lunes, 18 de julio de 2016

DOS VERSIONES SOBRE LOS PALOTINOS : ¡EN BUSCA DE LA VERDAD!


“Juntos vivieron, juntos murieron”


La mañana del domingo 4 de julio de 1976 fue particularmente dolorosa. Esa madrugada asesinaron a los sacerdotes y seminaristas Palotinos en la Parroquia San Patricio, en el barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires.

Monseñor Jorge Eduardo Lozano*

La gente que llegaba temprano para la misa de las 8 se encontró con el Templo cerrado y enseguida comenzó a correr la noticia del mayor crimen de religiosos ocurrido en la Argentina. Enseguida se fue sumando gente que en su rostro expresaba sentimientos de angustia, dolor, horror, incomprensión, sorpresa, conmoción. Era como si una pesadilla se hubiera expandido en el barrio y la comunidad.
Los acribillados fueron los sacerdotes Alfredo Leaden, Pedro Duffau y Alfredo Kelly, y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti.
Vivíamos en la Argentina tiempos de violencia creciente. Atentados, secuestros con fines económicos, desaparición de personas, procedimientos militares y paramilitares, torturas, asesinatos…
Con el correr de las horas se supo que el crimen había sido perpetrado por un grupo armado que había partido de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Varios testimonios que se recogieron en entrevistas relatan que esa noche las manzanas que rodean la Parroquia se convirtieron en zona liberada y que eligieron cuidadosamente el momento del asesinato.
En la misa del 25º aniversario el Cardenal Jorge Mario Bergoglio dijo en la predicación: “Esta parroquia…, ha sido ungida por el testimonio de quienes ‘juntos vivieron y juntos murieron’. Por el testimonio de aquellos que quisieron no vivir para sí, quisieron ser grano de trigo y murieron para que otros tuvieran vida. No sólo se ungió el altar en aceite cuando se consagró esta parroquia. Las baldosas de este solar están ungidas con la sangre de aquellos a quienes el mundo no pudo reconocer porque no eran del mundo. Después vinieron las etiquetas. Les pusieron todas las etiquetas posibles, las etiquetas que el mundo pone para justificar. ‘¡Crucifícalo!’, ‘porque se hizo Hijo de Dios’: La primera etiqueta que le pusieron y como se la pusieron a Él, se la pusieron a todos quienes, a lo largo de la historia, quisieron seguir el camino de Él. Cuando el mundo no quiere hacerse cargo de la evidencia inventa etiquetas. Recuerdo aquella escena tan triste del Evangelio: pusieron la mano en el bolsillo, sobornaron a los soldados y les dijeron vayan tranquilos y digan que mientras dormían, vinieron a robar el cuerpo. Etiquetas que a veces son actitudes, que a veces son decisiones, que a veces son posturas. El mundo siempre se justifica para no hacerse cargo de que llegó tarde, de que no abrió su corazón a tiempo. Esta parroquia ungida por la decisión de quienes juntos vivieron, ungida por la sangre de quienes juntos murieron, nos dice algo a esta ciudad, algo que cada uno tiene que recoger en su corazón y hacerse cargo. Despejar etiquetas y mirar el testimonio. Hay gente que sigue siendo testigo del Evangelio, hay gente que fue grano de trigo, dio su vida y germinó. Yo soy testigo, porque lo acompañé en la dirección espiritual y en la confesión hasta su muerte, de lo que era la vida de Alfie Kelly. Sólo pensaba en Dios. Y lo nombro a él porque soy testigo de su corazón, y en él a todos los demás…”.
La comunidad religiosa había sido objeto de calumnias y amenazas que pretendieron hacer callar su voz profética. Su martirio sigue proclamando que Dios es amor y nadie puede silenciarlo. Y la causa por la beatificación por martirio de “los cinco” está viva y en marcha.
Mañana, lunes 4 de julio a las 20 hs se celebra la misa en memoria de ellos en la Parroquia San Patricio. Recemos para que Dios sane las heridas y consuele a su Pueblo. La comunidad palotina dice en este 40º aniversario: “Juntos vivieron y juntos murieron. Fue un atentado a una comunidad comprometida en el anuncio del Evangelio. El compromiso de fe los llevó a defender el valor de la vida y promover los valores evangélicos de la justicia, de la paz y del compromiso con los indefensos de la humanidad”.
El próximo viernes 8 de Julio realizaremos como diócesis de Gualeguaychú nuestra peregrinación diocesana al Santuario de la Virgen del Rosario de San Nicolás en el marco del Jubileo de la Misericordia. Llevamos en el corazón las intenciones de todos para presentarlas a nuestra Madre.

*Obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social



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La farsa del “martirologio” de los curas palotinos. Por María Lilia Genta

Por segunda vez en muy poco tiempo me siento presa de la desolación. Temo caer en una suerte de desierto espiritual. Cuando las sorpresas, impensadas, nos la depara la Iglesia, se reabren heridas que creíamos cerradas para siempre. Poco importan los golpes que nos pueda asestar algún político falaz; éstos nos resbalan sobre las heridas. Pero los que provienen de la misma Iglesia, no.
En un curioso neo martirologio, que va in crescendo y no paree detenerse, se proclama, ahora, mártires a los cinco religiosos palotinos asesinados el 4 de julio de 1976 en la Parroquia de San Patricio, en Buenos Aires. Siempre creí que mártires son aquellos que mueren asesinados por odio a la fe verdadera. En el caso de los palotinos -crimen abominable, por cierto- me pregunto si fueron asesinados por odio a la Fe Católica o a la fe en Carlos Marx, Trozky, Stalin, Fidel, Mao o el Che.
Tengo personalmente una idea, que comparten algunos obispos, muchos sacerdotes y muchos laicos, sobre quienes murieron mártires, efectivamente, durante la tremenda guerra que se libró en Argentina en los años setenta. No los voy a nombrar porque respecto de uno de ellos me comprenden “las generales de la ley”. Pero eso sí, no puedo dudar de las razones que tuvieron sus asesinos porque ellos mismos se encargaron de hacer llegar una carta, una especie de “certificado”, en la que aseguraban que los habían matado por considerarlos “soldados de Cristo Rey”. Esta frase estaba estampada en medio de sacrílegas burlas sobre su religiosidad. La carta a la que aludo ha sido publicada y reproducida en varios libros y revistas en el transcurso de más de cuarenta años.
En cuanto al crimen de los palotinos ya en aquellos años se sabía que en la Parroquia de San Patricio funcionaba una suerte de célula de la organización terrorista Montoneros. Con total impunidad y desvergüenza lo han “certificado” algunos de sus miembros que sobrevivieron a la llamada “masacre de San Patricio”. Voy a transcribir uno solo de esos “certificados” para no alargar la nota; pero todos están publicados en distintos libros, artículos, portales de internet, al alcance de quien los quiera consultar.
La Revista 3 Puntos, en su número 133, del 20 de enero de 2000, Sección lectores, aparece la respuesta a una nota de Miguel Bonasso (montonero confeso) publicada en el número anterior de esa misma revista, del ex Oficial Primero Montonero, Ernesto Jauretche, escritor y periodista, militante desde 1955 en el peronismo de izquierda. En esa respuesta escribía Jauretche:É TAMBIÉN:  Tras 40 años: no nos olvidemos de los verdaderos asesinos. Por Nicolás Márquez.
“La sorpresa de leer un testimonio que me involucra remueve mis recuerdos. La vibrante anécdota de ese día de mayo del 76 que relata Bonasso en el número 132 de 3 Puntos,  tiene, sin embargo, otras aristas no comentadas en la brevedad del texto publicado. Es cierto que estuvieron esperando mi llamado de control. Pero no lo es menos que mi tarea de ese día consistía en atravesar todo Buenos Aires trasladando en unRapiflex el mimeógrafo y un abultado paquete de originales de Evita Montonera hasta una parroquia palotina de la calle Estomba. Tiempo después el grupo de sacerdotes que me recibieron, conocidos hoy como víctimas de la intolerancia religiosa, sumaron sus nombres a la vasta nómina de mártires montoneros. Con más ánimo de agregar detalles que de acometer un tardío alegato para justificar mi falta, debo aclarar que al regreso no pude ver la macetita en el alféizar de la ventana del sexto piso que indicaba “aquí estamos; todo en orden” porque, lógicamente, la habían retirado mientras transcurría la “emergencia” que Miguel relató y que yo observaba alelado desde una mesa del café de la vereda de enfrente”.
El texto se comenta solo.
Hay otra cuestión sobre la que quiero detenerme. Como el crimen de los palotinos suele habitualmente imputarse a un grupo de tareas de la ESMA, es muy interesante leer la declaración indagatoria del Capitán de Fragata Antonio Pernías ante el juez Torres en mayo de 2006, publicada por su defensor, Florencio Varela en el portal de internet Harry Magazine(http://www.harrymagazine.com/200605/recordando.htm). Dicha declaración abunda en detalles sobre las actividades de diversos montoneros (varones y mujeres) vinculados con la causa de los Palotinos.
Esta imputación a la Marina nos pareció siempre un tanto inconsistente a los que vivimos muy de cerca, en aquella época, los acontecimientos. Unos días antes, una joven, Ana María González, de apenas dieciocho años, miembro activo de Montoneros, fingiendo estrecha amistad con una de las hijas de la que sería su víctima, compañera de colegio, aprovechó la confianza que la familia había depositado en ella y colocó un explosivo debajo de la cama del entonces Jefe de la Policía Federal, Gral. Cesáreo Cardozo. Fue el segundo jefe de la Policía Federal asesinado por la guerrilla en aquella época; el primero había sido el Comisario Alberto Villar muerto un año y medio antes en uno de los más resonantes atentados de Montoneros. Al parecer la Policía Federal en sus investigaciones llegó a conocer el lugar donde se había refugiado Gonzalez después del asesinato de Cardozo: no era otro que la Parroquia de San Patricio. Más aún: dos días antes de la masacre de los religiosos ocurrió otra masacre. En efecto, el 2 de julio de 1976, Montoneros colocó una bomba en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal, atentado en el que murieron veintitrés personas y sesenta quedaron heridas.TAMBIÉN:  El feminismo y su vínculo con la pedofilia. Por Agustín Laje.
Teniendo en cuenta estos antecedentes que acabo de enumerar siempre me incliné a creer, como más probable, otra versión que circuló por aquellos días, a saber, que los palotinos fueron asesinados por un grupo de policías federales, desbordados, que actuaron por su cuenta en venganza del asesinato de Cardozo y de la bomba en el comedor de Seguridad Federal que fue la gota que rebalsó el vaso.
Las crónicas de esos días consignaron dos frases escritas por los asesinos en el suelo de la parroquia. Una decía: Estos eran zurdos que envenenaban las mentes vírgenes. La otra rezaba: Esto es por los muertos en el comedor de la Policía Federal. La tesis de la represalia policial la sostienen, también, L. Wiernes y P. Torres, en su obra Policía y Montonero, publicada en 2010, en Buenos Aires por la Editorial Tutchei Tansec.
Esto certifica los motivos que movieron a los asesinos de los cinco religiosos que, como se ve, no fue el odio a la fe.
Desde el primer momento se dijo, también, que algunos de los muertos no pertenecían a Montoneros y que, por tanto, eran inocentes. Pero es muy difícil sostener esta inocencia: el haber refugiado a Ana María González los hace cómplices a todos.
Por último quiero agregar que muchos de los que formaron parte de Montoneros provenían de los mismos círculos católicos a los que pertenecíamos mi marido y yo. Siempre me pregunté qué o quienes llevaron a transitar el camino de Cristo a Carlos Marx a numerosos jóvenes de mi generación a la que siempre llamé la generación partida. La respuesta es siempre la misma: los sacerdotes tercermundistas comprometidos con la lucha armada. Sigo esperando que nuestra Santa Madre la Iglesia, institucionalmente, revise este maridaje inaceptable entre el evangelio y el marxismo violento y militante.
He escrito esta nota en un tono quizás demasiado personal. Es que se trata no de la historia que leí sino de la que viví.

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