Antonio era
un profesional – médico –reconocido en su Patria por su honestidad, solidaridad
con todos los que pasan a su lado.
Por esas cosas del destino, su imagen había crecido tanto, y su país
estaba sumergido en la precariedad más absoluta, ningún adelanto era visible, y
los ciudadanos querían un cambio que no los alejara del mundo, pero que les
permitiera vivir en su añejo estilo de vida.
Es así que lo promueven para presidente y gana ampliamente las
elecciones.
Si bien era una sociedad aletargada económicamente, en el tema
educación y valores morales, sobresalía sobre el resto de las naciones.
El tema era económico, obras e inversiones se necesitaban.
Como era neófito en estos temas se reúne con algunos economistas – que
los había mucho – y acepta las ideas de un joven - Jorge - egresado de la Universidad de
Chicago, munido de los sapienciales conocimientos de Milton Friedman.
El país no tenía inflación y los negocios trabajaban normalmente, con sus merecidos descansos dominicales.
Pero las obras eran una necesidad impostergable y Jorge le propone
solicitar un préstamo de u$s 1.000.000 al Fondo Monetario Internacional para financiar las obras.
Otro economista Pedro, no compartía esta idea, pues consideraba que
era innecesario pedir un préstamo, sostenía que emitir dinero para hacer obras
no genera inflación, al contrario moviliza
toda la actividad económica y todo crece satisfactoriamente. Pues todo
lo que se necesita para la obra existe en el país.
Pero Antonio confió más en Jorge, porque su locuacidad convencía.
Así fue que se pidió el préstamo y comenzaron las obras, pero al cabo
de un tiempo el país comenzó a notar un cambio en su vida diaria.
Los bienes comenzaron a incrementar sus precios, y la disputa entre
comerciantes crecía.
La otrora tranquilidad y solidaridad social se había desintegrado,
entre los intereses de la deuda y la inflación creciente, se desvanecían las
esperanzas.
Además, el préstamo fue otorgado con la condición de que se permitiera
ingresar empresas extranjeras en la producción y en el comercio, al margen de
las políticas de género y otras atrocidades que constituyen, a través del
dinero el arma de destrucción de las naciones.
Con esta ola de “inversiones” muchos supermercados se apoderaron del
comercio, y los pequeños comerciantes y las pequeñas y medianas empresas fueron
languideciendo lentamente.
La decadencia era cada vez más notoria y el malhumor de sus habitantes
fue creciendo por lo que Antonio analizó y comprendió la situación.
Se dio cuenta que Jorge no era una mala persona, pero su formación
distaba mucho de ser lo indispensable para una sociedad que quería mantener su
propia esencia, vivir en equilibrio entre el ser y el hacer, y sobre todo
recuperar ese hálito de solidaridad que durante tantas décadas había hecho de
su comunidad un modelo de convivencia y buen vivir.
Recuperó a Pedro en su equipo y pronto los cambios se sucedieron raudamente.
Se devolvió el préstamo solicitado pues el pueblo debía devolver con
su esfuerzo esa estafa promovida por los organismos internacionales.
Pedro se hizo cargo de la Casa
de la Moneda y tanto se producía tanta moneda había, se recuperó la
confianza en su dinero, y éste alcanzó un nivel de aceptación internacional
envidiado por muchos.
Esto es aplicable a obras a realizar en nuestra provincia.
Como decía Jauretche “no se trata de cambiar de collar, sino dejar de
ser perro”.
A los argentinos, lamentablemente con este nivel dirigencial, el
collar en el cogote lo tendremos por largo tiempo.
Roberto E. Franco
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