La inteligencia artificial solucionará todos los
problemas
de la humanidad… al exterminarla
Lucas Arrimada
Su fin inmediato
destruir la educación en valores
Para entender el perjuro de
la inteligencia artificial, se debe tener en cuenta a un monje veneciano
Giammaria Ortes al cuál siguen dogmáticamente todos los pensadores que le
sucedieron desde Adam Smith hasta Carlos Marx, y muchos más.
Un dato de la economía, lo que
se enseña como “ciencia económica”, tiene su correlato con la inteligencia
artificial a través de principios como el “cálculo del goce”, “cálculo
hedonista” y la inefable “utilidad marginal”. Porque a través de esta
deformación se logran objetivos adheridos a todas las demás técnicas como la inteligencia
artificial.
Este paso fue esencial,
porque al hacer dócil al individuo, a estas prácticas hedonistas, fue
alivianando los valores tradicionales, y al final de cuentas, fueron cayendo las
prácticas del esfuerzo.
Y la educación no está ajena a estas prácticas pérfidas.
Como lo analiza con
maestría Lyndon Larouche “la esencia de los métodos para “embrutecer” esclavos
y someter naciones, los métodos de la “educación basada en resultados”,
diseñada por la ONU, que se le aplican a las posibles víctimas de la dictadura
mundial de la ONU, es la cruel supresión
de las facultades creadoras de la razón, las facultades características
de la mente humana, que se expresan por lo general en la forma de
descubrimientos axiomáticos revolucionarios en la ciencia física”.
Lo natural, como sucedía,
ya hace mucho tiempo, es incentivar el interés y la intriga por conocer la vida
y el pensamiento de los grandes
pensadores de la humanidad.
En este punto la
inteligencia artificial fracasa, no puede y no quiere indagar objetivamente el
pensamiento de Platón, pues su esencia es ilimitada y subjetiva.
Todo este avance
tecnológico que fue desplazando la investigación y la educación por el manejo
de técnicas amorfas, lleva como culmen, a este estado, donde nadie ya
investiga, nadie recorre las bibliotecas y desempolva los libros, y a través de
autores quizás opuestos, lleva a u proceso de desarrollo intelectual que eleva
la ciencia autentica.
Sucede lo contrario, se
somete a los alumnos a que extraigan de una técnica, manejada por los amos del
mundo, los datos, no son conocimientos, y con esos se va “construyendo” una
“ciencia fraguada en la domesticación impuesta sutilmente”.
Esta herramienta, con su
subjetividad, induce a “creer” que el CO2 es mortal, que la Agenda 2030 es
imprescindible, y como desde los ámbitos que se deben ocupar de estos temas no
lo hacen, el desconcierto es total.
“Nunca se hubiese podido
aceptar el uso de los dispositivos en los ámbitos educativos de saber que iba a
traer una generación que se quedó sin la capacidad de concentración, de
lectocomprensión básica en silencio. La educación es el entrenamiento de la
atención. Sin atención no puede haber educación, ni pensamiento ni decisión”.
“La
sabiduría es producto de una inteligencia profunda que posiblemente la mera
inteligencia artificial llevada a un nivel inimaginable por nuestra ilimitada
ambición y limitada inteligencia humana tampoco puede llegar porque contiene un
factor intuitivo que no se puede programar ni acelerar con algoritmos de
perfeccionamiento. No podemos diseñar una “intuición artificial” ni una
“sabiduría artificial”. Esas imposibilidades nos deberían llevar a explorar
nuestra prudencia y cultivar una paciencia salvaje, disciplinada y aguda, ante
la pretensión de delegar la misma
supervivencia de la humanidad a procesos tecnológicos sin control”.
Roberto Franco
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