CRISTO: ¿ES LA VERDAD ?
“Yo
para esto he venido al mundo, para dar
testimonio de la Verdad ;
oye mi vos. . . .”
Pilato le dijo: ¿Qué es la verdad?. . . .
Jn. 18,37
Se avecina una
nueva Navidad, interpretada en nuestra reflexión, exclusivamente, como el
nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, Dios hecho hombre, para que, con su infinita
misericordia salve al hombre.
En los tiempos
actuales se necesita una alta cuota de discernimiento para comprender con
criterio cristiano las realidades que afectan al mundo.
Ya Pío X
advertía sobre el gran movimiento de
apostasía, organizado por todos los países, para el establecimiento de una Iglesia
universal que no tendrá ni dogmas, ni jerarquía, ni reglas para el espíritu, ni
freno para las pasiones, y qué so pretexto de libertad y de dignidad humana,
consagraría en el mundo, si pudiera triunfar, el reino legal de la astucia y de
la fuerza y la opresión de los débiles, de los que sufren y trabajan.
El tema
central de la Iglesia
de Cristo radica alrededor de la verdad. El relativismo, el escepticismo que
impregnan al mundo cada vez con fuerza mayor intentan hacer tambalear la barca
de Pedro. Por cualquier fisura que surge, el mar de iniquidades penetra
procurando transformarla en un vetusto barco a la deriva.
Nada mejor
incorporar en esta parte de la exposición las sabias palabras de Mons. Fulton
J. Sheen: Si yo no fuera católico y
estuviera en busca de la verdadera Iglesia, buscaría una Iglesia que no se
llevara bien con el mundo; en otras palabras, buscaría la Iglesia que fuera odiada
por el mundo, debiendo ser odiada tanto como lo fue Ël cuando en su carne habitó
la tierra. Si encontrara a Cristo en alguna iglesia hoy sería en la iglesia con
la que el mundo no se lleva bien.
Es tan
importante la Verdad ,
que quien la ama, quien siente pasión por ella, abandona hasta las proposiciones mas tentadoras que se le
puedan ofrecer.
Sólo la pasión
por la Verdad ,
lleva a quien la ama, la vive con ardor, a sacrificar en aras de la misma los
eventos más pomposos, las fiestas más rimbombantes, moviéndose con austeridad,
para manifestarla con arrojo pese a la ceguera de muchos, algunos del mundo, y
de otros que pese a decir que no son del mundo, adhieren a éste, humillándose
con los elogios que éste les proporciona.
Muchas veces
la defensa de la Verdad
se diluye por el temor a ser considerado fundamentalista.
El hombre
influenciado por todas estas nuevas religiosidades, new age, entre otras,
reemplaza la responsabilidad de sus acciones ante Dios, por un profesar de una
obligación frente al cosmos.
El sentirse
bien, en forma, adecuado a las modas, en síntesis el hombre ligh, hace que quien
demuestre seguir los pasos de Cristo, - la virtud heroica – sea tenido en
cuenta como un perturbado de tiempos pasados.
Solo la
ingenuidad no nos permite comprender que de este andamiaje del Nuevo Orden
Mundial surge un nuevo credo religioso, al cuál cualquier ecumenismo le resulta
afín.
Dos personajes
aciagos son contundentes en este sentido. Gorbachov afirma que la Carta de la
Tierra representa la nueva ética para un nuevo mundo. Hans Küng sostiene, el
Nuevo Orden no existirá sin una nueva ética planetaria.
Siguiendo a
Sanahuja podemos atestiguar que en el siglo XIX , la fe en el progreso, era
de un optimismo tal que esperaba, en la marcha triunfal de la ciencia, un
mejoramiento progresivo de la condición del mundo; en el siglo XX y prólogo del
siglo XXI, esta misma fe, ha asumido una connotación política. Las promesas
marxistas de alcanzar el paraíso en la
tierra y los intentos liberales de lograr un bienestar absoluto, confluyen en el Nuevo Orden, que pretende mucho
más.
Los que
defienden y los que dicen defender la doctrina de Cristo deben sen conscientes
que la aceptación de una ética de valores relativos, donde la Doctrina Social de
la Iglesia se
diluye en un amasijo amorfo del mensaje de Cristo, no hace más que revitalizar
los principios del Nuevo Orden Mundial que apunta desmesuradamente a la
destrucción de la
Iglesia Católica , defensora de la Verdad que otorga al hombre
la legítima Libertad.
Roberto E. Franco
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