“Mediante la actividad humana,
debidamente organizada,
resulta el bien de la cultura o
realización de la misma”
Mons. Octavio Derisi
En este mundo decadente y alejado definitivamente
del más mínimo atisbo de intelectualidad y búsqueda de la verdad, como lo
afirma Alberto Buela Lamas, “en una sociedad como la
nuestra, de consumo, opulenta para pocos, cuyo dios es el mercado, la imagen reemplazó
al concepto. Es que se dejó de leer para mirar, aun cuando rara vez se ve. Y
así los artistas, actores, cantantes, locutores y conductores de televisión han
reemplazado a los intelectuales”.
Todo deviene de la
Revolución Francesa cuando los filósofos fueron desterrados aviesamente, y
empezaron a aparecen sucedáneos, no de una categoría inferior, sino
directamente personajes impresentables navegando como modelos de la sociedad de
consumo, carentes de toda acometida intelectual, y rayando en la vulgaridad más
desopilante.
Para entender estos dislates de personajes
que se creen omnipotentes en el mundo de la ignorancia, es menester empezar a
entender que es la cultura.
¡No cualquier barullo es cultura!
Como lo decía con sapiencia Mons. Octavio
Derisi la cultura es una actividad espiritual inteligente y libre que el hombre
realiza para su propia perfección o para el perfeccionamiento de las cosas en
función de su propio bien personal, mediante la realización de valores.
Todo este enjambre nocivo, como lo afirma
Buela, viene de la Revolución Francesa
cuando los filósofos pasaron al ostracismo y fueron reemplazos por pseudos
filósofos cuya finalidad es la disolución de las bases éticas y culturales que
hicieron virtuosas y decentes las naciones.
A esta afirmación de su origen en la Revolución
Francesa, hay que agregarle la perversa putrefacción intelectual y moral que
originaron y promovieron la Escuela de Frankfurt y el Instituto Tabistock.
Personajes tuneados, deformando la imagen que
Dios y la naturaleza nos han dado, exhalan gritos e improperios a una juventud
virgen de verdad y valores, que los incorporan como propios y los difunden en
un deplorable escenario cotidiano.
Si salimos de la narrativa del nuevo orden
mundial, sería interesante conocer la relación de Theodor Adorno (Escuela de
Frankfurt) con el inefable John Lennon, para comprender los orígenes y la
naturaleza de esta decadencia en que se encuentra inmersa la humanidad.
Para aclarar que la cultura no es cualquier
desquicio profanada por artistas y cantantes, entre otros, se debe entender que
la misma se da en el hacer, transformando las cosas con las habilidades de la
artesanía y la técnica.
Luego las transforma con el arte, en función
del valor de la belleza.
Por último, al contemplar, el hombre conduce
la inteligencia a la verdad, con los hábitos de la ciencia y la sabiduría en el
conocimiento teorético, y con los hábitos de la ciencia y la sabiduría en el
ámbito del conocimiento práctico, del hacer técnico y del obrar moral.
Para no ir más lejos aquí están algunas de
las letras, hay miles, de los que se dicen ser dueños y poseedores de la
cultura.
“Un aprendiz ejemplar/ siempre te
pido más/ Los más bajos instintos a disposición/ En la piel llevas marcas de
satisfacción/ ¡Al suelo y deme cien!/ Quiero verte trabajar/ Te espero en la
oscuridad/ Demos un paseo inmoral”
“Para salir de fiesta/ bailando
reguetón en cámara lenta/ le metemo' cumbia, la que revienta/
Pónmela lenta, pónmela lenta”.
Dentro de La cultura latina-hispánica se
ubica una específica cultura argentina. En ella se han introducido
realizaciones defectuosas que la afean y deterioran.
Para lograr una cultura cada día más
arraigada y perfecta se deben afianzar y desarrollar los auténticos valores
propios, para ser mejores hombres y hermanos entre sí.
Roberto Franco
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