martes, 7 de enero de 2020

SOBRE HOMILIAS Y OTRAS YERBAS



                                                                              “El veneno que paraliza a la Iglesia es la opinión según la cual                                                                                      debemos adaptarnos al Zeitgeist, el espíritu de la época, para                                                                                       relativizar los mandamientos de Dios y reinterpretar la doctrina de la                                                                                                        fe”. (Cardenal Gerhard Müller, Prefecto Emérito de la Congregación                                                                                                           para la Doctrina de la Fe)

Siguiendo los artículos dominicales sobre la Iglesia de Cristo – escritos por pastores encumbrados – observo con profunda desazón, que lo que se trasluce de estas elucubraciones no son más que las expresiones de un simple dirigente social.
La duda que me invade el alma es que si esta pieza literaria alejada de toda justificación  filosófica y teológica, es desarrollada por agradar al mundo – lo cual es más grave – o si solo es por el hecho de una supina ignorancia,  o por último, una opción mas rastrera, solo  por subordinación explícita hacia quien lo encumbró en tan digno cargo.  
Esta tendencia generaliza en las jerarquías de la Iglesia constituye un hecho preocupante, pues es aceptada y agradecida por la mayoría de la pequeña grey, que por diversas razones no entiende la defección ante la doctrina católica o en algunos casos les resulta práctico para justificar el modo de vivir,  de sus intereses políticos y sociales, actividades económicas o de otro tipo.
Pero todo no queda aquí, pues yendo a la misa dominical, me encontré con una homilía, que al menos resulta contradictoria y al mismo tiempo de un amoldamiento a la imagen divagante presentada por los mass media del Pontífice reinante, muchas veces sutilmente afín a los postulados del Nuevo Orden Mundial.
Sostener que el Papa adecua  la Iglesia a los tiempos puede ser una afirmación peligrosa.  Podría ser aceptable si se refiriera al esfuerzo por purificar la institución de la corrupción económica que ha quedado en evidencia con diversas investigaciones periodísticas, o erradicar la pedofilia en el clero, o eliminar el tráfico de influencias ejercido en el mundo de la política. Pero de ninguna manera puede ser aceptable si se aplica a un esfuerzo por despojar a la enseñanza de la Iglesia de su contenido evangélico para reinterpretarlo en una clara sumisión al mundo que vive como si Dios no existiera.  ¡Eso es el modernismo, y el modernismo es una herejía que destruye la Fe Católica!
Pero lo más delicado aún es como en esa misma homilía se fustigaba a algunos “Cardenales de cuello duro” sosteniendo que lo único que saben desde sus apoltronados lugares, es atacar las reformas en cierne. Expresión que confirmaría que este conocido presbítero se inclina por aplaudir aquella segunda opción, inaceptable, de lo que podría entenderse por “adecuación al mundo”.
Se agrega entonces otro error grave, pues todos los dignatarios que se unen en la Druida son aquellos que defienden la Fe como Católica tal y como la enseñó nuestro Señor Jesucristo, y que prometió que quedaría viva entre nosotros por la acción del Espíritu Santo en la Tradición de la Iglesia.

¿Se puede cambiar de la noche a la mañana lo que se logró con tanto esfuerzo durante dos milenios?
Es, por ejemplo, totalmente contradictorio sostener que la familia ha ido cambiando con el tiempo. Lo que cambia es el comportamiento de los hombres seducidos por la modernidad (cultura sin Dios) con todas sus calamidades, permitido en parte por la pasividad irreverente de la jerarquía de la Iglesia.
El ecumenismo, la pachamama, el congreso internacional sobre educación para Mayo de este año - procura educación uniforme a nivel mundial contra la soberanía de los pueblos -, el amor a la madre tierra, el error grave de todo tipo de Laudato Si, son entre tantas otras cosas las que permiten afirmar que los que están en la buena senda son Burke y compañía
Permanecer en silencio es un pecado de ignorancia o de soberbia, y defender la Verdad es un deber que da sosiego, porque sabemos que Cristo va a juzgar a los hombres por las cicatrices del cuerpo y del alma y no por los éxitos y la cucardas que te concede el mundo.

                                                                                                                             Roberto E. Franco

Nota: Para profundizar sobre estos dislates, acompaño nota sobre Laudito Si escrita oportunamente.
LAUDATO SI
“¿Cuál es la oscura apetencia que ocultan Naciones Unidas, Consejo de Relaciones Exteriores, Trilateral Comisión, Club Bilderberg, cuando hablan de ecología?
Tengamos extremo cuidado en tener una visión ecologista separada de la sana filosofía y teología.”
Pbro. Pedro Rojas
Desde el comienzo del Pontificado de Francisco no han cesado las muestras de apoyo y halago, hasta de los sectores más discordantes con el pensamiento de la Iglesia a través de los tiempos.
Esto se ha visto exaltado con la difusión de esta encíclica de contenidos netamente sociales.
Desde esta tribuna – Centro  Julio Irazusta – hemos alertado sobre la amenaza latente en los ámbitos  teológico, filosófico, moral, económico y ecológico cuando se pierde el sentido de unicidad y de orden.
Disecar, separar, fragmentar las actividades humanas representa un objetivo innegociable para poder, en el ámbito económico, estandarizar los procesos productivos, priorizar el capital, destruir el medio ambiente y precarizar al hombre sintetizando un plan siniestro de dominación y servilismo.
Analógicamente el cuerpo humano constituye una unidad admirable, pero en determinado momento una dolencia en uno de sus órganos exige al hombre superar este mal que aqueja a la totalidad, por ello su atención es ineludible.
Y así siempre, cada parte, - unas más importantes que otras – necesitan el cuidado para lograr el funcionamiento ideal del todo.
Lo mismo sucede con la vida social, pero a diferencia del cuerpo humano que, por el paso de los años decae, el tramado social puede mantenerse inalterable manteniendo el sentido de unidad y de orden.
La desdicha ecológica que padece la humanidad no es culpa del hombre, sino de la pérdida del respeto por los valores que deberían influir la trama social.
El desarrollo sustentable, en boga, - promovido por las Naciones Unidades y sus aláteres – constituye una construcción, en términos de la modernidad, que se caracteriza por no poseer una equivalencia eficaz con la realidad. En última instancia, tiene por finalidad sostener el imperio del nuevo orden mundial
En cambio, la abundancia sustentable se adecua a la comunidad orgánica y por ende a la economía natural.
Una condición excluyente de la abundancia sustentable es que exige a toda actividad económica dejar el ámbito y los recursos utilizados en mejores condiciones en las que estaba al iniciar el emprendimiento.
Queda claro que para el cuidado de la naturaleza se requiere la adecuación de la producción  - función de producción – para que integre a los hombres y al mismo tiempo no inhabilite el hábitat para generaciones futuras.
Por ello la tecnología, tan vituperada, para volverse destructiva, se enquista en un orden económico que vigoriza un esquema de producción que promueve e incentiva el consumo desenfrenado.
¿No será este consumo sin límites el recurso asombroso de los precursores de un gobierno mundial para ir mellando en el hombre las reservas morales, espirituales y religiosas y tornarlo así en siervo dócil de sus oscuras apetencias? 
Y luego de lograda la docilidad absoluta - blasfemada la Fe, la Patria y otros valores inalienables – todo se transforme en una esclavitud sin límites.
No en vano la reina Elizabeth II y el príncipe Felipe, hace meses, en Alemania, pusieron de relieve la verdadera naturaleza del imperio británico. El principal asesor del príncipe Felipe, Martin Palmer, fue el principal organizador de la conferencia en julio en Paris patrocinada por el gobierno francés, promueve el programa genocida de "administradores de la Tierra" por el que John Schellnhuber – asesor del gobierno inglés y uno de los presentadores de la encíclica en Roma – propone reducir la población mundial a mil millones.
Estas organizaciones mundialistas, Naciones Unidas, Consejo de Relaciones Exteriores, Trilateral Comisión, Club Bilderberg, entre otros, tienen por finalidad la instauración de un  nuevo orden mundial, poniendo de manifiesto la reedición de la doctrina totalitaria del espacio vital. 
Al respecto, el Padre Schooyans expresa que la doctrina de la seguridad demográfica dice descaradamente: nosotros, los países ricos debemos asegurar y controlar para el futuro los recursos naturales para que los pobres no tengan la posibilidad, por ellos mismos, de transformarlos para su provecho. La conclusión es simple: en vez de luchar contra la pobreza y sus causas se lucha contra los pobres, se los elimina o se los esteriliza.
El ecologismo, en la visión del nuevo orden mundial es una de las fuentes del principio de ciudadanía. Por ella el hombre es una especie natural más, y para que no ataque la naturaleza se propone descaradamente la limitación artificial de la población.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (1991)  dice “las políticas económicas deben tender al logro de la sustentabilidad a través de la aplicación del principio de Quien Contamina Paga y el principio de Quien Utiliza Paga”.
¡Muy simple! Las multinacionales invaden los países pobres, con salarios de hambre y empleo servil, contaminan y destruyen el medio ambiente, se llevan los productos a paraísos fiscales evadiendo impuestos, y las pobres comunidades sumidas en la miseria deben pagar el impacto ambiental.
Las expresiones de a UNESCO son lapidarias: el progreso industrial de los países desarrollados no se extenderá a los países del Tercer Mundo,. . .y es intolerable que los pobres, que serán la mayoría en el futuro, dañen los ecosistemas del mundo para tratar de desarrollarse a cualquier precio.
San Agustín en La Ciudad de Dios, Libro I, Cap. XX nos instruye, al oír no matarás, ¿tenemos como un delito arrancar un matorral, y, con la mayor de las locuras, damos nuestro beneplácito al error de los maniqueos? Alejemos, en fin, estos devaneos, y cuando leamos no matarás, no incluiremos en esta prohibición a las plantas, que carecen de todo sentido; ni a los animales irracionales, como las aves, los peces, cuadrúpedos, reptiles, diferenciados de nosotros por la razón, ya que a ellos no se les concedió participarla con nosotros (esto hace que, por justa disposición del Creador, su vida y su muerte estén a nuestro servicio).
                                                                                                              Roberto E. Franco

 

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