Mis diálogos con Blas tenían un aire muy especial, transitaban entre
las cosas triviales y las cosas muy profundas, que causaban mi admiración, y al
mirarlo, con dolor y angustia decía hacia mis adentros:
¡Cuánto tiempo te tendremos entre nosotros!
Sucede que estas maravillas espirituales son demasiado para este
mundo, y estoy seguro que Dios lo dejó un tiempo en este pantanal, pese a que
estaba muy, muy protegido por sus padres, Blas entendía todas las atrocidades
del afuera.
Era tal lo mío de estar pendiente de una llamada, un mensaje de Blas,
que cuando lo recibía recobraba la alegría pese a los momentos de zozobra que
pasábamos.
A fines del 2022. último año que pudo ir a la escuela, yo siempre en
Buenos Aires, Blas me envía un audio muy sentido.
“Robert puedes venir a las 19 a la Basílica Guadalupe que hay un acto
muy especial.
Faltaban más de cinco horas y ya me desesperaba por ir pero le
contesté:
“La verdad no tengo ganas ni mi interesa”.
Me vuelve a escribir y me dice:
“Pero Robert hay un acto por el día del amigo”
Le contesto:
“La verdad no me importa”
Y mi querido amigo, pese a tanto “desprecio”, porque era el juego que
siempre hacía con Blas me dice:
“Robert, a cada chico le entregan un diploma, y se lo entrega su mejor
amigo. Y mi mejor amigo eres tú”.
Sabía de antemano su respuesta, pero fue tan grande la alegría, la
emoción que hoy a seis meses de su partida, todas las noches lo recuerdo y lo
recordaré siempre.
Le dije
“Amigo sabes lo mucho que te quiero”
Y no me mandó audio me escribió:
“Jajaja te conozco tanto”.
Es tanto, que cuando llegaba y lo miraba en silencio leyendo en el
sillón del living, levantaba la vista y me decía:
“Hola Robert”.
Yo le preguntaba:
“¿De uno a diez cuánto me quieres?
Y me decía feliz:
“Hasta el cielo”.
Sigo reconociendo que Dios se lo llevó por todo lo que he dicho, pero
su ausencia se torna difícil.
En otros diálogos hablábamos de que cuando llegase a poder manejar y
yo ya muy anciano le regalaba un auto para que me llevase a pasear y tantos
diálogos más.
No sé si di todo por Ti, lo que si se es que mi vida dependía de tus
dolores, tus angustias y tus pedidos que siempre eran prudentes.
A diario le quería regalar sus legos y las cosas que el admiraba.
¡Un día llegó a decirme!:
“Robert me vas a seguir queriendo si no te pido nada, porque gastas
mucho”
Esta fue otra de las grandes expresiones de nuestra profunda amistad.
Sé que ahora no necesitas nada, la felicidad que debes tener debe ser
total, y nosotros desde aquí seguimos recordando tu fugaz y fecundo pasaje por
este mundo.
Son tantas las cosas que
fluyen a mi mente, que se transforman en una catarata irrefrenable. Pero debo
ir ciñendo mis evocaciones, y lo que se
me ocurre es que al caer el agua estrepitosa desde lo alto, me queda un dejo de
tristeza.
Tristeza pese haber
reconocido lo suficiente tu piedad para conmigo, al haberme escuchado tanto e
interiorizado de mis quimeras, de mis sueños eternos, y al tenerte a ti, casi
como único interlocutor de mis ilusiones.
En mi alforja roída por el
tiempo, cada día está más liviana, siempre lo estuvo, pero ahora, sí, me
preocupa sobremanera el emular lo más que pueda tus pasos, para que, quiera
Dios un día llegue a viajar a tu encuentro.
HASTA EL REENCUENTRO
Roberto Franco
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