Una simple foto, reaviva en el
alma recuerdos que perduran, a veces escondidos por las malditas premuras de la
vida diaria, pero que al verla, resurgen con una fuerza infinita que te hace
ver, que te hace reconocer que tienes recuerdos.
Si tienes recuerdos sigues
viviendo, tienes un sólido pasado, tienes presente, tienes – pese a los años – futuro, y sobre
todo tienes esperanzas.
Recordar a diario te hace sentir
pleno, pero a su vez te permite poner en práctica un deber irrenunciable, el de
recordar para agradecer.
¡Qué bueno ser humildes y
agradecidos!
Familiares, amigos, vecinos,
servidores que en aquel tiempo lejano, formaban parte de tu familia.
El pan, la leche a diario, y el
canillita, una vez a la semana – los martes – venía con todas las revistas que
tanto anhelabas.
Luego, los recuerdos de la
escuela, y sobre todo del colegio, donde amasaste los mejores amigos, mejor
dicho los amigos de siempre, de la vida. Aquellos que con un simple mensaje
o una llamada están ahí junto a ti, pues kilómetros de infinitas
distancias desaparecen como arte de magia.
¿Y porque es así?
Porque en esos encuentros
furtivos la esencia es la misma, el diálogo es fecundo, nada ha cambiado, todo
sigue igual
¿La causa?
El cariño, el compartir las
alegrías y las tristezas, pero sobre todo, estos encuentros, están alejados de tanta
bazofia materialista.
Esto es lo que hace perdurar esta
enjundia que infla de regocijo el alma.
Es edificante, como de una simple
y roída foto,- la del negro Méndez humilde y honesto vendedor de diarios -
fluyen los recuerdos, se derraman como el agua de una vasija rota, y te transportan
a infinitas evocaciones que no están, en
el baúl de las cosas olvidadas, sino en el tesoro perenne del alma.
Te levantaste, triste y abatido –
además llueve y llueve - pero esa simple
foto te hace avistar el día con otras esperanzas.
¡Gracias foto y gracias Héctor
Banegas por difundir tan lindos recuerdos! .
Por último, ¡perdón!
No son recuerdos, son latidos del
alma.
Roberto E. Franco
10.4.21
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