En tantos artículos hice referencia a la acción incólume con la
tierra, de tantos campesinos amantes de su terruño y de su vida en libertad,
aunque muchas veces plagados de penurias.
Como representan el comienzo y la representación legítima del orden
natural, los rufianes que todo lo deciden, quieren acabar este palenque que
tanto les molesta.
Así, como en lo religioso la prioridad es la destrucción de la Iglesia
Católica, en el orden natural es la eliminación de las actividades
agropecuarias genuinas.
Andrea Marcigliano analiza con certeza “comenzó en Alemania, seguida
inmediatamente por Holanda, luego los franceses, siempre dispuestos a
aprovechar los vientos de protesta, y ahora también está en Italia. En el
vergonzoso silencio de los medios de comunicación, de los políticos de todos
los partidos (mayoritario y de oposición), de los intelectuales... de los altos
cargos del Estado. Sin embargo, no hay que caer en el
error de que se trata de una mera protesta por motivos fiscales, de fondos o de
subvenciones. Precisamente la amplitud y el alcance de esta revuelta, y la
forma en que se desarrolló, son un indicio de algo más. Piénsalo… comenzó poco antes del Foro de Davos. Y luego ha seguido
creciendo”.
El Foro donde se habló mucho sobre agricultura. En todos sus
aspectos. Planificando… la muerte de toda la industria.
¿Estoy exagerando? Klaus Schwab, ataviado con sus vestimentas de
Sumo Sacerdote, se entregaba, sin restricciones, a discursos que definir como
alucinantes sería quedarse corto. Como por ejemplo: hay cuatro mil
millones de hombres en el mundo que comen inútilmente. Consumen recursos,
sin que sirvan para nada. Traducido, debemos reducir la población
mundial a casi la mitad. Cuatro mil millones a eliminar. Y nadie,
absolutamente nadie, ha pestañeado. Normal, de hecho consecuente con las
políticas que Davos y los "poderosos" que acuden allí en
peregrinación están implementando.
Destruir la agricultura europea. Es decir, el sector primario de la
economía. Y la fuente de la vida. Fácil de hacer, estrangulando a los
agricultores con impuestos y sistemas usureros. Fácil de hacer, dado el
control de bancos y empresas financieras.
Los agricultores obligados a vender. Y sustituidos, en la propiedad
de la tierra, por empresas que producen energía solar. Con paneles. Que no
contaminan, dicen. Mientras que el ganado y los cultivos sí. Y esto explica la
financiación de los lobbies pseudo-ambientalistas, y el énfasis, en los últimos
años, en Greta y sus gretines.
Y luego, fomentar la introducción de alimentos
alternativos. Insectos, carne sintética…
La comida normal y sana estará destinada a unos pocos. A los
elegidos. A ellos, en definitiva. Los demás pueden morir. O
mejor dicho, tienen que hacerlo. El Sumo Sacerdote de… Davos lo dijo
claramente.
Los
tractores que marchan sobre Berlín, que asedian París, que desfilan por las
calles y autopistas italianas en este momento, representan una Revuelta de la
Tierra.
Contra
las fuerzas abstractas del dinero. Que quieren hacerla estéril.
Es una
batalla entre figuras míticas, que hoy parecen encarnarse en instituciones y
acontecimientos sociales.
Roberto Franco
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