martes, 29 de mayo de 2012

ENTRE EL ABISMO Y LA ESPERANZA: El Dinero Por el Buen Vivir. El Sistema Monetario Actual Funciona en Relación Directa con la Competencia


Hemos inventado el dinero y lo usamos,
                  pero(…) no comprendemos las leyes que
                lo rigen no controlamos su accionar. Tiene
                vida propia. 
                                                         Lionel Trilling

No es momento de analizar que el término exacto aplicado al funcionamiento del capitalismo liberal, no sea el de competencia, sino el de concurrencia. (cada ciudadano participa; ¡solamente!, con lo que tiene y  puede), pues para que exista la competencia es menester su subordinación a la reciprocidad en los cambios, lo que es negado definitivamente tanto en la teoría como en la practica.
La reciprocidad en los cambios implica que cada uno participa en la vida comunitaria y económica, no de acuerdo a sus talentos o – mejor dicho - destrezas, sino con las mismas posibilidades, sobre todo, de acceso a la satisfacción de sus necesidades elementales.
Es decir, la reciprocidad en los cambios existe cuando en todo tipo de intercambios se halla  un equilibrio ineludible que coadyuva a que ninguno de los participantes pueda sacar ventajas sobre los demás.
En este argumento atiborrado de cooperación y solidaridad se edifica el criterio por el cuál resguardamos la existencia de las llamadas monedas comunitarias o complementarias.
Además, craso error, al adecuar el dinero a los mecanismos de la competencia, se forja la moneda como un bien, siendo que la misma no es nada más que un medio de pago.
Llega a tal grado la omnipotencia de los bancos y la tosquedad consiguiente que, cuando se otorga un préstamo a una empresa, para su normal funcionamiento, se le prenda el dinero de la recaudación diaria.
En este mecanismo perverso cuando una familia solicita un crédito para construir su vivienda familiar,  - recibe, por ejemplo $ 200.000 – al cabo de unos años devolverá casi el doble de lo otorgado, al ser incorporado los intereses pactados.
Pero, aquí la gran entelequia del dinero generado como deuda. Este dinero cubre el monto de la deuda original pero no de los intereses.
Al operar todos los bancos de la misma manera, se producirá una lucha salvaje entre los deudores para reunir el dinero del capital y de los intereses. Algunos obtendrán lo suficiente para pagar lo adeudado. Pero otros, los menos eficientes verán evaporarse de sus manos bienes que con tanto esfuerzo obtuvieron.
Esa escasez aviesamente originada, provoca una competencia feroz para obtener el dinero que escasea y no existe en la cantidad suficiente.
En sus análisis financieros y patrimoniales de las empresas sometidas a deuda, los bancos tratan de verificar como algunas empresas, con su sagacidad pueden someter a otras, más débiles, birlarle el dinero y cumplir con sus obligaciones.
Bernard Lietaer en El undécimo círculo analiza el funcionamiento del interés en el sistema monetario capitalista.
Érase una vez un pueblito del interior de Australia en donde la gente solía utilizar el trueque para todas sus transacciones. Los días de feria iba y venía con pollos, huevos, jamones y panes en las manos y negociaba durante un largo tiempo intercambiando mercaderías con sus compatriotas.
En los períodos claves del año, como la época de las cosechas o cuando había que reparar un granero después de una tormenta, se retomaba la costumbre de ayudarse mutuamente, que provenía de la tradición antigua. Todos sabían que si alguna vez tenían un problema, otros les prestarían ayuda.
Un día de feria, un extranjero calzado con zapatos negros relucientes y un elegante sombrero blanco se acercó y observó la escena con una sonrisa sardónica. Cuando vio a un granjero, que corría para atrapar a los seis pollos que deseaba canjear por un gran jamón, no pudo soltar la carcajada. “Pobre gente” dijo “tan primitiva”. La mujer del granjero escuchó estas palabras y lo desafió preguntándole: “Crees que puedes manejar a los pollos mejor que mi marido?”. “A los pollos no”, replicó él. “Pero hay una forma mejor de resolver ese problema”. “Sí” ¿Cuál?, lo inquirió la mujer.”Ve aquel árbol allí enfrente?, le espetó el forastero. “Bueno, iré allí a esperar que uno de ustedes me traiga un gran cuero de vaca. Luego, haz que todas las familias me visiten. Les explicaré una mejor manera”.
Cuando tuvo el cuero de vaca, lo recortó en círculos perfectos y en cada uno puso un lindo sello de correo. Luego, ofreció a cada familia diez círculos y les explicó que cada uno representaba el valor de un pollo. Dijo: “Ahora pueden comerciar y negociar con los círculos en lugar de hacerlo con los pollos ariscos”.
Su argumento era convincente. El hombre de zapatos brillantes y brioso sombrero impresionó a todos”.
Una vez que todas las familias recibieron sus diez círculos, el hombre añadió: “¡Ah! Me olvidaba. Dentro de un año volveré y me sentaré bajo este mismo árbol. Quiero que cada uno de ustedes me devuelva sus once círculos. El undécimo círculo será una muestra de aprecio por la mejoría que acabo de introducir en su vida”.         
El granjero de los seis pollos le preguntó: “¿Cómo podemos obtener el undécimo círculo?”. “Ya verán”, contestó el hombre, con una sonrisa tranquilizadora.
* * *
Si ese año la población  y la producción anual de ese lugar se hubieran mantenido estables, ¿qué habría pasado? Recuerden que ese undécimo círculo nunca fue creado. Por lo tanto, a la postre, aunque todos se las arreglaran bien en sus negocios, una de cada once familias debió perder todos sus círculos para que otros obtuvieran el undécimo.
A partir de entonces, cuando una tormenta amenazaba la cosecha de una de las familias, la gente ya no era tan generosa como antes, y no brindaba su ayuda antes que se desatase un desastre. Resultaba mucho más conveniente intercambiar los pollos por círculos en el día de la feria, pero este nuevo juego desestimaba, sin quererlo, la cooperación espontánea tradicional en los habitantes de la aldea y generó, en cambio, una furia competitiva  sistemática entre todos ellos.        
El ejemplo de El último círculo es lacónico, la moneda ejerce un poder determinante sobre la vida de hombres, familias y comunidades.
Fomentar la cooperación es un imperativo, pero ella no surge de los claustros universitarios ni de las aulas virtuales sino de la misma trama comunitaria que tiene a la familia como el sostén fundamental.
Los edificios no se construyen desde las alturas invisibles, sino desde los cimientos, con la fortaleza suficiente para soportar todas las inclemencias a que será sometido.
Aunque lo esencial y prioritario es la cooperación en la vida comunitaria, es viable la convivencia de la solidaridad con la competencia. Mientras esta última se ocupa de los negocios y el lucro, la primera estira los brazos de la protección y amparo a los indefensos.
¿Podremos demostrar que las monedas comunitarias coadyuvan al equilibrio social?
Tarea arduo difícil pero no imposible, por algo será que centenares de ciudades en el mundo las aplican con reconocido regocijo para sus habitantes.
Mucho se inventa para paliar las desventuras de la convivencia, pero atacar los efectos no hace más que aproximar la humanidad hacia el abismo.



                                                                                   ÁREA DE INVESTIGACION

Nota: Bernard Lietaer imagina como crear nueva riqueza, trabajo y un mundo más sensato.

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