domingo, 12 de febrero de 2023

AY, MERCADERES DEL OPROBIO


Antonio era un profesional – médico –reconocido en su Patria por su honestidad, solidaridad con todos los que pasan a su lado.

Por esas cosas del destino, su imagen había crecido tanto, y su país estaba sumergido en la precariedad más absoluta, ningún adelanto era visible, y los ciudadanos querían un cambio que no los alejara del mundo, pero que les permitiera vivir en su añejo estilo de vida.

Es así que lo promueven para presidente y gana ampliamente las elecciones.

Si bien era una sociedad aletargada económicamente, en el tema educación y valores morales, sobresalía sobre el resto de las naciones.

El tema era económico, obras e inversiones se necesitaban.

Como era neófito en estos temas se reúne con algunos economistas – que los había mucho – y acepta las ideas de un joven  - Jorge - egresado de la Universidad de Chicago, munido de los sapienciales conocimientos de Milton Friedman.

El país no tenía inflación y los negocios trabajaban normalmente,  con sus merecidos descansos dominicales.

Pero las obras eran una necesidad impostergable y Jorge le propone solicitar un préstamo de u$s 1.000.000 al Fondo Monetario Internacional  para financiar las obras.

Otro economista Pedro, no compartía esta idea, pues consideraba que era innecesario pedir un préstamo, sostenía que emitir dinero para hacer obras no genera inflación, al contrario moviliza  toda la actividad económica y todo crece satisfactoriamente. Pues todo lo que se necesita para la obra existe en el país.   

Pero Antonio confió más en Jorge, porque su locuacidad convencía.

Así fue que se pidió el préstamo y comenzaron las obras, pero al cabo de un tiempo el país comenzó a notar un cambio en su vida diaria.

Los bienes comenzaron a incrementar sus precios, y la disputa entre comerciantes crecía.

La otrora tranquilidad y solidaridad social se había desintegrado, entre los intereses de la deuda y la inflación creciente, se desvanecían las esperanzas.

Además, el préstamo fue otorgado con la condición de que se permitiera ingresar empresas extranjeras en la producción y en el comercio, al margen de las políticas de género y otras atrocidades que constituyen, a través del dinero el arma de destrucción de las naciones.

Con esta ola de “inversiones” muchos supermercados se apoderaron del comercio, y los pequeños comerciantes y las pequeñas y medianas empresas fueron languideciendo lentamente.

La decadencia era cada vez más notoria y el malhumor de sus habitantes fue creciendo por lo que Antonio analizó y comprendió la situación.

Se dio cuenta que Jorge no era una mala persona, pero su formación distaba mucho de ser lo indispensable para una sociedad que quería mantener su propia esencia, vivir en equilibrio entre el ser y el hacer, y sobre todo recuperar ese hálito de solidaridad que durante tantas décadas había hecho de su comunidad un modelo de convivencia y buen vivir.

Recuperó a Pedro en su equipo y pronto los cambios se sucedieron raudamente.

Se devolvió el préstamo solicitado pues el pueblo debía devolver con su esfuerzo esa estafa promovida por los organismos internacionales.

Pedro se hizo cargo de la Casa  de la Moneda y tanto se producía tanta moneda había, se recuperó la confianza en su dinero, y éste alcanzó un nivel de aceptación internacional envidiado por muchos.

Esto es aplicable a obras a realizar en nuestra provincia.

Como decía Jauretche “no se trata de cambiar de collar, sino dejar de ser perro”.

A los argentinos, lamentablemente con este nivel dirigencial, el collar en el cogote lo tendremos por largo tiempo.

                                                                        Roberto E. Franco

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJENOS SU COMENTARIO, ¡ALABADO SEA JESUCRISTO!