sábado, 30 de diciembre de 2023

LA AMBICION

 

Y es que me da igual,

a mí ya nada, nada, me importa

todo tiene su fin, no, no, no, no

“Todo tiene su fin” El barrio

Es una enfermedad, que permanece inerte, nunca se manifiesta en algunos, en otros está latente, y en otros se revela en toda su expresión.

Así esté inerte o latente, de un momento a otro, por causas externas puede activarse y explotar ávidamente.  

¡La ambición es una enfermedad del alma!

Y tiene la osadía de corromper el cuerpo, pues es el que en primera instancia goza de los privilegios de tamaña felonía.

El cuerpo la expresa, el alma la impulsa y la recrea, y en su recorrido, sino se recapacita a tiempo avanza y avanza sin límites.

Va carcomiendo todo al mismo tiempo, cuerpo y alma sufren esta maldad que genera satisfacción y júbilo al comienzo, luego ocaso ético y comunitario.

En su desenfrenado peregrinar hacia el abismo todo lo arrasa, primero lo destruye, luego lo tritura.

El que es avezado en estas lides, observador, tiene la habilidad de sacar el cuerpo a tiempo y dejar pasar el remolino intrépido y demoledor.

Y desde la ladera de la montaña observa el despeñar de tantos que se dejaron seducir por tan intrépida quimera.  

Muchos desvaríos movilizan e inquietan el alma en la explosión de la ambición.

Una de ellas es el interés, es el más común, es pecuniario, y regocija el cuerpo, mejora el pasar, expone progresos materiales y permite mirar de soslayo a muchos que estaban en su nivel de vida.   

El egoísmo, es más profundo, es más intrépido, más insondable, no puede intuir que no llegas a destino, tus talentos limitados no te llevan al puerto que ambicionas, y el alma inquieta se molesta e inquiere del cuerpo objetivos imposibles de cumplir.

La envidia también moviliza a la ambición. Ahí el mercado donde inmiscuirse es muy amplio, casi infinito, y la turbación es continua y nunca el sosiego llega al alma, y el cuerpo se debate incansable e inquieto ante la imposibilidad de lograr los objetivos y satisfacer a la otra parte de su existencia.

En temas trascendentes la ambición se vuelve tibia, sin compromisos comunitarios. Cuando lo haces, es un paso, un escalón, un peldaño, hacia el fin donde el cuerpo cumple los pérfidos fines del alma.          

El individualismo es una simiente fructífera de la ambición, la riega a diario para que crezca, y produzca sus frutos. Tiene la ventaja que avanza encorsetado en sus intereses, en su burbuja solitaria, el mundo alrededor le resbala, no existe, solo su devenir importa. Su devenir depredando todo hasta los sentimientos que otrora daban placidez a la vida.  

¡Todo tiene su fin!   

Al final de cuentas, estas dos naturalezas del hombre sufrirán un desprendimiento en el momento menos pensado.

El cuerpo, activo intérprete de esta ambición sin límites motivada por el alma, deja de existir.

Ahora sí, aunque siempre lo tuvo sin cuidados, el alma solitaria, sin su socio cómplice, deberá preocuparse por el destino que le espera en la soledad, afrontar su vademécum, pues su devenir es eterno.      

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJENOS SU COMENTARIO, ¡ALABADO SEA JESUCRISTO!