Es
una verdad irrebatible que la economía es social, no puede ser de otra manera.
Si el hombre, por naturaleza, está obligado a vivir en sociedad, no quedan
dudas de la razón social de la economía.
Es esencial tener en cuenta
que, la empresa no es sustancialmente una mera unidad económica, sino una
unidad social productora de riqueza. Es una unidad social con efectos
económicos, no una unidad económica con efectos sociales.
En
los últimos tiempos ha surgido un imperativo inexcusable de recrear la economía
social, como algo nuevo, innovador, que intenta atemperar los destinos pérfidos
del capitalismo globalizado.
Se
dilucida como una alternativa a fin de paliar, contrarrestar los resultados
nefastos de dicho capitalismo.
El
capitalismo, en todas sus variantes, desde su aparición en el siglo XVIII ha
evolucionado, como es lógico por su infame comportamiento, con etapas de
distracción y entretenimiento, y etapas de retracción y rechazo.
Para
estas últimas, ha encontrado siempre dentro de su universalidad, el antídoto
para neutralizar y reencauzar el derrotero de dominación.
Así
pues, el marxismo, contra cara complementaria del liberalismo, fue la primera
expresión de - ¿rechazo? - a tantos
infortunios.
Luego
aparecieron otros,
La
economía de bienestar de Keynes definió un tiempo esencial del capitalismo
triunfante: bienestar material, languidez espiritual. Un avance estrepitoso en
lo económico a costas de la pérdida constante de los valores esenciales de la
vida social, lo que facilitaría la instauración de la globalización sin la
presencia de voces masivas de rechazo.
El
cooperativismo también ha sido interpretado como una variante para combatir la
depredación capitalista. Su origen en el esplendor de
Todas
estas adaptaciones que se intenta revivir en estos tiempos padecen de un mal
intrínseco, la tentativa de injertar una idea, un concepto, un estilo de vida
en una sociedad que mayoritariamente ha cambiado absolutamente sus parámetros
de relación.
Esto
es grave, con una comunidad internacional – sobre todo occidente – rendida a la
liviandad, al consumismo y al hedonismo, donde la educación desapareció de los
claustros. Solo queda la instrucción, que consiste en inculcar en los jóvenes ideas fragmentadas, alejadas del conocimiento,
y donde se cree que la tecnología es la esencia de este desquicio.
Totalmente
falso, la tecnología solo presta un servicio auténtico, cuando está subordinada
a una ciencia fundada en valores y en la Verdad.
Los
grandes empresarios hambrientos por mostrar un lado solidario meten mano en la
educación, para adecuarla a sus fines materialistas.
Y
aparece una creación paradigmática, rodeada de un hálito milagroso que
transforma los comportamientos maravillosamente.
Lo
veremos . . . . . . . . . .
Roberto
Franco
28.2.22
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