martes, 27 de abril de 2021

¿EL HOMBRE? ENTRE EL SER Y EL TENER

 


Relacionado con “LA DESILUSIÓN  . . . ¿UN FRACASO? me parece correcto incursionar sobre esta grave disyuntiva del hombre entre el Ser y el tener.

El Ser apunta a la contemplación, y el tener a la acción.

No se excluyen, se complementan  armoniosa y equilibradamente.

El Ser ansía conocer la verdad.

El tener, a satisfacer las necesidades que el hombre y la comunidad tiene o va teniendo. Estas pueden ser legítimas o ilegítimas, estas últimas inducidas a través de la publicidad. 

El problema del hombre, cuando se siente insatisfecho,  abatido, está relacionado precisamente a ese desequilibrio apuntado.

¡Qué misterio el hombre!

A medida que avanza el tiempo, ese tambaleo es más notorio, pues existen muchas organizaciones que persiguen el fin de disolver la esencia del ser, para que solo sea un ente que consume y no piense y de esa forma sea domesticado y sometido.

A ese  hombre, podríamos desunirlo en varios componentes en aras de entender su proceder.

Primero lo material, por lo cuál el hombre debe comer, vestirse y tener un techo en primera instancia – esto fue lo básico durante muchos siglos – pero luego fueron apareciendo otras necesidades que le fueron dando un mayor bienestar.

Esta es la dimensión de la acción, del hacer, básica y elemental para subsistir.

Luego las dimensiones que hacen al Ser, a desarrollar todo aquello que lo enriquezca y que le dé la posibilidad de sentirse pleno y sereno.     

Lo espiritual, acceder a la educación que consiste en la formación integral del hombre. Se contrapone a la instrucción que se afana en preparar al hombre en un oficio o profesión con el único objetivo de agudizar el apetito material. Los resultados están a la vista.

¡Esto no es educación!

Dentro de este ámbito ingresan el ocio sano, creativo, la cultura, el arte, la avidez por la búsqueda de la verdad y el bien.

La dimensión religiosa,  cuando se la asume dignamente, provoca una avidez por la contemplación que conmueve en su integridad a la persona. Se valorizan sobre manera los valores inmutables, aparece el sosiego, la paz, el reposo.

Para finalizar la dimensión social, imprescindible para desplegar las relaciones humanas.

Emana de la educación y la cultura.

Para asumirla en plenitud se necesita el logos o sea la posibilidad de poder comunicarse a través de la palabra, el pensamiento y la razón.

Para tener logos es esencial la cultura, pero también tienen logos y dialogan sabiamente aquellos que sin tener acceso a la educación, están impregnados de la sabiduría natural por vivir en un entorno virgen o no contaminado por el materialismo.

El logos es necesario para que haya diálogo. Si esto es una realidad, no son necesarias tantas negociaciones y pactos que solo contribuyen a enmarañar la verdad.

¡Este es el gran problema de nuestro tiempo!

Un diálogo entre un escritor brillante y un analfabeto rural  conmueve y emociona  por tanta riqueza espiritual que enaltece a ambos. El iletrado supera su carencia con la sapiencia natural, el conocimiento y el amor al orden natural al que admira a diario y respeta.  

De este desequilibrio surgen las diversas desviaciones humanas, a que hacía referencia en “LA DESILUSIÓN  . . . ¿UN FRACASO?  y que dificultan la vida familiar, social y empresarial. 

Las consecuencias no son halagüeñas. Por un lado. Inmerso en lo inmediato, en el accionar, observa solo su problema, desestima el universo en que se mueve, hacia donde lo acarrean. La segunda, es que, en el momento menos pensado todos sus afanes y acopios, desaparecerán como por arte de magia.

Porque al irse no se lleva nada al más allá y por otro, porque los poderosos del mundo están cerca de quitárselo todo, y hacerle un esclavo para siempre.

¡Despierta! No te afanes tanto regando tu árbol, y mira como el bosque desfallece penosamente.    

                                                                                                                              Roberto E. Franco

                      

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