La pobreza ha adquirido en la opinión pública en general una connotación excluyente.
Debido a la condición humana, la pobreza ha existido en todas las fases de la vida del hombre.
En algunos tiempos ha estado disimulada con la esclavitud.
En otras épocas, al dar el hombre una dimensión trascendente a su vida, se observa una mengua decisiva de este flagelo.
Existen además diversos alcances del término pobreza.
Algunas veces se habla de pobreza espiritual cuando el hombre no considera de igual a igual a los demás, ni tampoco es solidario con los mismos.
Otras veces, se juzga por el estado de precariedad que tiene el hombre para poder satisfacer sus necesidades más elementales.
La pobreza también se circunscribe a corresponder la reciprocidad – fuente de la responsabilidad - entre los hombres en la vida económica. Por un lado, el que ofrece y atesora la disponibilidad de ofrecer un trabajo, y por otro lado, el que tiene que intensificar la búsqueda a fin de encontrar aquella faena, acorde o no a su vocación, que le permita acceder a una vida digna.
Otras acepciones diversas podríamos desplegar sobre la pobreza.
Pero a lo que se hace referencia en forma puntual es a la pobreza emergente de la vida económica.
La dificultad no se circunscribe sólo a imaginar una definición cuantitativa de lo que es ser pobre sino que va mucho más lejos, hasta llegar a comprender porque el hombre ha sido peculiarmente sometido a ser pobre.
Lo primero que se nos ocurre es pensar que el hombre prioritariamente debe estar al tanto de su razón de ser en este mundo y cual es su destino final.
Para ello debe hacer un ejercicio sencillo pero esencial; debe pensar, meditar, contemplar, familiarizarse con la realidad antes de acrecentar esfuerzos en la acción que va a emprender.
Este razonamiento le permitirá establecer un orden para poder discernir con sabiduría.
Discernir entre lo verdadero y lo falso.
Discernir entre lo que lo perfecciona o lo corrompe.
Entre lo necesario y lo superfluo.
Entre lo útil y lo malsano.
En definitiva el hombre "discrimina", discrimina entre lo que hace el bien y lo que hace el mal, sin que ello, el acto de discriminar, sea algo intrinsecamente malo como pregonan hoy en día los cultores del pensamiento único. Cuya acción de deformación del hombre se expresa claramente, también, en la tergiversación y deformación del lenguaje. así con terminos como "feminismo" se destruye la esencia de la mujer, con terminos como "salud reproductiva" se avala y se consuma el aborto, etc.
La lucha titánica que ha emprendido la humanidad, orientada y dirigida por los medios masivos de comunicación - que responden unilateralmente al pensamiento único y por lo tanto a lo políticamente correcto – dan al sentido y significado de pobreza una connotación totalmente distinta a la que tenía décadas atrás.
Esto es así porque ese pensamiento único, deshumanizado y carente de visión de los fines del hombre en la consecución de la felicidad, solo busca el paliativo del regocijo logrado por chatarras y cosas superfluas que le permiten pasar el tiempo en forma irrelevante.
Todo ello porque hemos olvidado entre otras, las enseñanzas prodigiosas de Aristóteles y Santo Tomás quienes, allá a lo lejos, nos han enseñado que el dinero utilizado como bien no hace más que acelerar infinitamente el quehacer económico.
Así la economía se pone al servicio de las finanzas. Detrás de ésta se encadenan fatalmente el comercio, la actividad productiva, la actividad primaria.
Por ende, esas finanzas de la globalización incentivan el avance irremediable de los mecanismos de la rueda perversa del consumismo.
El consumo – economía orgánica y natural – incentiva el buen vivir y disminuye la pobreza.
El consumismo – economía capitalista y antinatural – incentiva el desequilibrio familiar e incrementa la pobreza.
Por todo ello para enmendar los abatimientos de la pobreza sería prioritario llevar la economía por el sendero de una economía natural.
El camino inicial consiste en concienciar al hombre desde sus inicios sociales, es decir desde la misma formación familiar y educativa.
Seguimos insistiendo con que se difunde una educación económica arcaica, insensible, despiadada, que ha recibido su reprobación hasta en los claustros de su gestación.
Alumnos de la Universidad de Harvard rechazan el sesgo neoliberal en la cátedra de Introducción a la Economía. Es un hecho auspicioso, que en un sentido inverso al orden natural de la educación, los alumnos comprendan y repudien lo irracional de la economía capitalista.
De todo lo expuesto se desprende que el consumo, aunque parezca mentira, viene en el furgón de cola en esta economía lucrativa, economía alterada. Lo que se quiere hacer del consumo no es limitarlo, sino extenderlo hasta el infinito para que los demás procesos previos de la economía puedan continuar con su voracidad interminable de lucros.
Siempre el consumo debe estar orientado al infinito, pero los bienes disponibles para glorificar el lucro deben extenderse y restringirse periódicamente.
Así, muchas veces las góndolas se abarrotan de bienes y al mismo tiempo, los sufridos pobladores observar absortos sin poder acceder a los mismos, ante la carencia de medios para poder consumir.
Como dice Meinvielle asistimos a una economía invertida, una economía infinita ante el hombre finito, una economía puramente dinámica junto al hombre primordialmente estático. En síntesis una economía de lucro junto al hombre que es un ser de consumo.
La voracidad que provoca el lucro lleva a que asistamos a un sistema productor omnipotente y concentrado que trata de divinizar el consumo.
El consumo debe conservar el hilo conductor en la jerarquía de las necesidades legítimas del hombre, como debe ser en todas las actividades humanas.
Al invertirse el orden de lo natural en la economía, se consume y se consume como un fin en si mismo. El comerciante intenta vender todo lo que puede para cumplir con sus compromisos ineludibles con el industrial, y éste para no frenar la rueda utiliza el dinero elaborado por los bancos, incrementando, estos últimos, sus beneficiosos créditos.
Por todo ello, tratar de definir la pobreza en función del consumo posible o inaccesible no deja de ser una manifestación materialista de la cuestión.
El significado de pobreza, aun en lo económico, es mucho más trascendente, que una simple expresión de la posibilidad o no de la compra de todo aquello que se le pone al alcance de sus sentidos.
En síntesis, la pobreza depende de la sensatez del hombre en la elección de sus decisiones humanas.
¿No será que el consumismo es el rastro que adquiere la esclavitud en tiempos de la globalización?.
Hace una semana evocábamos el nacimiento de Cristo y, aunque parezca utópico, la pobreza económica se acentúa o se atenúa según estemos lejos o cerca de su sincera evocación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DEJENOS SU COMENTARIO, ¡ALABADO SEA JESUCRISTO!