miércoles, 20 de marzo de 2024

¿QUE LE PASA AL HOMBRE?


Siglos ya de la aprehensión del hombre a su insólita independencia de una atadura superior que le dé sentido a su vida, y de un desenfrenado afán de poder, dinero y otros desatinos de nuestro tiempo.

Esperanza Ruiz, gran columnista de La Gaceta y autora del exitoso libro Whiskas, Satisfyer y Lexatinlanzó el otro día en X la brillante idea de que el artículo de Sertorio, "Viernes"tendría que ser de lectura obligada en los colegios.

La escritora trae a colación la famosa ficción “Robinson tuvo que naufragar y acabar en una isla desierta para ser uno de los mitos fundadores del individualismo liberal. En la Europa del siglo XVIII nadie flotaba a la deriva en el mar de la historia. La sociedad tradicional era un conjunto de arraigos, de dependencias, de fidelidades de las que dependía la supervivencia de la comunidad: un todo orgánico, una inmensa familia, un ser casi biológico, en el que el espíritu de la tierra y los muertos confirmaba la costumbre sin necesidad de constituciones escritas.”

Entrados los siglos XVIII y XIX, la fábula de Robinson Crusoe recorrió los libros de textos de una economía que se quería imponer no por la sapiencia, sino por sus ansas de dominio y poder.

Ese hombre racional, libre, independiente de toda atadura, vigente en el mundo desde hace unos siglos, es consecuencia del ingenio literario de los amos del mundo, y no tiene nada que ver con la naturaleza con la cual se contrapone.

“El hombre racional, independiente, libre, sin ataduras, abstracto, náufrago sin historia y sin arraigo, será el antepasado totémico del homo œconomicus contemporáneo: apátrida, mónada de producción y consumo perfectamente intercambiable por otra. El pequeño inconveniente es que la aventura robinsoniana exige el naufragio, la soledad, la ausencia de lo social”

Y ahora lo más importante”.

“Ese náufrago ilustrado coloniza al buen salvaje, al inocente Calibán que cae en sus manos, le da un nombre —manifestación absoluta del poder, algo que sólo se puede hacer con un recién nacido o con una mascota—, lo reduce a sus categorías morales y lo somete a un paternalista proceso de aculturación que lo descanibaliza”.

“En la Europa del siglo XVIII nadie flotaba a la deriva en el mar de la historia. La sociedad tradicional era un conjunto de arraigos, de dependencias, de fidelidades de las que dependía la supervivencia de la comunidad: un todo orgánico, una inmensa familia, un ser casi biológico, en el que el espíritu de la tierra y los muertos confirmaba la costumbre sin necesidad de constituciones escritas. Robinson Crusoe era el Juan Bautista de un nuevo orden, que estaba dispuesto a fundar su paraíso sobre las ruinas del mundo tradicional. Paradójicamente, quienes se convirtieron en adalides del individualismo eran personajes sólidamente organizados en guildas y sociedades, accionistas de bancos y fundadores de las primeras compañías de seguros”.

Lo que debe quedar claro es que el liberalismo es el brazo armado del capital, en tanto que el marxismo es el brazo armado de la disolución cultural y social.

Espectacular síntesis lograda con ahínco y con efectividad, en tanto que los hombres masas que nos gobiernan, ellos y sus intelectuales, no superan el paredón siniestro que les han puesto delante.

El hombre, la familia, la patria y Dios, para todos ellos, son cuestiones del pasado, ahora lo que queda vigente como únicas virtudes desde este descalabro son el ajuste fiscal y las políticas de estado que siempre recaen sobre los mismos.  

Acotación al margen, un determinado producto no existe en ninguna cadena de supermercados, hay uno de los “amos del mercado” que lo tiene y te lo manda por correo.

Don Alberto Benegas Lynch, seguro el mercado no tiene fallas, pero para los que usurparon el poder económico, con beneplácito político (¡por algo será!), del lado de la demanda solo tienen desprotegidos ciudadanos y familias desamparadas. En lo que tiene razón, es que lo que venía rodando sin rumbo, absorbiendo para sí todo lo que encontraba a su paso tampoco es aceptable.

                                                                                    Roberto Franco

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