Las Verdades del Padre Custodio Ballester, un aldabonazo en el mentón de todos los obispos relativistas, cobardes y traidores
AD.- Lo mejor que podemos decir hoy del Padre Custodio Ballester, párroco en Hospitalet, es que sus sermones y sus pronunciamientos estén siendo causa de indignación en algunos de los sectores más pútridos de la sociedad española. Malo es ya que frente a la hecatombe moral de nuestros tiempo, la mayoría de los curas y obispos pretendan mantenerse en la equidistancia o en el anonimato, poniéndole una vela al diablo y otra a sus representantes en la tierra, repartiendo floripondios a una grey de billetera mayormente resignada a aceptar cualquier exigencia que nos sea proclamada en nombre del progreso y la modernidad. En cambio, hay otros curas y otros católicos que pretenden estar a la altura de lo que exige la gravedad del momento que estamos viviendo. Uno de esos curas coherentes y valientes es el arriba mencionado.
Las parroquias no pueden ser un simple lugar de avituallamiento espiritual durante media hora cada semana, para que una vez que los feligreses salen a la calle, continúen aceptando por imperativo político lo que debería execrar cualquier conciencia recta. Es lo que llamaríamos una ingesta con edulcorantes morales pero sin efectos saludables para el organismo. Preferimos al que persigue la destrucción de la civilización que al católico que traza fronteras y matices entre el deber moral y el interés personal. Al primero al menos lo vemos venir y no nos engaña con lo que defiende.
Por contra, lo que hace el Padre Custodio en sus homilías es inflamar los corazones más fríos y recordar a los católicos que las Verdades reveladas no puede ser canjeadas por las normas que ocasionalmente son aprobadas por los legisladores para fines, en muchos casos, moralmente perversos. Parte de la jerarquía católica pretende que vivamos nuestra fe sin hacer ruido, sin sobresaltar a las élites, sin romper ningún plato, sometidos a un prudente silencio, casi como si el Catolicismo se tratara de una sociedad anónima, cuyos estatutos pueden ser modificados en base al interés económico de los socios. Lo peor es que conocen el camino hacia la destrucción del Cristianismo que ha sido puesto en marcha. Y en vez de adoptar la actitud combativa a que les impele el Verbo del que echó del templo a los mercaderes, a lo que se dedican es a contemporizar con el enemigo, implorándole el cese de las hostilidades a cambio de que la Iglesia vaya revisando una a una todas las verdades doctrinales que la han sustentado durante dos milenios. Lo hemos visto recientemente con el remilgado obispo nacionalista de Solsona, apenas una hez con forma humana bajo una sotana, que en unas horas pasó de relacionar la homosexualidad con la falta parental a desdecirse y pedir disculpas. Cuando estos obispos priorizan el interés de los malos a su deber ante Dios es entonces que debamos activar las voces de alerta.
Por eso nos reconforta que en medio de ese derrumbe espiritual, sobreviva la voz nítida y limpia de curas como el Padre Custodio. ¿Y qué es lo que ha dicho el Padre Custodio para provocar tantos sarpullidos y desatar tanto ruido mediático? Pues hacer lo que no hacen otros jerárquicamente más elevados. En tanto ministro de una institución encargada de divulgar la palabra de Dios, sigue esos preceptos sujetos a la ley natural y que en muchos casos contradicen las leyes artificiales. De lo contrario no sería la Iglesia de Cristo, sino otra de esas logias que existen para corromper a la humanidad.
Al Padre Custodio se le injuria y amenaza porque el Padre Custodio vive coherentemente conforme a esos principios que debería defender cualquier cristiano que voluntariamente acepte esta condición. Una cosa son las modas humanas y otra son los dogmas divinos. El cura de Hospitalet, en tanto pastor de alma, vive entregado a lo segundo, defendiéndolos frente a aquellos que quieren convertir el Catolicismo en una especie de bucle para adornar el cabello.
Lo que nos ha recordado el Padre Custodio no son sus teorías, si no las Verdades que cualquier cristiano está obligado a defender. La sodomía como pecado no lo ha decidido él. Lo es “por su enorme deformidad y oposición al orden natural” (doctrina de Teología moral). Dios, castigó/a las ciudades de Sodoma y Gomorra (de ahí viene el nombre de sodomía) por la degeneración del uso (inversión sexual) entre humanos del mismo género que ahora llamamos homosexualismo. Su proscripción está también recogida en el VI Mandamiento.
Por consiguiente, lo único que cabe reprochar al párroco de Hospitalet es haber hecho partidismo de aquel que nos dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Por esto precisamente quiso ser cura y no funcionario de Hacienda ni mosso d’Esquadra. Para obedecer a Dios y no a gente como Montoro o Puigdemont.
La permisividad no es sinónimo de verdadera libertad, sino de producto de consumo a cambio de votos o de ventajas económicas. Allá los obispos relativistas, cobardes, pasotas y traidores que no han levantado la voz para defender a un cura con más agallas y dignidad que todos ellos. Pero que no se quejen cuando el lodazal les llegue al cuello.
Los amantes de atropellar el orden natural siempre son aquellos que transigen con la sinrazón, porque la razón no transige con ellos.
Ya solo faltaba lo que hemos visto estos días: que gentuza tan inmoral y repulsiva como la alcaldesa socialista de Hospitalet se erija en juez de la teología moral y, no contenta con esto,
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