domingo, 10 de mayo de 2020
En la introducción al libro de Paul Tabori, “Historia de la Estupidez Humana”, se lee:
“Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal. Hacen el papel del tonto. En realidad, algunos sobresalen y hacen el tonto cabal y perfecto. Naturalmente, son los últimos en saberlo, y uno se resiste a ponerlos sobre aviso, pues la ignorancia de la estupidez equivale a la bienaventuranza”
Es lo que me ha sucedido en estos días de presunta pandemia y confirmada Info-demia COVID 19. Advertir a mis embarbijados compatriotas que el “bozal” multicolor, sea que haya sido comprado en una farmacia o en una ferretería o simplemente fabricado en casa, no sólo no sirve a ningún fin sanitario sino que, además, está contraindicado para una persona sana por cualquier médico infectólogo honesto, es decir, que no reciba dinero del gobierno o de los laboratorios interesados o simplemente que no se someta a la dictadura de la Corrección Política. El barbijo/bozal común de friselina, como se sabe, tiene una validez de alrededor de 20 minutos promedio. Luego, humedecido, es permeable a cualquier virus en el ambiente e impide una saludable oxigenación de la persona. Como se sabe el barbijo puede estar indicado para la persona enferma que requiere un relativo aislamiento. Pero no para la persona sana que no debe aislarse. Porque el ser humano se auto-inmuniza en contacto con el entorno: plantas, animales, y otros seres humanos.
Todos tenemos presentes las patéticas y contradictorias imágenes de humanos embarbijados haciendo interminables colas, etc etc. La estupidez se agrava cuando uno intenta un diálogo. En el mejor de los casos, la respuesta es la escucha silenciosa y extrañada. En el peor el reproche hosco, furtivo y aún la denuncia. Por ejemplo, hace poco me dejaron en la puerta de casa un cartel que decía: “Tarado, ponete barbijo”. Y hace unos domingos atrás nos denunció una vecina cuando estábamos en misa privada del párroco.
¡Qué le vamos a hacer! ¿Cómo explicar al estúpido el síndrome de Estocolmo? O quizá, ¿cómo relatarle el cuentito que termina con el niño exclamando, ante los halagos obsecuentes de los súbditos: ¡el Rey está desnudo!?
En fin, ilustrarse siempre es de provecho. Pero, el problema es que el estúpido cree que sabe, aunque no sabe. Por eso se lo llama necio (del latín nescire no saber, carente de ciencia) o bien zoquete, palurdo, tonto, mentecato, burro, idiota, ignorante o imbécil.
Santo Tomás de Aquino se ocupó del asunto. Y también nuestro gran Padre Leonardo Castellani, cuando advirtió que el más grave y peligroso de todos los males para el Estado (la Comunidad Política, la polis) y los individuos es un necio con poder.
Finalmente, y en descargo de la estulticia, quizá debamos reconocer que tuvo razón Erasmo de Rotterdam cuando escribió su “Elogio de la estulticia” (de la necedad o de la locura, según las diversas traducciones) ya que sin la estulticia no existiría la sátira y no nos podríamos reír del ridículo, aunque los estultos no sepan que del ridículo no se vuelve.
BONUS TRACK:
Pelotuditis
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DEJENOS SU COMENTARIO, ¡ALABADO SEA JESUCRISTO!