. Demasiadas preguntas sobre cuestiones como el porcentaje del efecto invernadero causado por el CO2 están sujetas a manipulación partidista. Algunos alarmistas afirman que el CO2 atmosférico total, tanto natural como antropogénico, asciende al 72,3 por ciento del efecto invernadero general; los escépticos señalan que este cálculo excluye el vapor de agua, que representa el 95 por ciento del efecto invernadero, y que cuando se tiene en cuenta, la cifra de CO2 cae al 3,6 por ciento. Tales diferencias radicales en la evaluación (la excusa alarmista para excluir el vapor de agua de los cálculos es que es "habitual" hacerlo) exigen una verificación completa de la realidad de la verdad objetiva detrás de estas afirmaciones en disputa. Si el CO2 producido por el hombre es una proporción insignificante del efecto que crea el cambio climático, entonces arruinar la economía global no lo evitará. Las estimaciones de la proporción de CO2 producido por el hombre oscilan entre el 3 y el 4 por ciento, hasta un alarmista 29 por ciento. ¿Se supone que debemos apostar toda la granja por argumentos tan incoherentes y contradictorios? Se avecina el evento culminante de la campaña alarmista: la COP26. Este será el momento del triunfo de la voluntad del culto alarmista, un mitin en el que los líderes mundiales competirán para hacer compromisos en nombre de sus súbditos, entre los que destaca Boris (con una agenda extra para aplacar a Her Indoors). La contribución de Gran Bretaña al supuesto cambio climático es extremadamente pequeña, pero nuestros gobernantes ya han dejado en claro que tienen la intención de arrojar dinero en efectivo medido en billones a este problema, real o imaginario, para ganar elogios de la élite mundial. Puede que estén entrando en el final del juego. Cuando una población traumatizada por la pandemia se ve obligada a conducir solo coches eléctricos inasequibles, ve cómo sus facturas de energía se elevan a niveles que condenarán a los jubilados a la hipotermia, se ve obligada a reemplazar las calderas de gas domésticas por bombas de calor costosas y desacreditadas, y se ve sometida a extorsiones ecológicas. impuestos, todo creando la máxima agresión en una larga serie de imposiciones, Existe una perspectiva real de que la clase política se extralimite y provoque su expulsión del poder. Si lo duda, eche otro vistazo a las escenas alrededor del aeropuerto de Kabul; allí se ve la impotencia desnuda de un orden globalista decaído, una Confederación de Necios, desprovisto de credibilidad y que ya no es capaz de sobrevivir.

Fuente:https://restaurarg.blogspot.com/2021/10/nos-gobiernan-pelotudos.html

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