domingo, 24 de mayo de 2020

LAUDATO SI


ESTE TRABAJO SE PUBLICO CON MOTIVO DE LA PRESENTACIÒN DE LA ENCICLICA, PROXIMAMENTE PUBLICARE ACTUALIZACIÒN  SOBRE LA MISMA DETALLANDO LAS CONSECUENCIAS NEFASTAS POR EL SOMETIMIENTO DE ESTE IDEARIO AL NUEVO ORDEN MUNDIAL 

LAUDATO SI
“¿Cuál es la oscura apetencia que ocultan Naciones Unidas, Consejo de Relaciones Exteriores, Trilateral Comisión, Club Bilderberg, cuando hablan de ecología?
Tengamos extremo cuidado en tener una visión ecologista separada de la sana filosofía y teología.”
Pbro. Pedro Rojas
Desde el comienzo del Pontificado de Francisco no han cesado las muestras de apoyo y halago, hasta de los sectores más discordantes con el pensamiento de la Iglesia a través de los tiempos.
Esto se ha visto exaltado con la difusión de esta encíclica de contenidos netamente sociales.
Desde esta tribuna – Centro  Julio Irazusta – hemos alertado sobre la amenaza latente en los ámbitos  teológico, filosófico, moral, económico y ecológico cuando se pierde el sentido de unicidad y de orden.
Disecar, separar, fragmentar las actividades humanas representa un objetivo innegociable para poder, en el ámbito económico, estandarizar los procesos productivos, priorizar el capital, destruir el medio ambiente y precarizar al hombre sintetizando un plan siniestro de dominación y servilismo.
Analógicamente el cuerpo humano constituye una unidad admirable, pero en determinado momento una dolencia en uno de sus órganos exige al hombre superar este mal que aqueja a la totalidad, por ello su atención es ineludible.
Y así siempre, cada parte, - unas más importantes que otras – necesitan el cuidado para lograr el funcionamiento ideal del todo.
Lo mismo sucede con la vida social, pero a diferencia del cuerpo humano que, por el paso de los años decae, el tramado social puede mantenerse inalterable manteniendo el sentido de unidad y de orden.
La desdicha ecológica que padece la humanidad no es culpa del hombre, sino de la pérdida del respeto por los valores que deberían influir la trama social.
El desarrollo sustentable, en boga, - promovido por las Naciones Unidades y sus aláteres – constituye una construcción, en términos de la modernidad, que se caracteriza por no poseer una equivalencia eficaz con la realidad. En última instancia, tiene por finalidad sostener el imperio del nuevo orden mundial
En cambio, la abundancia sustentable se adecua a la comunidad orgánica y por ende a la economía natural.
Una condición excluyente de la abundancia sustentable es que exige a toda actividad económica dejar el ámbito y los recursos utilizados en mejores condiciones en las que estaba al iniciar el emprendimiento.
Queda claro que para el cuidado de la naturaleza se requiere la adecuación de la producción  - función de producción – para que integre a los hombres y al mismo tiempo no inhabilite el hábitat para generaciones futuras.
Por ello la tecnología, tan vituperada, para volverse destructiva, se enquista en un orden económico que vigoriza un esquema de producción que promueve e incentiva el consumo desenfrenado.
¿No será este consumo sin límites el recurso asombroso de los precursores de un gobierno mundial para ir mellando en el hombre las reservas morales, espirituales y religiosas y tornarlo así en siervo dócil de sus oscuras apetencias? 
Y luego de lograda la docilidad absoluta - blasfemada la Fe, la Patria y otros valores inalienables – todo se transforme en una esclavitud sin límites.
No en vano la reina Elizabeth II y el príncipe Felipe, hace meses, en Alemania, pusieron de relieve la verdadera naturaleza del imperio británico. El principal asesor del príncipe Felipe, Martin Palmer, fue el principal organizador de la conferencia en julio en Paris patrocinada por el gobierno francés, promueve el programa genocida de "administradores de la Tierra" por el que John Schellnhuber – asesor del gobierno inglés y uno de los presentadores de la encíclica en Roma – propone reducir la población mundial a mil millones.
Estas organizaciones mundialistas, Naciones Unidas, Consejo de Relaciones Exteriores, Trilateral Comisión, Club Bilderberg, entre otros, tienen por finalidad la instauración de un  nuevo orden mundial, poniendo de manifiesto la reedición de la doctrina totalitaria del espacio vital. 
Al respecto, el Padre Schooyans expresa que la doctrina de la seguridad demográfica dice descaradamente: nosotros, los países ricos debemos asegurar y controlar para el futuro los recursos naturales para que los pobres no tengan la posibilidad, por ellos mismos, de transformarlos para su provecho. La conclusión es simple: en vez de luchar contra la pobreza y sus causas se lucha contra los pobres, se los elimina o se los esteriliza.
El ecologismo, en la visión del nuevo orden mundial es una de las fuentes del principio de ciudadanía. Por ella el hombre es una especie natural más, y para que no ataque la naturaleza se propone descaradamente la limitación artificial de la población.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (1991)  dice “las políticas económicas deben tender al logro de la sustentabilidad a través de la aplicación del principio de Quien Contamina Paga y el principio de Quien Utiliza Paga”.
¡Muy simple! Las multinacionales invaden los países pobres, con salarios de hambre y empleo servil, contaminan y destruyen el medio ambiente, se llevan los productos a paraísos fiscales evadiendo impuestos, y las pobres comunidades sumidas en la miseria deben pagar el impacto ambiental.
Las expresiones de a UNESCO son lapidarias: el progreso industrial de los países desarrollados no se extenderá a los países del Tercer Mundo,. . .y es intolerable que los pobres, que serán la mayoría en el futuro, dañen los ecosistemas del mundo para tratar de desarrollarse a cualquier precio.
San Agustín en La Ciudad de Dios, Libro I, Cap. XX nos instruye, al oír no matarás, ¿tenemos como un delito arrancar un matorral, y, con la mayor de las locuras, damos nuestro beneplácito al error de los maniqueos? Alejemos, en fin, estos devaneos, y cuando leamos no matarás, no incluiremos en esta prohibición a las plantas, que carecen de todo sentido; ni a los animales irracionales, como las aves, los peces, cuadrúpedos, reptiles, diferenciados de nosotros por la razón, ya que a ellos no se les concedió participarla con nosotros (esto hace que, por justa disposición del Creador, su vida y su muerte estén a nuestro servicio).
                                                                                  Roberto E. Franco


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