Sumergidos en este mundo cada día
más misterioso por la desesperación en afanes superfluos de todo tipo, lleva a
aquel que se moviliza por el camino del orden y la ética, a ver su cumplir como
un fracaso.
Pero analizando las causas y los
actores veremos, si en verdad es un fracaso, o simplemente un regocijo por
haber puesto, aunque efímeramente, en su lugar a quienes operar impúdicamente.
No hay casos aislados, cada día son
más, y abundan en el ámbito empresario, en el cuál muchos directivos hacen gala
de impávido cinismo.
Una gama de aberraciones – en los
intérpretes - se potencian en grado
sumo, transformando a quien camina la senda correcta en el equivocado, el
deshonesto.
¡Y hasta se convencen de eso!
Es interesante distinguir algunos
personajes, para luego comprender el deterioro de las instituciones.
En primer lugar el cínico quien
actúa mal, de exprofeso y no siente vergüenza. Planea su accionar, lenta y
solapadamente durante años y va seleccionado personajes, algunos afines a sus
objetivos, y otros, aunque buenas personas seducidos o inducidos a ensalzar el
actuar de su líder.
Luego le sigue el falso. Este es
tanto o más peligroso que el anterior, pues
aparenta una cosa y resulta otra, va mutando en apariencias, aunque
siempre tiene claros sus objetivos. Trata de inducir a otros a enfrentar los
errores con vehemencia, pero él siempre misterioso. Para ello pone de
manifiesto una gran “sabiduría ignorante” adecuada a cada circunstancia.
Luego el materialista solapado,
que postrado en su avidez, no escatima ningún esfuerzo para avanzar en sus
objetivos nebulosos.
Luego el ignorante arrogante, el
que en su indocta existencia trata de sobresalir prepotente, y a cada expresión
absurda que emite queda sumergido en el vacío de la nada, desnudo es su
barbarie.
Una digresión, que distante está del
que llamo “bruto” (perdón pero no se anticipen) o ignorante total.
El sufrido hombre de campo, el de
siempre, no el de ahora, que cada día va perdiendo lo poco que tenía, y se lo afanan
los poderosos con dineros obtenidos impúdicamente. Ese es un sabio, sabio de la
naturaleza, conocedor de las bellezas de la creación, tenlo enfrente y aprenderás mucho más que leyendo
una biblioteca universitaria.
Tenemos muchos, pero termino con
el católico doble personalidad, el que no cae en la corrupción, porque es
honesto y consciente apuntala la corrupción.
¡Cuándo te enfrentas ante este
cúmulo de villanías, ya sabes cuál es destino que te espera!
Pero lo que te debe quedar claro
que el desafío que emprendiste es valioso porque se funda en la verdad y la
honestidad.
Allá los que se enredan en las
aguas turbias de los pantanos. Allí terminarán y lo podrán salir o lo harán
malolientes y despreciados del barro nauseabundo.
Ah, me olvidaba, al final de
cuentas la que sufre, es la entidad derruida de su historia, mancillada en su
presente, e incierta en su futuro.
Al final te debe quedar – tu que
siempre fuiste un soñador –que nada será en vano, al contrario, no es un
fracaso, es una victoria, no del tipo de los exitistas que buscan rodearse de
oropeles de vanidad y sobre todo materiales, sino de las que gustan los hombres
de bien.
Ya es hora de cerrar este manto
de tinieblas, vuelve a la contemplación de la naturaleza y la verdad, este será
un fracaso temporario, una herida del
alma, pero se satura porque con firmeza defendiste el bien y los valores.
Roberto E. Franco
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