CAMINO SIN CESAR DETRÁS DE LA VERDAD
Y AL FIN SABER LO QUE ES LA LIBERTAD
NINO BRAVO
Estos dos conceptos para que prive el Bien Común deben ir íntimamente
fusionados. No puede ir el uno sin el otro.
He decidido tomar un camino, no por el atajo, sino por el frente, para
desentrañar tantas farsas pergeñadas satánicamente para esclavizar a la
humanidad.
Encaro estas reflexiones que espero sean interpretadas en su real
valía.
Nombro el cooperativismo, no como un bien en sí mismo, sino como,
quizás, el único instrumento de la vida económica y comunitaria que puede
interpretar y hacer realidad la profunda relación entre la solidaridad y el
orden natural.
A su vez, me refiero al cooperativismo auténtico, no a tantos
emprendimientos disfrazados de cooperativismo que explotan a sus integrantes
sin brindarles ningún tipo de protección, como así tampoco aquella organización
que utiliza el cooperativismo, pero que no cumple con sus postulados básicos,
los que no nacen en Rochdale, sino mucho antes con la composición armónica y
equilibrada de la Edad Media.
A su vez el cooperativismo, respetando su esencia, es el único
instrumento organizado que tiene como aliado, a la comunidad para combatir el
ataque siniestro de las multinacionales.
Lo real es que lo que se llama cooperativismo – muchas veces - está
muy lejos de su esencia, pues prioriza el equilibrio financiero y económico,
utilizando cualquier convenio, aunque sea aciago para su futuro, pero desprecia
la lucha por su esencia, por su valía, por su servicio a la comunidad a la cual
debe servir, y sobre todo “proteger” de los embates a que es sometida, dándole
las herramientas filosóficas para unir esfuerzos y luchar contra la miseria a
la que es sometida.
Pero si los dirigentes cooperativos – a nivel nacional - rinden
pleitesías al Nuevo Orden Mundial, al Foro de Davos y a la Agenda 2030, poco se puede
esperar de ellos.
Es mucho más placentero alabar el becerro de oro – de oro pútrido –
que presentar el buen combate, aunque las cicatrices mutilen su cuerpo.
La historia premiará a estos últimos, y cercenará a los primeros.
El camino cada día se vuelve más agrietado y la penumbra que penetra y
penetra, deja azorados a aquellos que aún sueñan esperanzados con un renacer
cada día más lejano.
El árbol añejo, frondoso y elegante sobresalía en la espesura del
bosque, era la envidia y la frustración de sus vecinos enredados entre sus
ramas punzantes. Era tanta la desazón, que llegaron a incinerarse para acabar
con ellos al que era motivo de sus envidias. Las hojas se quemaron, pero con
una nueva primavera el árbol añejo recuperó su hidalguía, su postura y su
elegancia más apuesta que nunca. Y el bosque solo a él le perteneció.
Debemos estar esperanzados que multitudes de seres humanos recuperen
la hidalguía y el coraje de este valiente árbol añejo, para recuperar el tiempo
perdido, desandar el camino de tantos desengaños, y encontrar la íntima fusión
entre la solidaridad y el orden natural, para transitar la avenida del Bien y
la Verdad.
Roberto E. Franco
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