martes, 6 de febrero de 2024

LOS PARQUES INDUSTRIALES DE GUALEGUAYCHU

 

En este debate que se produce sobre el llamado parque industrial sustentable – “Contrapunto” -, me voy a referir a los fundamentos de la creación del  PIG, ya a días del medio siglo de la creación de la Corporación del Desarrollo de Gualeguaychú.

Lo que es fundamental en toda investigación es tener en cuenta la función del estado en una comunidad regida por la impronta del orden natural. Para poder decir que existe comunidad.  

No existe este orden cuando el individuo pacta y subordina directamente a un estado débil y precario, libremente movilizado por la ley de la oferta y la demanda, donde sin la ley de reciprocidad rige la jungla. Esto es lo propio del liberalismo.

Tampoco existe dicho orden cuando el estado todo lo decide y subordina al hombre a sus intereses, creando una sociedad amorfa y dependiente, caso concreto del marxismo con todos sus adláteres. 

La creación de la Corporación de Desarrollo de Gualeguaychú se rigió por los principios esenciales del orden económico natural. Está en sus objetivos fundantes.

Un grupo de hombres inquietos y deseosos del bien común de la ciudad, integrantes de varias instituciones, generaron la idea y con el apoyo incondicional del poder político, - esto fue fundamental, el estado es aliado de las instituciones, de ahí que el intendente es el presidente nato de la entidad - en aquel entonces, fueron avanzando en la realización de sus ideas. 

No conozco los fundamentos de la creación del parque industrial sustentable, pero lo que sí entiendo, es que constituye una superposición de acciones donde el estado, salteando las sociedades intermedias, crea un ente que compite con algo que ya existe y que en última instancia supone una superposición de esfuerzos.

Lo de sustentable puede tomarse como una declamación semántica de adhesión a lo que imponen los poderosos, desde el Foro de Davos, Naciones Unidas y otros foros para provocar la inanición de la actividad industrial, exigiendo el pase a las energías renovables, fundado en el maquiavélico calentamiento global.  

En la sociedad orgánica, y aquí recuerdo a un gran vicepresidente de la Corporación, que desde su función siempre defendía con fundamentos sólidos, – Chichito Lapalma – que el estado jamás debe ignorar el bien común comunitario, no dejando en manos de los individuos anárquicamente la vida comunitaria, ni tampoco el sometimiento forzoso de la sociedad.

Para estar ordenado al mismo, como debe ser, se requiere la aceptación y aplicación de principios esenciales.

Todo comienza y debe germinar desde la sociedad básica de la comunidad – la familia -, y de ahí seguir con la infinidad de entidades intermedias que se van agregando jerárquicamente.

Y aquí viene lo importante.

Cuando éstas por diversas razones no pueden llevar a cabo sus iniciativas, por el bien de todos, el estado debe aparecer en auxilio y crear las condiciones – auxiliar e incentivar - para que las mismas, se hagan efectivas. Pues son actividades inherentes a la vida privada. Este es el principio de subsidiariedad.

Y en el último de los casos, cuando los particulares no están en condiciones de llevar a cabo tal o cual obra imprescindible para la comunidad, aparece el principio de supletoriedad, por el cual el estado debe realizar este emprendimiento ineludible por el bien de todos. Este no es el caso del parque industrial sustentable. Ello provoca una superposición de emprendimientos, máxime en tiempos en que los recursos son escasos.

En estos tiempos en que la llamada grieta se mueve viciada entre las políticas públicas y el libertarianismo, es necesario decir, guste o no, que las naciones se hicieron grandes – desde lo económico - al influjo del respeto del orden económico natural.

De un lado y del otro, los que se comen el plato de la boda son los mismos que crearon impunemente estas ideologías

No olvidemos que tanto Adam Smith como Carlos Max trabajaban para el mismo patrón – la Compañía de Indias Orientales – y el primero incentivó la hegemonía de las finanzas, y el segundo, raro no, nunca las atacó.

Todo lo demás es cháchara adherida a la narrativa que nos quieren imponer para someternos impunemente.

                                                                                                              Roberto Franco

Esta nota fue enviada a diario El Día pero no se publicó. Es en repuesta a “contrapunto” entre el presidente de Codegu y el Dr. Martín Britos.

 

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