“El
veneno que paraliza a la Iglesia es la opinión según la cual debemos
adaptarnos al Zeitgeist, el espíritu de la época, para relativizar
los mandamientos de Dios y reinterpretar la doctrina de la fe”.
(Cardenal Gerhard
Müller, Prefecto Emérito de la Congregación para
la Doctrina de la Fe)
Siguiendo los artículos
dominicales sobre la Iglesia de Cristo – escritos por pastores encumbrados –
observo con profunda desazón, que lo que se trasluce de estas elucubraciones no
son más que las expresiones de un simple dirigente social.
La duda que me invade el alma es
que si esta pieza literaria alejada de toda justificación filosófica y teológica, es desarrollada por agradar
al mundo – lo cual es más grave – o si solo es por el hecho de una supina
ignorancia, o por último, una opción mas
rastrera, solo por subordinación
explícita hacia quien lo encumbró en tan digno cargo.
Esta tendencia generaliza en las
jerarquías de la Iglesia constituye un hecho preocupante, pues es aceptada y
agradecida por la mayoría de la pequeña grey, que por diversas razones no
entiende la defección ante la doctrina católica o en algunos casos les resulta
práctico para justificar el modo de vivir, de sus intereses políticos y sociales,
actividades económicas o de otro tipo.
Pero todo no queda aquí, pues
yendo a la misa dominical, me encontré con una homilía, que al menos resulta
contradictoria y al mismo tiempo de un amoldamiento a la imagen divagante presentada
por los mass media del Pontífice reinante, muchas veces sutilmente afín a los
postulados del Nuevo Orden Mundial.
Sostener que el Papa adecua la Iglesia a los
tiempos puede
ser una afirmación peligrosa. Podría ser aceptable si se refiriera al
esfuerzo por purificar la institución de la corrupción económica que ha quedado
en evidencia con diversas investigaciones periodísticas, o erradicar la
pedofilia en el clero, o eliminar el tráfico de influencias ejercido en el
mundo de la política. Pero de ninguna manera puede ser aceptable si se aplica a
un esfuerzo por despojar a la enseñanza de la Iglesia de su contenido
evangélico para reinterpretarlo en una clara sumisión al mundo que vive como si
Dios no existiera. ¡Eso es el modernismo, y el modernismo es una herejía que
destruye la Fe Católica!
Pero lo más delicado aún es como en esa misma homilía se fustigaba a algunos “Cardenales de cuello duro” sosteniendo que lo
único que saben desde sus apoltronados lugares, es atacar las reformas en
cierne. Expresión que confirmaría
que este conocido presbítero se inclina por aplaudir aquella segunda opción,
inaceptable, de lo que podría entenderse por “adecuación al mundo”.
Se
agrega entonces otro error grave, pues todos los dignatarios que se unen en la
Druida son aquellos que defienden la Fe como Católica
tal y como la enseñó nuestro Señor Jesucristo, y que prometió que quedaría
viva entre nosotros por la acción del Espíritu Santo en la Tradición de la
Iglesia.
¿Se puede cambiar de la noche a
la mañana lo que se logró con tanto esfuerzo durante dos milenios?
Es, por ejemplo, totalmente contradictorio
sostener que la familia ha ido cambiando con el tiempo. Lo que cambia es el
comportamiento de los hombres seducidos por la modernidad (cultura sin Dios)
con todas sus calamidades, permitido en parte por la pasividad irreverente de
la jerarquía de la Iglesia.
El ecumenismo, la pachamama, el
congreso internacional sobre educación para Mayo de este año - procura
educación uniforme a nivel mundial contra la soberanía de los pueblos -, el
amor a la madre tierra, el error grave de todo tipo de Laudato Si, son entre
tantas otras cosas las que permiten afirmar que los que están en la buena senda
son Burke y compañía
Permanecer en silencio es un
pecado de ignorancia o de soberbia, y defender la Verdad es un deber que da sosiego,
porque sabemos que Cristo va a juzgar a los hombres por las cicatrices del
cuerpo y del alma y no por los éxitos y la cucardas que te concede el mundo.
Roberto
E. Franco
Nota: Para profundizar
sobre estos dislates, acompaño nota sobre Laudito Si escrita oportunamente.
LAUDATO SI
“¿Cuál es la oscura apetencia que ocultan Naciones Unidas, Consejo de
Relaciones Exteriores, Trilateral Comisión, Club Bilderberg, cuando hablan de
ecología?
Tengamos extremo cuidado en tener una visión ecologista separada de la
sana filosofía y teología.”
Pbro. Pedro Rojas
Desde el comienzo del Pontificado
de Francisco no han cesado las muestras de apoyo y halago, hasta de los sectores
más discordantes con el pensamiento de la Iglesia a través de los tiempos.
Esto se ha visto exaltado con la
difusión de esta encíclica de contenidos netamente sociales.
Desde esta tribuna – Centro Julio Irazusta – hemos alertado sobre la
amenaza latente en los ámbitos
teológico, filosófico, moral, económico y ecológico cuando se pierde el
sentido de unicidad y de orden.
Disecar, separar, fragmentar las
actividades humanas representa un objetivo innegociable para poder, en el ámbito
económico, estandarizar los procesos productivos, priorizar el capital,
destruir el medio ambiente y precarizar al hombre sintetizando un plan
siniestro de dominación y servilismo.
Analógicamente el cuerpo humano
constituye una unidad admirable, pero en determinado momento una dolencia en
uno de sus órganos exige al hombre superar este mal que aqueja a la totalidad,
por ello su atención es ineludible.
Y así siempre, cada parte, - unas
más importantes que otras – necesitan el cuidado para lograr el funcionamiento
ideal del todo.
Lo mismo sucede con la vida
social, pero a diferencia del cuerpo humano que, por el paso de los años decae,
el tramado social puede mantenerse inalterable manteniendo el sentido de unidad
y de orden.
La desdicha ecológica que padece
la humanidad no es culpa del hombre, sino de la pérdida del respeto por los
valores que deberían influir la trama social.
El desarrollo sustentable, en boga, - promovido por las Naciones
Unidades y sus aláteres – constituye una construcción, en términos de la
modernidad, que se caracteriza por no poseer una equivalencia eficaz con la
realidad. En última instancia, tiene por finalidad sostener el imperio del
nuevo orden mundial
En cambio, la abundancia sustentable se adecua a la comunidad orgánica y por ende a la economía natural.
Una condición excluyente de la abundancia sustentable es que exige
a toda actividad económica dejar el ámbito y los recursos utilizados en mejores
condiciones en las que estaba al iniciar el emprendimiento.
Queda claro que para el cuidado
de la naturaleza se requiere la adecuación de la producción - función de producción – para que integre a
los hombres y al mismo tiempo no inhabilite el hábitat para generaciones
futuras.
Por ello la tecnología, tan
vituperada, para volverse destructiva, se enquista en un orden económico que
vigoriza un esquema de producción que promueve e incentiva el consumo
desenfrenado.
¿No será este consumo sin límites
el recurso asombroso de los precursores de un gobierno mundial para ir mellando
en el hombre las reservas morales, espirituales y religiosas y tornarlo así en
siervo dócil de sus oscuras apetencias?
Y luego de lograda la docilidad
absoluta - blasfemada la Fe ,
la Patria y
otros valores inalienables – todo se transforme en una esclavitud sin límites.
No en vano la reina Elizabeth II
y el príncipe Felipe, hace meses, en Alemania, pusieron de relieve la verdadera
naturaleza del imperio británico. El principal asesor del príncipe Felipe,
Martin Palmer, fue el principal organizador de la conferencia en julio en Paris
patrocinada por el gobierno francés, promueve el programa genocida de
"administradores de la
Tierra " por el que John Schellnhuber – asesor del
gobierno inglés y uno de los presentadores de la encíclica en Roma – propone
reducir la población mundial a mil millones.
Estas organizaciones
mundialistas, Naciones Unidas, Consejo de Relaciones Exteriores, Trilateral
Comisión, Club Bilderberg, entre otros, tienen por finalidad la instauración de
un nuevo orden mundial, poniendo de manifiesto
la reedición de la doctrina totalitaria
del espacio vital.
Al respecto, el Padre Schooyans
expresa que la doctrina de la seguridad demográfica dice descaradamente: nosotros, los países ricos debemos asegurar y
controlar para el futuro los recursos naturales para que los pobres no tengan
la posibilidad, por ellos mismos, de transformarlos para su provecho. La
conclusión es simple: en vez de luchar contra la pobreza y sus causas se lucha
contra los pobres, se los elimina o se los esteriliza.
El ecologismo, en la visión del
nuevo orden mundial es una de las fuentes del principio de ciudadanía. Por ella el hombre es una especie natural
más, y para que no ataque la naturaleza se propone descaradamente la limitación
artificial de la población.
El Programa de Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (1991) dice “las
políticas económicas deben tender al logro de la sustentabilidad a través de la
aplicación del principio de Quien Contamina Paga y el principio de Quien
Utiliza Paga”.
¡Muy simple! Las multinacionales
invaden los países pobres, con salarios de hambre y empleo servil, contaminan y
destruyen el medio ambiente, se llevan los productos a paraísos fiscales
evadiendo impuestos, y las pobres comunidades sumidas en la miseria deben pagar
el impacto ambiental.
Las expresiones de a UNESCO son
lapidarias: el progreso industrial de los países desarrollados no se extenderá a
los países del Tercer Mundo,. . .y es intolerable que los pobres, que serán la
mayoría en el futuro, dañen los ecosistemas del mundo para tratar de desarrollarse
a cualquier precio.
San Agustín en La
Ciudad de Dios, Libro I, Cap. XX nos instruye, al oír no matarás, ¿tenemos como un delito
arrancar un matorral, y, con la mayor de las locuras, damos nuestro beneplácito
al error de los maniqueos? Alejemos, en fin, estos devaneos, y cuando leamos no
matarás, no incluiremos en esta prohibición a las plantas, que carecen de todo
sentido; ni a los animales irracionales, como las aves, los peces, cuadrúpedos,
reptiles, diferenciados de nosotros por la razón, ya que a ellos no se les
concedió participarla con nosotros (esto hace que, por justa disposición del
Creador, su vida y su muerte estén a nuestro servicio).
Roberto
E. Franco
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