03.07.2017
El Imperio Romano de Occidente cayó por la corrupción desaforada entre sus élites, una decadencia económica continua y las invasiones de los bárbaros
Son elementos internos y externos que conjugados dieron un fatal desenlace que sumió a Europa Occidental a un Infierno que duró mil años, hasta que gracias a España se abrió la puerta a finales del siglo XV a un nuevo Renacimiento por medio del descubrimiento de América y la unión de dos Mundos separados hasta entonces.
Especialmente repugnante fue la desafección de la oligarquía de la época al fatal destino del pueblo romano.
Se retiraron a sus villas a disfrutar de la vida mientras las ciudades y pueblos eran pasto de infinitos males. El proceso del Medievo y la destrucción de un poder central empezó mucho antes cuando los poderosos de Roma decidieron separarse del resto de la Sociedad y abandonar sus responsabilidades políticas, económicas y militares.
El Patricio romano ya no iba a morir por su Patria al frente de sus Legiones, se había convertido en un sujeto hedonista y vicioso alegado de cualquier honra y valor.
La especulación se adueñó de la economía; una crisis social que arruinó infinidad de proyectos vitales, germen de un Feudalismo que bebe en esa decadencia, de egoísmos insaciables, absoluta falta de patriotismo, depredación hacia los más débiles, despoblación y abandono de las artes y los oficios, introspección y complacencia en un hundimiento que arrastró a casi todo un continente.
Mientras tanto, el Imperio Romano de Oriente, Bizancio, duró mil años más, manteniendo toda la tradición greco-romana, de una forma asombrosa en sus primeros siglos de existencia, porque en aquella catarsis de la historia supo adoptar las medidas precisas para vigorizarse y sobrevivir.
Emperadores bizantinos como Anastasio y Justiniano llevaron a cabo reformas económicas, jurídicas y militares asombrosas y fueron capaces de revertir la decadencia.
No dieron la espalda a su Pueblo como hicieron los dirigentes occidentales del Bajo Imperio Romanosino que le insuflaron nuevas esperanzas.
Prohibieron la especulación, castigaron con vigor la corrupción, reforzaron sus fronteras, modernizaron sus ejércitos, aplicaron medidas fiscales muy efectiva..., en definitiva, asumieron sus responsabilidades como líderes patriotas de su época y el viejo esplendor de Roma y toda su Luz y Civilización brilló con fuerza en un Oriente convertido durante cientos de años en el centro del Mundo.
Hoy en Europa vivimos preocupantes paralelismos con aquella decadencia de Roma y su Imperio Occidental; los dirigentes están absolutamente poseídos por la corrupción, el alto funcionariado sólo busca la extorsión de los administrados, la economía descarrila, la especulación lamina las propiedades de los europeos y sufrimos procesos migratorios descontrolados mientas los poderosos y las grandes corporaciones atesoran cada vez más poder y abusan descaradamente de los débiles.
Nos encaminamos a un nuevo Medievo a pasos agigantados porque no somos capaces en Europa Occidental de tomar medidas. Hemos perdido el valor y la Fe en nosotros mismos. Estamos al pairo de la Historia y de los acontecimientos como un bote a la deriva.
Pero no todas las Naciones europeas sufren el mismo proceso de descomposición; una nueva Bizancio emergente asoma por el horizonte, una heredera de Roma, de Grecia, de las esencias de la Civilización cristiana, adoptando medidas, aprobando reformas, devolviendo la esperanza a sus ciudadanos, apostando por la vida, defendiendo su economía, creando riqueza.
Cabría preguntarse por qué cayó la antigua Roma y sobrevivió Bizancio.
Cabría preguntarse por qué cayó la antigua Roma y sobrevivió Bizancio.
Pues por lo mismo que la Unión Europea se ahoga hoy en día en su impotencia y corrupción mientras una Rusia renacida se yergue con orgullo ante la Historia y los Pueblos.
Porque tiene dirigentes capaces, el patriotismo se respira en sus medidas, sus gentes se sienten protegidas, trabajan por su futuro, sus líderes no expolian a sus conciudadanos y no claudican ante las mentiras y maledicencias de los que están saqueando sigilosamente a Occidente.
“Que buen vasallo si hubiera buen Señor” decía el Mío Cid de Rodrigo Díaz de Vivar, un héroe español del Medievo ante la ingratitud y deslealtad de su Rey, incapaz de estar a la altura de semejante soldado.
Las Naciones occidentales se hunden cuando sus dirigentes apostatan de sus responsabilidades y sacrificios y se dedican en plenitud a sus latrocinios y deslealtades.
Por eso cayó Roma y por eso vamos de nuevo camino de caer, mientas vemos con admiración que en Rusia, como otras Naciones del Este de Europa, resisten con firmeza este proceso de decadencia que durante décadas lleva minando silenciosamente la sociedad occidental hasta convertirla en una triste sombra de lo que en una lejana época fue, hacedora de Pueblos y de Civilizaciones.
Si Occidente desea sobrevivir, cosa que incluso ya dudo, debe aplicar lo que Bizancio ya aplicó en su momento y aplica hoy de nuevo; reforzamiento de sus fronteras, eliminación de la corrupción en sus clases dirigentes y freno al saqueo y a la especulación desaforadas contra las propiedades de los europeos.
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